Esa noche al irse a dormir, Manuela tenía cierto desazón en el corazón. Estaba muy cansada, no tenía deseos de siquiera ponerse el pijama, ¿acaso quitarse el maquillaje? Había algo que le oprimía el pecho, algo que simplemente le cubría con un manto de cierto sentimiento. No era tarde, sólamente daban las 9 de la noche. Había sido una tarde templada de primavera, de ésas en que el sol no se ha decidido a calentar, y todavía invaden los vientos polares. El frío la cansaba. Sin embargo estaba bien cubierta logrando traer el calor al cuerpo.
Recordaba sus actividades, nada interesante, sólo gente superficial con la que había convivido, gente que no merecía su pensamiento o su atención. Sin embargo, pese a ser superficiales, tal vez sí merecieron aquello que ella no le quería dar. Estaba la mujer elegante, con su cutis hermoso y juvenil, simpática, cuya madurez se dejaba ver en sus palabras y en su dejo de actitud. Lo mismo el de la más joven. Esa chica precoz cuyos comentarios y risas notaban la madurez de una joven que había vivido mucho más años en actividades que en realidad, aquella cuya respuesta muestra una gran personalidad que no corresponde a la edad de esa chica tan joven. Como la chica de la película mexicana "Arráncame la vida", de la autora chilena Angeles Mastretta. Esa joven esposa del político corrupto, cuyas respuestas y actitudes denotaban la madurez de una mujer de 50, más que una de treinta.
Todas ellas, sin importarles si estaba Manuela, si estaba contenta, si su vida o no su vida.
Yo lo sé esto empieza muy interesante, pero mi paciencia no está aún lista. Mi mente va de aquí para ya, de un sentido a otro, sin anclar el pensamiento en lo que me importa. Este relato tendrá un final, cuando mi paciencia se asiente y mi cerebro encuentre un camino para escribir, de otra forma no será posible terminar algo así.
Me ha dado gusto encontrar a ese director de cine. Ciertamente tiene un aspecto lúgubre. Si yo lo encontrara en medio de la noche, si le temería. Sus lentes semi-oscuros, barba blanca sin afeitar, la chaqueta negra. Le ha llamado la atención mi cámara y el tripié. Yo no puedo presenciar un festival sin un tripié. Yo no imaginaba que fuera a venir a mirar mi cámara o a hacer un comentario de ella, pero claro que siendo director de cine le llamaría la atención. Me reconoció por algunos correos que intercambiamos. Su señora nos había presentado, yo había visto sus fotos, pero no lo conocía en persona. No cabe duda que los genios son extraños, su apariencia es poco amable. Pero así son los genios, despreocupados por su apariencia, saben que su personalidad es la representación misma de su trabajo.
Todos los chicos artistas. Todos felices presentando su obra. ¿Serían conscientes de lo que estaban haciendo con sus trabajos? ¿Vendiendolos en una subasta? Yo no sé si me ha gustado que vendieran esas obras, asumiendo que esos padres eran los donadores obligados de la escuela. Me quedó cierto sinsabor en la boca. Ellos pagan altas mensualidades por el material y las clases, y además ¿pagar por el trabajo de su hijo? No sé que he sentido. Tal vez cierto abuso de parte de la escuela.
Así ha terminado este día, un poco impresionada por ver a estos chicos, todavía sin un camino trazado y con la esperanza de que tal vez, sean los próximos pintoress del mundo.
Recordaba sus actividades, nada interesante, sólo gente superficial con la que había convivido, gente que no merecía su pensamiento o su atención. Sin embargo, pese a ser superficiales, tal vez sí merecieron aquello que ella no le quería dar. Estaba la mujer elegante, con su cutis hermoso y juvenil, simpática, cuya madurez se dejaba ver en sus palabras y en su dejo de actitud. Lo mismo el de la más joven. Esa chica precoz cuyos comentarios y risas notaban la madurez de una joven que había vivido mucho más años en actividades que en realidad, aquella cuya respuesta muestra una gran personalidad que no corresponde a la edad de esa chica tan joven. Como la chica de la película mexicana "Arráncame la vida", de la autora chilena Angeles Mastretta. Esa joven esposa del político corrupto, cuyas respuestas y actitudes denotaban la madurez de una mujer de 50, más que una de treinta.
Todas ellas, sin importarles si estaba Manuela, si estaba contenta, si su vida o no su vida.
Yo lo sé esto empieza muy interesante, pero mi paciencia no está aún lista. Mi mente va de aquí para ya, de un sentido a otro, sin anclar el pensamiento en lo que me importa. Este relato tendrá un final, cuando mi paciencia se asiente y mi cerebro encuentre un camino para escribir, de otra forma no será posible terminar algo así.
Me ha dado gusto encontrar a ese director de cine. Ciertamente tiene un aspecto lúgubre. Si yo lo encontrara en medio de la noche, si le temería. Sus lentes semi-oscuros, barba blanca sin afeitar, la chaqueta negra. Le ha llamado la atención mi cámara y el tripié. Yo no puedo presenciar un festival sin un tripié. Yo no imaginaba que fuera a venir a mirar mi cámara o a hacer un comentario de ella, pero claro que siendo director de cine le llamaría la atención. Me reconoció por algunos correos que intercambiamos. Su señora nos había presentado, yo había visto sus fotos, pero no lo conocía en persona. No cabe duda que los genios son extraños, su apariencia es poco amable. Pero así son los genios, despreocupados por su apariencia, saben que su personalidad es la representación misma de su trabajo.
Todos los chicos artistas. Todos felices presentando su obra. ¿Serían conscientes de lo que estaban haciendo con sus trabajos? ¿Vendiendolos en una subasta? Yo no sé si me ha gustado que vendieran esas obras, asumiendo que esos padres eran los donadores obligados de la escuela. Me quedó cierto sinsabor en la boca. Ellos pagan altas mensualidades por el material y las clases, y además ¿pagar por el trabajo de su hijo? No sé que he sentido. Tal vez cierto abuso de parte de la escuela.
Así ha terminado este día, un poco impresionada por ver a estos chicos, todavía sin un camino trazado y con la esperanza de que tal vez, sean los próximos pintoress del mundo.
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