miércoles, 30 de enero de 2013

Refugiados

Que amanecer de fiaca. Escuchaba un comentario sobre el trabajo diario, "pobres de aquellos que  llegan de trabajar a las 11 de la noche, después del tráfico y del trabajo, se duermen y otra vez  hay que levantar para ir a trabajar en la madrugada. Esa pobre gente no convive con su familia, vive como autómata y acaba la semana hecha un trapo, rendida y agotada. No es que tenga un mal o un buen trabajo bien remunerado o poco, es el hecho de levantarse cada día después de no haber tenido diversión el día anterior". Así me siento hoy... Como levatarse otra vez temprano para hacer la rutina siendo que anoche me acosté muy cansada tras un arduo día de trabajo.

Yo creo que me quedé cansada con la historia de esa mujer refugiada. Ella ya es abuela, ya tiene muchos años en México. Llegó de niña con su madre, ella no tenía que comer y debía ayudar a los otros refugiados cubanos que en igualdad de circunstancias llegaban a ese país. Así creció, ayudando conacionales a ubicarse allí o solo recibirlos mientras se iban hacia Miami. Descansaban unos días en México y de allí se iban a Miami porque querían vivir a la orilla del mar, cerca de su isla. La tristeza que esta mujer lleva en el corazón, es inmenso. Aprendió de su madre a estar triste y angustiada; tras vivir un régimen de pobreza, buscando una mejor vida huyeron. Ahora ella pese a haber salido de pequeña y no vivir ese régimen que su madre viviría, a su familia la trata con dureza, con la misma que ella recibiera de niña. La dureza de ser extranjero en un país, de vivir compartiendo lo poco que tenían con los otros refugiados que llegaban a su casa, su misma hija viviría esa precariedad sufriendo lo indecible por el recuerdo de ser refugiados. Tal vez la hija ya haya pasado mejor tiempo, también le tocaron menos refugiados para compartir sus cosas pero también sabía lo que era sufrir por vivir escapando. 

Vivir escapando resulta en un corazón lleno de tristeza, lleno de dolor y cansancio, de angustia que no puedess evitar y pasas a tu familia de generación por generación. La búsqueda de una mejor vida, solo te lleva a vivir una gran tristeza, un gran dolor que se pasa por generaciones. No es posible llegar de refugiado a un país libre y en calma con el corazón tranquilo, pasar las generaciones felices porque finalmente lograste escapar de aquello que era horrible, tu patria controlado por un comunismo inútil que solo te perjudicaba.  La tristeza de vivir refugiado y recordando aquello que viviste se pasa por generaciones, no superan el infierno de recordar todo ello y así enseñan a sus hijos que la vida no s fácil, que hay que esforzarse y hay que luchar. Muchas generaciones viven esta dureza y este recuerdo, hasta que algún día, alguna de ellas lo supera y lo trabaja. Esa mujer recibió de su maddre dureza y ella a su vez dio a su hija dureza,, las nietas recibirán dureza. Esa dureza especifica y especial provocada por vivir refugiados de otro país. Yo misma que lo escribo no me da sentido, no puedo comprender por qué es tan difícil superar el desconcierto que han vivido los abuelos. Cómo puedes pasar por generaciones el recuerdo de llegar de refugiado. Asumo que los que viven ilegales sufren mucho pero al pasar los años encuentran paz y apoyo o no,,, del país al que llegan y con el tiempo se les va olvidando. 

Realmente no comprendo la tristeza y la dureza de esa mujer. Se me complica ponerme en sus zapatos pese a que escuchara con cuidado todos los detalles. El hecho es que una persona que crece en un país extranjero puede no vivir lo lindo que esperaba, ni las generaciones la disfrutan porque siempre llevarán el estigma de lo que sus padres vivieron y les enseñaron. 

Puede la tristeza ajena cansarme tanto? Definitivamente vivo aquello que escucho. 


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