viernes, 2 de mayo de 2014

HERIDAS DE INFANCIA: LA HISTORIA DE UN GRAN HOMBRE

Esta mañana mirando el techo, me he encontrado con otro agujero. No es uno de humedad o de descuido, es sólo el aire acumulado en el cemento, que forma una burbuja y luego se rompe dejando un caprichoso hoyo, en un espacio donde debiera ser plano y bien formado. Eso me recuerda a las heridas de infancia.

Estoy leyendo un libro de un hombre que conozco muy bien. El señor es  muy importante, un ser sumamente inteligente, ameno, simpático. Tiene la sonrisa abierta y franca, los ojos iluminados y una gran frente bien amplia mostrando su inequívoco origen español. Poca gente me entretiene tanto como él. Es tan inteligente, tiene la capacidad de mantenerlo a uno atendiendo sus palabras, que bien pueden ser sobre concursos de sus nietos de spelling-be, o de su historia personal dirigiendo un sindicato. Sabe llevar la parsimonia de la voz y las palabras, tan amenamente, que es un placer charlar con él.

En su libro cuenta su historia personal. Él cubano, de extracción muy humilde, hijo de padres españoles, subsistiendo con sus dos hermanos de sangre y tres medios hermanos, conviviendo en un sólo ambiente, y más tarde siendo abandonado por su padre, un taxista ojo alegre, que enamoraba muchas mujeres. Cuenta que su origen humilde, le obligaba a hacer pequeños laburos para la gente mayor de la zona elegante, a ahorrar el costo del pasaje, y caminaba kilómetros y kilómetros diarios, de lunes a domingo. Entre semana trabajaba desde los 14 años, y los domingos, jugaba en la liga de béisbol, esperando que algún cazador, los encontrara y los contratara. Es este esfuerzo de caminar, y de sufrir penurias y faltas materiales, lo que le hizo el carácter terco, de objetivos cumplidos.

Durante su escrito, se muestra un hombre de gran voluntad, de soluciones y perspicacia, y sobre todo honesto. Prefería meterse en problemas y delatar algún movimiento extraño de sus compañeros, antes que dejar mal las cosas. Buscaba la justicia, aunque el no tuviera el derecho ni el grado que correspondía en la jerarquía.

Parte de su estrella radicaba en llegar siempre al lugar indicado, con la gente de alto rango, que admirara su inteligencia y le ayudara a superarse, para lograr un mejor puesto. Cuando llegó a EU de inmigrante, el tío de su novia, le paga estudios de administración para que termine de prepararse los previos, que tuviera en Cuba.

El único defecto que se le encuentra a este hombre, es: no saber superar sus propias heridas. El fue abandonado y en su libro, a sus hijos, él mismo los abandona. No es el abandono físico, porque a todos los lleva a todos los países donde lo envían, todo el tiempo cuida de ellos; es el abandono moral. Los menciona el año en que nacen y los suma a los que ya había en la cuenta: "ahora con 2 hijos, mi señora hacía..." en ningún momento menciona algún paseo que hiciera con ellos. Por el contrario, se queja de las semanas de trabajo fuera de su casa en que no podía convivir con ninguno de ellos. Es en estas líneas donde tiene el momento de meditar sus errores que lo llevaran a fracasar con su señora. Recién hombre de 70 años, con toda una vida, pudo mirar un gran error y ya muy tarde para enmendar.

Es triste darse cuenta que un joven no tiene la capacidad de resolver sus heridas, le faltan  herramientas que da la experiencia, para superar aquellas que se han pasado por generaciones. Sólo cuando son grandes, abuelos, segundas nupcias, se toman el cuidado de hacer las cosas bien, de no abandonar a los seres queridos, de tenerlos presentes. Qué triste que de joven, uno sea tan cobarde y tan inmaduro que no sepa afrontar su propios dolores y busque la forma de corregirlos. El problema con esto, es que los propios hijos, repiten el patrón, repiten el mismo trato que recibieron de su padre.

Afortunadamente, esta generación superficial de tablets y juegos electrónicos, ya tiene el cuidado de mirar a sus hijos, de observar la forma de reprenderlos. Esta generación, ya no piensa en sólo trabajar, como lo pensaban nuestros abuelos, en que el trabajo enaltece. Como en estas épocas hay tanto desempleo, el valor de la persona está en ella misma, en proteger su descendencia y en atender sus dolores para hacer mejores hijos de lo que fueron ellos. 

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