Lo que más me duele es perder su amistad, eso es lo que en realidad más siento.
A ella la conocí un día cualquiera, teníamos un tema en común, y eso me hizo que la buscara. Cuando la vi por primera vez, ella llevaba unas muletas, se había lastimado el tobillo y no podía hacer muchas cosas. Era muy divertido ver su risa de satisfacción, cuando las puertas se le abrían, la gente le ayudaba, todo se lo resolvían, porque a ella le faltaba un pie.
Otro día me invitó a un show, había unos cantantes, un espectáculo de una marca de juguetes pero fue lo más interesante que habíamos vivido, sentados en zona vip, sin serlo, hasta adelante, con toda la comodidad, sin hacer filas, ni esperar turnos, nosotras éramos las primeras, sólo por su pie roto. Ella es menuda, petisa, una hermosa sonrisa venusina, donde todos los dientes están perfectamente alineados, blancos y de una linda textura. Sus ojos dulces azules, suaves, como de niña pequeña. Su cabello escaso, Castaño ensortijado, siempre mal peinado, sostenido por una pinza en la parte de atrás. Ella desaliñada, con ropa cómoda, nada apretado o complicado de llevar, su estilo lánguido, lo mostraba en cada aspecto de su persona. Su cuerpo de grandes caderas y busto prominente, brazos torneados y piernas cortas. Podíamos charlar horas, ella mordiendo sus labios, ya partidos perennemente por su consistente ansiedad que la hacía morderlos repetidamente. Cada tema nos acercaba más, ella parecía comprenderme, adivinarme, parecía tener las palabras que yo necesitaba para mi experiencia de vida, no era necesario que yo preguntara más, o que esperara que el objeto me explicara lo que sentía o qué le sucedía, ella ya me había dicho todo, cada vez que mi objeto salía a relucir, ella tenía las palabras que mi objeto tenía que decir y no decía.
Pasaba el tiempo y seguíamos charlando. Para mi, esa es la vida, charlar, expresar las palabras del alma, porque ellas son las que liberan toda preocupación. Yo con mi certidumbre y mi siempre conocimiento de otros temas, resultaba útil para ella y ella me consultaba para su objeto de vida, nos complementábamos de la mejor manera, nos entendíamos y nos dábamos todo lo que las amigas se tienen que dar. Seguían pasando los meses, si, sólo los meses, porque no todas las amistades duran una vida, ésta se estaba perfilando en una razón, en una razón para resolver las dudas presentes de mi objeto, y hacerme pasar unas horas hermosas. Ella me llamaba por teléfono, y así estaba yo 45 minutos escuchando sus lamentos, todo lo que le sucedía con sus padres, su marido, sus hijos, todo era material para mis oídos y para mi mente para procesar;, todo era tema que su alma se aliviara, y yo... yo escuchaba. Su vida empezó a recrudecerse, su consistente depresión me cansaba, sus temas eran ya irritantes, ya insostenibles. Siempre, cada semana, era el mismo tema, en una variante diferente. Todo el mundo debía vivir a través de su proyección, ella no miraba a sus hijos como entes independientes que crecen con el apoyo de los padres, ellos crecían desde el cristal que ella lo veía, sus amigas eran precisamente las madres de los hijos que su hijo debía tener por amigos, sus relaciones iban solo en torno a su hijo y a la proyección que él tenía de ella. Me daba pena, qué visión patética: "mi hijo, tan parecido a mi físicamente, es quien yo puedo mirar, no hay tema más importante que sus asuntos a través de mis propios ojos". La hija, una hermosa princesa de voz chillona, se enfermaba cuando requería la atención de su madre, sólo estando al filo de la muerte, ella la miraba, la pobre niña vivía a la sombra de su hermoso hermano, a la proyección de la enfermedad que su madre había fincado en ella. Esa era la sinergía, "yo enferma, tu me miras, yo perfecto tu me miras, y ella desaparecía detrás de ese par de proyecciones propias".
Pese a todos su conflictos, yo la quería, la comprendía, sabía que era difícil aceptar todas las enfermedades mentales que acuciaban a esa familia, por generaciones, venía generandose la cadena de dolencias, que a manera de mutaciones se iban enroscando en esa familia. Yo la aceptaba tal cual era, comprendía que si su dolor era vivir con epilepsia, yo bien podría acoger su tristeza y ayudarla a pasar el trago amargo.
Sin embargo algo nos empezaba a separar. Ya me molestaban sus eternas charlas telefónicas, en que yo debía escuchar y escuchar, no había manera de que yo contara mi objeto de vida, porque no encontraba solución, la respuesta venía en proyección a su mismo caso y a lo que a ella le sucedía. Yo esperaba atención, comprensión, objetividad, una palabra de aliento o una palmadita en la espalda, pero no la recibía. Ella se quejaba, y yo escuchaba. Yo me quejaba, y nadie me escuchaba. Así en mi inteligencia intuitiva, aprendí a resolver mi objeto de vida a mi manera, a la forma moderna en que dice que no hay mejor amigo que uno mismo, que no hay mejor compañía que una misma, para resolver cualquier pena.
