"Hoy he llegado emocionado al árbol de natale, y con desconcierto, me he encontrado una carta de los reyes, he sido un niño tan desconsiderado que no me he ganado ningún regalo. Mi regalo que yo esperaba, se ha quedado en una bodega esperando a que yo me porte bien. Yo había pensado que los Reyes perdonaban todo y no veían, y he descubierto con tristeza que no es así, que ellos si ven y si cobran lo ofrecido y que si no me he portado bien, efectivamente, no me traen nada.
¿Por qué? ¿Por qué los reyes no se acuerdan de mi si yo soy solo un niño pequeño con buenos sentimientos? A mi me han enseñado que portándome mal, siendo desobediente, haciendo enojar a papá y a mamá, es como puedo recibir algún beneficio, y así lo he aplicado, pero los Reyes no lo han entendido así, y no me han traído nada".
Cuenta Jiménez a su psicóloga tras esa sesión de hipnosis. Jiménez habla como chico, se expresa como chico. Se le llenan los ojos de lágrimas como si todavía tuviera 7 años. Jiménez se queda callado, mira al piso, se da cuenta de sus lágrimas, y avergonzado se las enjuiga con la mano. No se atreve a mirar a su interlocutora, quien impávida le alcanza un pañuelo.
" Es que yo quería regalos, y no me los han dado. Yo quería algo lindo, y no he recibido nada. Desde ese momento, me fui fraguando en una mala persona. Fui fraguando aquello que me tornaría en un ser malo. ¿Por qué comportarme como ser honesto? ¿Por qué ser bueno si me habían enseñado a ser malo? Mis padres siempre peleando mi padre siempre abusando de su autoridad, mi madre defendiéndose de mi padre. Ella siempre me tuvo fé, ella me apoyaba. Pero no importaba qué hiciera ella por mi. Las madres están para eso, para hacer todo por un hijo, mientras uno hace lo mismo que su padre. Yo aprendía que mi padre era abusivo, y yo aprendí a ser así, yo aprendí que mi padre era violento, y yo aprendía a tratar así al mundo."
"Pero, me decías que tu madre sí te apoyaba"
"Ella si, la quería mucho, pero no podía comportarme como una mujer si yo era un hombre, yo debía hacer lo que los hombres, como mi papá. No podía actuar como mi mamá, si ella es mujer."
Al fin la psicóloga rompió el silencio "¿Vos pensás que un regalo no dado amerita todo este mal comportamiento? Yo creo que ya lo podés superar. Si ya has comprendido que la culpa es de un regalo, anda, compralo y pedí que te lo envíen por mensajería, de parte de los reyes magos para vos".
Jiménez triste salió del consultorio. Tenía que ir a firmar a la cárcel, tenía libertad condicional y algo en el fondo le quedaba que un alma bondadosa entendió el origen de su problema y lo liberaron con la condición de que firmara cada semana. El verdadero reclusorio vivía en el corazón del hombre, no había celda material capaz de mantener a semejante hombre cerrado. El un hombre joven, de tan solo 30 años, un hombre siempre aventurero, siempre en busca de algo nuevo, de algo que le hiciera sus ojos, entonces sonrientes, lanzar un chispazo. Su boca mediana, semi formada, el labio inferior grueso, de una persona noble, el labio superior delgado de una persona enojona. Su altura no lo dejaba pasar desapercibido, su gran tamaño y grandes manos, hacían que por donde pasara la gente le cediera el paso. Jiménez un hombre hermoso, con un corazón secuestrado, con un corazón endurecido por la maldad recibida en una infancia mal terminada. Jiménez un gran hombre, con un hermoso corazón que había tenido que cerrar por encontrarlo inútil de utilizar. Sólo la fuerza bruta, la fuerza dotada a esa medida enorme de su persona, le ayudaba en la tierra. Sólo esa fuerza bruta y maciza le hacía moverse y continuar por el mundo. Sólo esa fuerza bruta era lo que quedaba de un chico, que no hubiera recibido un regalo en el día de reyes.
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