Los seres humanos tenemos libertad de acción y decisión. Sin embargo, hay personas abusivas o tal vez sobreprotectoras, que buscando el bien propio controlan todo alrededor. Quieren que todo el mundo haga lo que ellos piensan, desean, les conviene. No quieren que la gente tenga iniciativa y cuando se equivocan se burlan de ellos haciendo alarde de la gran tontería que acaban de hacer y se levantan el cuello haciendo pensar que su idea era mejor y no se hubieran equivocado. Al pasar del tiempo, la gente que se deja por miedo al ridículo, a la burla o al regaño de las personas controladoras, se vuelve tímida e indecisa, no sabe tomar decisiones solo y las que toma las debe verificar varias veces haciendolo lento e ineficiente. Una persona sobreprotectora o controladora, hace seres dependientes y miedosos.
¿Qué precio pagan? Gran resentimiento de quienes los rodean, gran enojo por culpa de ese que con engaños lo quiso proteger. Al final de la vida terminan solos. El poder no es eterno, algún día habrá alguien más fuerte que él, tal vez uno que el mismo enseñó que lo someterá.
Como el caso de ese hombre que acaudalado, murió solo en un pueblo. Nadie lo acompañaba, ni sus hijos, quienes tienen el amor mas ingrato, el lo sembró quería que sus hijos fueran ingratos y lo logró. Sus amigos tampoco lo acompañaban. Ellos no existían eran solo relaciones laborales y qué negocio le traerá un muerto?
El odio es una semilla que cuesta cultivar, pero que crece dejando tristeza y desesperanza, se arraiga tan profundamente que se vuelve un estandarte y un modus vivendi. Tal vez sea demasiado tarde para corregirlo porque ya se hizo el mal y ya no hay manera de volverse atrás.
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