Un buen día dejó de llamarme por teléfono. ¡Qué maravilla! liberada de sus tormentos depresivos de la semana. Pasado el tiempo, chateando, tocamos un tema álgido, un tema que a mi me importaba, una ley que se quería aprobar en contra de la familia, y en pleno dolor, le comente a ella. Cero apoyo de su parte. Yo sola en mi dolor en mi impotencia, vislumbraba un tema negro en su pasado, tal vez en su familia, un tema tabú que nunca se pudo esclarecer. Yo hubiera agradecido, que al igual que otros temas, éste me lo hubiera comentado con total amplitud, y así, yo con mis ojos abiertos como plato, la garganta seca de impresión, y la respiración entrecortada por las palabras que no vienen, elaborar su asunto y dejarlo pasar como todas las otras cosas que me había contado. Mis oídos tienen un gran bote de basura, donde voy echando todos los secretos que me cuentan, donde se van quedando los detalles, los lugares, todo allí se almacena, hasta que un día se juntan todos los pedazos para hacer un monstruo, que debo sacar en forma de cuento de princesas, o de historias rosas, porque mi mente simple no comprende, no procesa las historias maquiavélicas, las vidas tenebrosas de los seres oscuros y diabólicos. Mi mente rosa, procesaría todos esos temas en forma de un hermoso jardín lleno de flores, árboles y pájaros entonando cánticos en la primavera. Sin embargo, ese tema, ese tabú de su propio pasado, no ocupó parte de mis oídos. Aquella comunicación en que yo buscaba su compasión, su apoyo, quedo desierta, y mi incomprensión y mi dolor sin respuesta, se quedaron impávidos, rogando a Dios, que no se aprobara la ley en contra de la familia, de la que ella en su depresión evasiva, no comprendía la gravedad.
En otra ocasión yo le fallé. No hay manera de complacer siempre a la gente, y con la opción de ver una obra de teatro, o ir a un antro escandaloso, por supuesto que mi mente prefirió la paz y emoción de la obra de teatro. El festejo de su cumpleaños, sí asistí la acompañé un ratito muy pequeño, porque estaba cansada, porque no quería ir al antro, porque la música fuerte me cercena los oídos. En fin que no le cumplí como ella estaba acostumbrada a recibirlo de mi.
Al pasar el tiempo y verla el día de hoy, me encuentro con mi amiga petisa, con su tez blanca, dulces ojos azules, hermosa sonrisa venusina y estilo lánguido y desorganizado, tan lejana como el primer día. Ya no hay la chispa de dos desconocidas, ya no hay la curiosidad de saber algo sobre esa persona, todo se ha dicho, y su depresión constante, su proyección enfermiza, terminaron por separarnos y hacer de lo que alguna vez fue amistad, solo un bello recuerdo que hoy debo acariciar. Sin embargo me duele. Estoy cansada que mi vida todo sean razones momentáneas, razones, que me llevan a un aprendizaje más que a una vida en compañía. Razones que simplemente eso son, momentos hermosos que deben quedar en el pasado, para ir olvidando, y así algún día al abrir el álbum de fotos de la memoria, salga a relucir ese instante, esos escasos meses que nos unieron, y que hoy no se pueden contar en suma, sino en resta. Aferrarse a lo que a uno le molesta, no es bueno, aunque el pasado pese tanto, hoy veo con tristeza que ya no hay lo que había, que eso que nos unía ya se resolvió y no hay mas tema de conversación. Que aquello que yo pensaba era un tema pasajero, como sus depresión consistente, es algo que ahora me molesta, y me aleja de ella. Su egoísmo , su egoísmo. Su carácter de princesa consentida, que le hizo ver el mundo desde su propia proyección, es lo que hoy le hace su gran egoísmo. Yo no quepo en su proyección, mis palabras ya no son más útiles, mis oídos han escuchado suficientes secretos de ella y ahora, debo despedirme con el llanto en los ojos, con el dolor del alma, con el corazón estrujado y el estómago revuelto, con la tristeza de quien no quiere soltar aquello que fue lindo y que ya no lo es. Cuando el corazón ha cedido el puesto a la razón y cuando ésta le dice "ya no va", "ya salte de ahí, que te van a lastimar", arrastrar el muerto no es bueno. Pero mi corazón llora, mi corazón llora en desesperanza en soledad, en desesperación, en tener que olvidar aquello que fue lindo, que fue compañía, que fue amistad, que fue momento, que fue ... que fue... pero ya no es.
