La dispersión estaba a su máximo, ella no podía vivir pensando en.... ¿en qué pensaba en el auto, que por poco le choca, en la farmacia que casi olvida, en la actitud de ansiedad que en otro momento le llevaría a comer desenfrenadamente?. La dispersión tenia un origen muy lejano. Tal vez en su segunda infancia cuando intentaba aprender y no comprendía el cómo de las matemáticas, cuando todos la regañaban por ser tímida. Era una hermosa salida, era maravilloso vivir en la dispersión total, sin darse cuenta que eso era el motivo de tanto regaño. Pero hoy, ¿cuál era la razón para esta? Hoy nadie la regañaría, nadie, solo ella no podía concentrarse, el cansancio la cubría con su manto, era imperioso moverse, pero el cansancio nuevamente, como aquél cansancio de cuando aquél, en total ignorancia de sus acciones pensaba en ella y al hacerlo, le solicitaba energía, no se la solicitaba, se la quitaba. La felicidad de sentirse amada era lo único bueno de ese cansancio, se veía rodeada por esa persona que tanto la protegía que siempre al pendiente estaba. Sin embargo no podía seguir el día con el placer encima. Era necesario tener un poco de energía. De manera que ella, al saber la procedencia de la fuga, allì fue. Fue con su amado y le solicitó amablemente un poco de esa su constante energía que tanto le sobraba, esa energía sexual que eternamente lo tenía castigado. No fue necesario mayor esfuerzo, de pronto todo se arreglaba, la dispersión desaparecía, podía enfocarse, tomaba decisiones, la vida empezaba. Por supuesto unas horas atrás. Aunque era medio día, ella sentía que era unas horas antes, como si estuviera viviendo en otra latitud, algunas horas antes. Era mejor así, el tiempo perdido en la dispersión lo aprovecharía en esas horas ganadas al estar en otra latitud. El tiempo pasaba y lo aprovechaba, la hormiga incesante llena de energía ajena se movía de un lado a otro terminando todo aquello que tenía en mente. la dispersión habría desaparecido pero dejando una gran sensación de haber regresado a aquella época que era tan hermosa, a aquella época en que extendiendo la mano recibiera el pan, la amistad, la compañía, aquellas virtudes que hoy había que luchar por ellas, pero que en ese momento recibiera .... ¿gratuitamente? no. el gran precio que había que pagar era la cárcel, las limitaciones, la disciplina, el tener que estar allí donde otro quiere y que ella debía obedecer. Claro que el esfuerzo era mínimo, pero el precio ¿valía la pena? Metida entre aparentes 4 paredes que se extendían hasta un hermoso oceano lleno de sol, estrellas, aire marítimo. Era un tiempo de limitaciones que finalmente era feliz porque había la parte simple de la vida, la base de la vida que era la superviviencia.
Poca gente lo notó, solo ella, quien finalmente había logrado encarrilar su tren de dispersión, de distracción, de desahucio. Recordando aquella época en que la felicidad venía a un largo costo, recordaba que tal vez algo sucedería que necesitaba regresar a sus bases infantiles.
Ese dicho de "infancia es destino" debe usarse y reconocerse cuando en verdad uno quisiera correr y escapar de aquello que le molesta, pero darse cuenta que está en ese momento o a los pocos días de que uno está en su plena infancia, repitiendo aquello que hacía porque ahora requiere la seguridad que tuvo cuando había papás, adultos y gente que lo miraba a uno procurandole sus necesidades. Aquella época en que uno requiere de un mimo, un abrazo una mirada, algo que hoy le hará sentir bien. Pero no quedarse allá porque todo aquello que ya creció, se perderá, vivirá el presente desde su pasado, cometiendo los errores que se cometían. Es como si quisiera ir a la escuela con traje de vestir, resolverá lo que en ese momento corresponde a un infante que aprende a sumar, pero no lo que el adulto de traje requiere para vivir feliz y en paz. Vivirá añorando los mejores años al lado de su familia de origen, ignorando todo aquello que ha logrado en una vida de trabajo y esfuerzo. Es verdad que queremos que siempre nos mimen, y nos miren, pero el crecimiento implica mirar a otros y estar al pendiente de sus necesidades.
Poca gente lo notó, solo ella, quien finalmente había logrado encarrilar su tren de dispersión, de distracción, de desahucio. Recordando aquella época en que la felicidad venía a un largo costo, recordaba que tal vez algo sucedería que necesitaba regresar a sus bases infantiles.
Ese dicho de "infancia es destino" debe usarse y reconocerse cuando en verdad uno quisiera correr y escapar de aquello que le molesta, pero darse cuenta que está en ese momento o a los pocos días de que uno está en su plena infancia, repitiendo aquello que hacía porque ahora requiere la seguridad que tuvo cuando había papás, adultos y gente que lo miraba a uno procurandole sus necesidades. Aquella época en que uno requiere de un mimo, un abrazo una mirada, algo que hoy le hará sentir bien. Pero no quedarse allá porque todo aquello que ya creció, se perderá, vivirá el presente desde su pasado, cometiendo los errores que se cometían. Es como si quisiera ir a la escuela con traje de vestir, resolverá lo que en ese momento corresponde a un infante que aprende a sumar, pero no lo que el adulto de traje requiere para vivir feliz y en paz. Vivirá añorando los mejores años al lado de su familia de origen, ignorando todo aquello que ha logrado en una vida de trabajo y esfuerzo. Es verdad que queremos que siempre nos mimen, y nos miren, pero el crecimiento implica mirar a otros y estar al pendiente de sus necesidades.
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