Una mañana montado en un gran barco, llegando a una gran ciudad sentía que el corazón se le salía algo lo llamaba a que saliera corriendo el primero del barco, sin embargo para su tristeza sus superiores le ordenaron quedarse a montar guardia. El aunque no era marinero, debía hacer fuerte a la tripulación. El necesitaba salir corriendo, ir en busca de aquello que su corazón le gritaba que buscara, pero nada de eso. El sabía que no había manera de salir "donde manda capitán no gobierna marinero" y no había manera de salir. Pensaba como siempre en su antigua vida de chantajista en manipular a los guardias y a tantas otras personas para que lo dejaran salir y fuera donde su corazón le gritaba.
Realmente no le gritaba nada, el quería huir como quien quiere escabullirse del fuego, como quien siente que corre un gran peligro, pero no tenía un rumbo fijo. Tal vez iría corriendo por la calle del puerto que lo llevara a: una iglesia, un bar, una banca con una persona, una banca vacía. Su corazón buscaba escapar sin certeza de saber a donde llegaría. Lo meditó por unos segundos y comprendió que todo aquello ya lo había vivido, que no tenía sentido correr en pos de "algo" que te grita el corazón y que no reconoces porque no tiene cara. No tenia sentido un objetivo sin cara que lo metería en problemas en unos días. Con el temple que se le empezaba a formar a este adolescente tardío se aguantó el deseo de hacer su voluntad. Sabía que en el barco no tendría nada que hacer, ya se conocía los movimientos y las actividades, la rutina diaria que no le permitía innovar nada, en el barco por lo menos no, por eso quería ir a tierra, allí encontraría lo que su corazón le decía.
Enojado y frustrado, triste y cabizbajo maldijo toda su vida, todos los pasos que hasta el día de hoy había dado, todo aquello que por su deseo de vivir la vida había desperdiciado, quisiera tirarse por la borda para volver a nacer. Tal vez borrar todos sus recuerdos y volver a empezar como si fuera un bebé. Todas estas ideas deambulaban por su mente mientras caminaba de un lado a otro del barco siguiendo ruidos y bajando y subiendo escaleras. Cada una se la conocía, sabía a donde lo llevaría cada escalón y sin embargo, así meditabundo, enojado en sus pensamientos y malos deseos, esparcía su pensamiento por todo el enorme buque.
Uno de los marineros viejos, lo había estado observando, hacía tiempo lo miraba sin acercarse, lo había observado desde que solo, sin su hermosa dama a quien acompañara al piano, subiera al barco. El reconocía a la buena madera y tenía la paciencia para forjarla en el momento que fuera preciso. Esa mañana, Gilberto lo observaba cómo ilusionado hubiera salido a cubierta de los primeros, y al serle negada su salida, enojado y echando pestes se hubiera quedado mirando a sus compañeros alejarse. Mientras el desempeñaba su labor, parado en un punto, lo miraba pasar una y otra vez por las diferentes cubiertas. Cuando después de un buen rato volviera a pasar cerca de él, lo llamó. Manuel, ya mas tranquilo tras caminar horas enteras el buque en todas direcciones, se acercó con parsimonia. No había apuro para hacerlo más veloz, no había nada mas que hacer que elucubrar sobre el interés que ese viejo lobo de mar pudiera tener en él. -"Hola Manuel, ¿todo bien?" se acercó el hombre con firmeza para tratar de romper el hielo y hacer una plática -"No, nada bien. Yo quiero salir." -"Para qué? ¿Qué crees encontrar afuera?" le dijo Gilberto cuestionandolo -"este lugar me tiene encarcelado, hoy amanecí con el corazón descarrilado pensando que tal vez allá afuera, en tierra pudiera encontrar un destino, algo que me lo tranquilizara" dijo Manuel exacerbado. -"¿Qué cara tiene aquello que buscas?" siguio metiendo dudas -"perdón? no tiene cara de nada, es solo que quiero encontrar algo que me llene". -"y qué cosa te puede llenar? Acaso buscas una mujer?" Manuel se