martes, 17 de diciembre de 2013

Las luces del pino de navidad

Luces verdes brillantes, me rodean esta mañana. Luces verdes que de pronto no se ven más. Una luz verde parpadeando que al mirarla de frente no lo hace más. Las luces de un pino de Navidad se miran a lo lejos. Son las luces de una pequeña casa perdida en las montañas, pese a la distancia en que ésta se encuentra, yo percibo sus luces que parpadean una después de la otra, una simultánea con la otra .

La Navidad que se acercaba solo mostraba el final de un nuevo ciclo, de un nuevo año cuyas expectativas se habían terminado. Ya no había el próximo mes para cerrar esta cuenta. La contabilidad cierra el último de año. Lo único que queda es la persona, la esperanza de saber, que si el regalo de la vida le pertenece, aunque pase otro diciembre, y uno más, él podrá seguir teniendo expectativas y mirar hacia adelante, hacia un año próximo que sí le permitirá lograr sus anhelos, llegar a su destino tan esperado.

Felizmente no somos  contables, no expiramos exactamente tal día. Me imagino la ansiedad de toda la gente sabiendo qué día llega su muerte. Como quién sabe que tiene un viaje programado, de igual forma, a esa hora y ese día expira. Imagino la presión de no saber qué pasará con los seres queridos, ellos seguirán su camino, pero yo terminaré el 31 de diciembre de cierto año. No creo que fuera lindo saberlo.

El Papa Juan Pablo II sabía que moriría un Domingo de Resurrección. No recuerdo la historia precisa, me parece que pidió el milagro. Así, cada año, esperar ¿será éste? No. ¿Será éste?. No.Y así año con año esperar un domingo de Resurrección que se lo llevara al cielo. Qué temple. Yo no soportaría aber el día de mi muerte. La ansiedad de dudar si preparé correctamente mi corazón, si mi familia está preparada, si todo aquello que yo esperaba está perfectamente cerrado y despedido, porque no sucederá.

Hay locuras que pasan por la mente, y hoy, un par de focos verdes me han llevado a vislumbrar un final un poco tétrico. 

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