A ella la conocí un día cualquiera, teníamos un tema en común, y eso me hizo que la buscara. Cuando la vi por primera vez, ella llevaba unas muletas, se había lastimado el tobillo y no podía hacer muchas cosas. Era muy divertido ver su risa de satisfacción, cuando las puertas se le abrían, la gente le ayudaba, todo se lo resolvían, porque a ella le faltaba un pie.
Otro día me invitó a un show, había unos cantantes, un espectáculo de una marca de juguetes pero fue lo más interesante que habíamos vivido, sentados en zona vip, sin serlo, hasta adelante, con toda la comodidad, sin hacer filas, ni esperar turnos, nosotras éramos las primeras, sólo por su pie roto. Ella es menuda, petisa, una hermosa sonrisa venusina, donde todos los dientes están perfectamente alineados, blancos y de una linda textura. Sus ojos dulces azules, suaves, como de niña pequeña. Su cabello escaso, Castaño ensortijado, siempre mal peinado, sostenido por una pinza en la parte de atrás. Ella desaliñada, con ropa cómoda, nada apretado o complicado de llevar, su estilo lánguido, lo mostraba en cada aspecto de su persona. Su cuerpo de grandes caderas y busto prominente, brazos torneados y piernas cortas. Podíamos charlar horas, ella mordiendo sus labios, ya partidos perennemente por su consistente ansiedad que la hacía morderlos repetidamente. Cada tema nos acercaba más, ella parecía comprenderme, adivinarme, parecía tener las palabras que yo necesitaba para mi experiencia de vida, no era necesario que yo preguntara más, o que esperara que el objeto me explicara lo que sentía o qué le sucedía, ella ya me había dicho todo, cada vez que mi objeto salía a relucir, ella tenía las palabras que mi objeto tenía que decir y no decía.
Pasaba el tiempo y seguíamos charlando. Para mi, esa es la vida, charlar, expresar las palabras del alma, porque ellas son las que liberan toda preocupación. Yo con mi certidumbre y mi siempre conocimiento de otros temas, resultaba útil para ella y ella me consultaba para su objeto de vida, nos complementábamos de la mejor manera, nos entendíamos y nos dábamos todo lo que las amigas se tienen que dar. Seguían pasando los meses, si, sólo los meses, porque no todas las amistades duran una vida, ésta se estaba perfilando en una razón, en una razón para resolver las dudas presentes de mi objeto, y hacerme pasar unas horas hermosas. Ella me llamaba por teléfono, y así estaba yo 45 minutos escuchando sus lamentos, todo lo que le sucedía con sus padres, su marido, sus hijos, todo era material para mis oídos y para mi mente para procesar;, todo era tema que su alma se aliviara, y yo... yo escuchaba. Su vida empezó a recrudecerse, su consistente depresión me cansaba, sus temas eran ya irritantes, ya insostenibles. Siempre, cada semana, era el mismo tema, en una variante diferente. Todo el mundo debía vivir a través de su proyección, ella no miraba a sus hijos como entes independientes que crecen con el apoyo de los padres, ellos crecían desde el cristal que ella lo veía, sus amigas eran precisamente las madres de los hijos que su hijo debía tener por amigos, sus relaciones iban solo en torno a su hijo y a la proyección que él tenía de ella. Me daba pena, qué visión patética: "mi hijo, tan parecido a mi físicamente, es quien yo puedo mirar, no hay tema más importante que sus asuntos a través de mis propios ojos". La hija, una hermosa princesa de voz chillona, se enfermaba cuando requería la atención de su madre, sólo estando al filo de la muerte, ella la miraba, la pobre niña vivía a la sombra de su hermoso hermano, a la proyección de la enfermedad que su madre había fincado en ella. Esa era la sinergía, "yo enferma, tu me miras, yo perfecto tu me miras, y ella desaparecía detrás de ese par de proyecciones propias".
Pese a todos su conflictos, yo la quería, la comprendía, sabía que era difícil aceptar todas las enfermedades mentales que acuciaban a esa familia, por generaciones, venía generandose la cadena de dolencias, que a manera de mutaciones se iban enroscando en esa familia. Yo la aceptaba tal cual era, comprendía que si su dolor era vivir con epilepsia, yo bien podría acoger su tristeza y ayudarla a pasar el trago amargo.
Sin embargo algo nos empezaba a separar. Ya me molestaban sus eternas charlas telefónicas, en que yo debía escuchar y escuchar, no había manera de que yo contara mi objeto de vida, porque no encontraba solución, la respuesta venía en proyección a su mismo caso y a lo que a ella le sucedía. Yo esperaba atención, comprensión, objetividad, una palabra de aliento o una palmadita en la espalda, pero no la recibía. Ella se quejaba, y yo escuchaba. Yo me quejaba, y nadie me escuchaba. Así en mi inteligencia intuitiva, aprendí a resolver mi objeto de vida a mi manera, a la forma moderna en que dice que no hay mejor amigo que uno mismo, que no hay mejor compañía que una misma, para resolver cualquier pena.