acercó un poco, parecía que había dado en el punto -"en una ciudad como esta, ¿donde encuentro la mujer que busco?" -"y como es la mujer que buscas?"Al ver que no le quedaba alternativa mas que hablar con ese hombre rudo y que no había nada mejor que hacer, se decidió a contarle la historia de Angélica, de cómo tras conocerla por un espacio de tiempo muy corto, ella se despidiera sin dejar rastro. "Esa mañana yo estaba en Rusia. Hacía unos meses que vivía allí yo trabajaba y conquistaba mujeres, era un placer junto al otro cantar y conquistar, hasta que un día una joven hermosísima se me acercó. No comprendo cómo me conquistó. Habrán sido sus ojos, su boca, su figura, su forma de hablar, su...." "personalidad" interrumpió Gilberto "la personalidad de una mujer madura que sabe conquistar a un hombre no requiere de grandes ajustes, simplemente se planta sola" -"creo que mejor no la hubiera yo descrito, se plantaba sola, y a mi me enamoró su personalidad. Yo no quería estar con nadie mas que con ella, no quería buscar a nadie mas que a ella y ella parecía estar siempre para mi. Una noche tras una romántica velada me miró con ojos tristes y serios, nunca los había visto así, nunca me había mirado de esa forma, me entró miedo y después comprendí que esa noche la perdería. Mientras me miraba con sus ojos novedosos me dijo algo así como:" siempre estaré contigo, sigue tu camino y busca lo que tu instinto te indique. Piensa antes de actuar, usa tu fuerza física para controlar tu mente impetuosa, controla tu mente para que consigas el destino para el que naciste". -"No te entiendo nada, le replicaba yo al observar aquello que nunca había visto ni escuchado de ella". Esa noche no dormimos, vimos el amanecer sentados en un balcón, me besó con mucha ternura, puso su dedo en los labios, pidiendome silencio y así como llegó se fue. Yo estaba desesperado buscándola, preguntaba a quienes nos había visto juntos, a quienes me referían aquellos que yo preguntaba, pero ella parecía no estar mas en ese lugar. Decidí seguir mi camino itinerante, buscar otro trabajo nuevo en otra nueva ciudad, aquella donde tal vez la pudiera encontrar. Nuevamente mucho tiempo pasó en que preguntando dia a día y trabajando noche a noche decidí buscar otra nueva ciudad, hasta que llegué aquí. Este lugar con aroma a cárcel me mantiene moviendo de una ciudad a otra, mirando gente nueva de vez en vez, esperando que alguna vez la encuentre entre la multitud." Manuel se cayó un momento mientras recuperaba el aliento tras contar todo lo que había recorrido, como si hubiera vuelto a caminar los años que habían pasado en los minutos que lo hubiera contado. "... hasta el día de hoy, que sentía que en esta ciudad, hoy si la encontraría".
Gilberto en silencio lo escuchaba, vivía con él cada frase y cada momento contado hasta que rompiera el silencio: "Los marinos los llamamos historias de sirenas, son aquellas que nos llevan a creer que una mujer tiene nuestra salvación, siendo que son solamente sueños quimeras, dolores y muerte segura. Yo alguna vez tuve una vivencia similar, pero, nunca la encontré. Ya me cansé de buscarla, me hago la idea de que es una sirena que vive en el fondo del mar, y que si me arriesgo a buscarla, me moriré ahogado". -"pero ella era real, yo la toqué, y la amé..." -"No hay mucha diferencia entre tu sirena y las nuestras, cada una en su estilo, no está contigo, es solo una quimera y una volatilidad que surge de la imaginación. Joven querido, tu destino es más grande que la búsqueda de una mujer, si tu llegaste hasta acá es porque acá es donde está tu destino, no al lado de un ser cambiante y voluble, que se pone gordo y feo, que te exige ayuda para después darte la espalda. Tu eres un gran hombre que debe buscar un objetivo más gordo, más pesado, mas duradero que una simple humana..... continuará
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