sábado, 10 de enero de 2015

UNA PARED INFRANQUEABLE

Yo lo venía contemplando desde hacía tiempo, yo esperaba con ansia, acercarme a ese hombre tan cálido. Aquella primera mjrada me había cautivado. Con su actitud tan segura, su caminar pausado, su pelo rizado, y su rostro desdibujado por una semi-penumbra que lo envolvía todo a su alrededor. El hombre, confundido al verme, me ha saludado al estilo europeo, con un beso en cada mejilla; yo a cada movimiento, me desarmaba, cada segundo quería que durara una eternidad....

Sin embargo no tengo ganas de escribir, no tengo deseo de hacer una larga historia, tediosa, que se ha quedado atorada en el tiempo, esperando una y otra vez repetirse. Cada día que pasa, espero, hago algún artilugio, deseo que el destino nos acerque, sin suerte. Nuevamente llega la noche y mis expectativas se van alejando, mi deseo se ve mojado en la soledad, para secarse en la espera. Ese hombre está más lejano que lo que puede estar la tierra del sol. Él es como el sol, su mirada pacífica, curiosa, divertida, traviesa, su actitud pausada y bienvenida, su tacto... oh, vamos, sólo acercarse, ya estoy temblando, desearía que más que dos besos en la mejilla, fueran 3 y 4, todos una y otra vez, repetidos, para que con toda la inocencia y decencia, pueda yo sentir su olor, palpar su piel con mis mejillas. Mi cuerpo se turba cada vez que recuerdo y revivo este encuentro. Un encuentro que ahí, perdido en un momento, en el tiempo se quedará.

Es cuando recuerdo que hay gente honorable, que no todos son sucios, ni malos amigos, embusteros, como tantos hombres que pasan a mi lado. Ellos, con mirada lasciva, con el deseo en la piel y su pantalón con un abultamiento notorio, se me acercan y, sin importar su estado civil, pretenden que me abra y pase todo lo que el cuerpo pide. ¿Será por eso que es este hombre tan deseable?. Con toda la honorabilidad de un caballero, me saluda, pero los sentidos no pueden disimular la atracción, y en sólo un leve contacto, nuestros vellos se erizan de emoción. Siento un leve acercamiento de su cuerpo, son sólo unos segundos, los que el cerebro necesita para estimular todas las terminales nerviosas; su respiración se acelera, y yo al separarme de su saludo social, me encuentro hecha un lío mi respiración entrecortada, mi sonrisa placentera, mi cuerpo en primera velocidad dispuesto para un buen arrancón...., para dejar todo en un amable distanciamiento social, para terminar cada quien por su lado  como corresponde a una sociedad formal que se saluda con amabilidad y sigue su camino como si ese encuentro no se hubiera llevado a cabo.  ¿Será que un hombre que se da a desear, al igual que una mujer, se vuelve más deseable? Yo siempre he sido difícil de complacer, no me permito mucho acercamiento, y así he notado que la insistencia por acercarse, se vuelve más intensa. Disfruto la mirada y la actitud latente de ese que no le he permitido más. En este momento, yo soy la que quiere acercarse, y al igual que yo lo he hecho cientos de veces, encuentro esa pared infranqueable que le permite a un hombre vivir a gusto con su conciencia, con la tranquilidad de saberse dominando sus pasiones, y poder mirar a su esposa e hijos con la claridad de unos ojos limpios.

No hay peor pecado que el que no se supera. Un hombre tan deseable y viril, sólo lo es porque sabe dominar sus instintos, sus deseos, porque con esta actitud su virilidad se hace más marcada y su personalidad más recia. Es normal caer en el pecado, caer en la tentación de dejarse seducir por la situación que lleva al cuerpo por las olas del deseo y buscar satisfacer el deseo más intimo. Podría asegurar que este hombre de labios y saludo invitantes, ha tenido alguna experiencia engañosa, aprovechando la distancia de su esposa, y la apertura de las mujeres. Él en un momento de locura se ha  permitido llevar por lo que el cuerpo pide y así tras una relación que no le llevó a ninguna ganancia, se prometió que nunca se repetiría. De esta forma al mirar algo lindo enfrente, reconoció el cuadro y decidió rechazarlo, al estar claro de las consecuencias. Sólo si ha vivido el engaño, y se ha arrepentido de él, puede tener el valor de sobreponerse a sus deseos y poner frente a sí esa pared infranqueable. Esa pared que me duele, que me lastima, pero que no debe moverse, porque la honorabilidad de una persona, amerita mirar de lejos y admirar todo lo que un gran hombre despierta.

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