Un buen día dejó de llamarme por teléfono. ¡Qué maravilla! liberada de sus tormentos depresivos de la semana. Pasado el tiempo, chateando, tocamos un tema álgido, un tema que a mi me importaba, una ley que se quería aprobar en contra de la familia, y en pleno dolor, le comente a ella. Cero apoyo de su parte. Yo sola en mi dolor en mi impotencia, vislumbraba un tema negro en su pasado, tal vez en su familia, un tema tabú que nunca se pudo esclarecer. Yo hubiera agradecido, que al igual que otros temas, éste me lo hubiera comentado con total amplitud, y así, yo con mis ojos abiertos como plato, la garganta seca de impresión, y la respiración entrecortada por las palabras que no vienen, elaborar su asunto y dejarlo pasar como todas las otras cosas que me había contado. Mis oídos tienen un gran bote de basura, donde voy echando todos los secretos que me cuentan, donde se van quedando los detalles, los lugares, todo allí se almacena, hasta que un día se juntan todos los pedazos para hacer un monstruo, que debo sacar en forma de cuento de princesas, o de historias rosas, porque mi mente simple no comprende, no procesa las historias maquiavélicas, las vidas tenebrosas de los seres oscuros y diabólicos. Mi mente rosa, procesaría todos esos temas en forma de un hermoso jardín lleno de flores, árboles y pájaros entonando cánticos en la primavera. Sin embargo, ese tema, ese tabú de su propio pasado, no ocupó parte de mis oídos. Aquella comunicación en que yo buscaba su compasión, su apoyo, quedo desierta, y mi incomprensión y mi dolor sin respuesta, se quedaron impávidos, rogando a Dios, que no se aprobara la ley en contra de la familia, de la que ella en su depresión evasiva, no comprendía la gravedad.
En otra ocasión yo le fallé. No hay manera de complacer siempre a la gente, y con la opción de ver una obra de teatro, o ir a un antro escandaloso, por supuesto que mi mente prefirió la paz y emoción de la obra de teatro. El festejo de su cumpleaños, sí asistí la acompañé un ratito muy pequeño, porque estaba cansada, porque no quería ir al antro, porque la música fuerte me cercena los oídos. En fin que no le cumplí como ella estaba acostumbrada a recibirlo de mi.
Al pasar el tiempo y verla el día de hoy, me encuentro con mi amiga petisa, con su tez blanca, dulces ojos azules, hermosa sonrisa venusina y estilo lánguido y desorganizado, tan lejana como el primer día. Ya no hay la chispa de dos desconocidas, ya no hay la curiosidad de saber algo sobre esa persona, todo se ha dicho, y su depresión constante, su proyección enfermiza, terminaron por separarnos y hacer de lo que alguna vez fue amistad, solo un bello recuerdo que hoy debo acariciar. Sin embargo me duele. Estoy cansada que mi vida todo sean razones momentáneas, razones, que me llevan a un aprendizaje más que a una vida en compañía. Razones que simplemente eso son, momentos hermosos que deben quedar en el pasado, para ir olvidando, y así algún día al abrir el álbum de fotos de la memoria, salga a relucir ese instante, esos escasos meses que nos unieron, y que hoy no se pueden contar en suma, sino en resta. Aferrarse a lo que a uno le molesta, no es bueno, aunque el pasado pese tanto, hoy veo con tristeza que ya no hay lo que había, que eso que nos unía ya se resolvió y no hay mas tema de conversación. Que aquello que yo pensaba era un tema pasajero, como sus depresión consistente, es algo que ahora me molesta, y me aleja de ella. Su egoísmo , su egoísmo. Su carácter de princesa consentida, que le hizo ver el mundo desde su propia proyección, es lo que hoy le hace su gran egoísmo. Yo no quepo en su proyección, mis palabras ya no son más útiles, mis oídos han escuchado suficientes secretos de ella y ahora, debo despedirme con el llanto en los ojos, con el dolor del alma, con el corazón estrujado y el estómago revuelto, con la tristeza de quien no quiere soltar aquello que fue lindo y que ya no lo es. Cuando el corazón ha cedido el puesto a la razón y cuando ésta le dice "ya no va", "ya salte de ahí, que te van a lastimar", arrastrar el muerto no es bueno. Pero mi corazón llora, mi corazón llora en desesperanza en soledad, en desesperación, en tener que olvidar aquello que fue lindo, que fue compañía, que fue amistad, que fue momento, que fue ... que fue... pero ya no es.
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