ya me lo habían dicho: esto es cíclico. Hoy no eres y mañana si. Hoy no estás, y mañana si. Esto es un tema que se repetirá eternamente. Quiero estar nuevamente bajo control, no extrañar, no desear, simplemente con el control, con las plumas de la prueba fehaciente en mi mano.
¡Quiero y debo controlar este deseo ardiente de salir corriendo a buscar! a.... un fantasma. Alguien que ya no está ni estuvo ni estará. Necesito un símbolo para aferrarme y a partir de allí olvidar y desarmar mi mente obsesiva. Quiero olvidar que hubo quien me entretuviera la mente, quien me diera felicidad. Nunca me dio armonía, eso solo existe en los seres completos y sensatos. Yo necesito armonía, que me de estabilidad y olvido. Yo quiero que aquí nada pase, que nada se note, que las fotos sobre el escritorio desaparezcan porque aquí no hay nada que recordar, no hay nada que mover. Hay una gran cascada que me está por caer, hay un chico subido en el árbol que está por caerme encima, pero yo no quiero ni acepto nada de eso. Yo me puedo quitar debajo de la cascada para que no me ahogue e instruir al chico, como bajar.
Escucho un hermoso pájaro cantar, es el mismo de la casa de mis abuelos el que escuchábamos desde la ventana cuando ella y yo charlábamos. Qué placer me trae ese canto de pájaro, los momentos que se atesoran y no se olvidan. Los momentos que se dejan de vivir porque uno va creciendo y cambiando porque los intereses ya no son más lo que eran y los niños ya no lo son más. Los abuelos empiezan a envejecer y los chicos a ser jóvenes que ya no tienen tiempo para mirar a aquellos que en un momento fueron la más linda compañía. Ese símbolo me gusta. Extrañar a un muerto que no va a valorar mi sufrimiento y recordar a cambio los momentos placenteros que me trae ese canto de un ave que nunca he visto de frente y que sin embargo su canto conozco como el agua caer, que reconozco como la lluvia cuando ha decidido mojar mi jardín y darles a mis plantas el tiempo más hermoso del año. Ese ave canta hermosa sin importarle si llueve o si hace sol, ella dulce me recuerda los momentos hermosos de una infancia que allí quedó.
¡Quiero y debo controlar este deseo ardiente de salir corriendo a buscar! a.... un fantasma. Alguien que ya no está ni estuvo ni estará. Necesito un símbolo para aferrarme y a partir de allí olvidar y desarmar mi mente obsesiva. Quiero olvidar que hubo quien me entretuviera la mente, quien me diera felicidad. Nunca me dio armonía, eso solo existe en los seres completos y sensatos. Yo necesito armonía, que me de estabilidad y olvido. Yo quiero que aquí nada pase, que nada se note, que las fotos sobre el escritorio desaparezcan porque aquí no hay nada que recordar, no hay nada que mover. Hay una gran cascada que me está por caer, hay un chico subido en el árbol que está por caerme encima, pero yo no quiero ni acepto nada de eso. Yo me puedo quitar debajo de la cascada para que no me ahogue e instruir al chico, como bajar.
Escucho un hermoso pájaro cantar, es el mismo de la casa de mis abuelos el que escuchábamos desde la ventana cuando ella y yo charlábamos. Qué placer me trae ese canto de pájaro, los momentos que se atesoran y no se olvidan. Los momentos que se dejan de vivir porque uno va creciendo y cambiando porque los intereses ya no son más lo que eran y los niños ya no lo son más. Los abuelos empiezan a envejecer y los chicos a ser jóvenes que ya no tienen tiempo para mirar a aquellos que en un momento fueron la más linda compañía. Ese símbolo me gusta. Extrañar a un muerto que no va a valorar mi sufrimiento y recordar a cambio los momentos placenteros que me trae ese canto de un ave que nunca he visto de frente y que sin embargo su canto conozco como el agua caer, que reconozco como la lluvia cuando ha decidido mojar mi jardín y darles a mis plantas el tiempo más hermoso del año. Ese ave canta hermosa sin importarle si llueve o si hace sol, ella dulce me recuerda los momentos hermosos de una infancia que allí quedó.
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