La realidad había amanecido, el esposo, con su panza de 50 años, sus ojeras y su cara semi-flácida, despertaba con un nuevo cometido en la vida: Presentarse ante un juzgado por una demanda que desconocía. Mientras se aseaba en la rutina diaria, le daba vueltas a esa situación. ¿Era en verdad tan malo? ¿Qué se le habría pasado por alto para ahora tener que resolver algo tan grave como una demanda de una esposa con la que no había contemplado divorciarse? Todavía molesto, salió a trabajar, no se despidió de ella o de sus hijos, nadie merecía su despedida después de ser agredido tan vehementemente. Subió a su coche último modelo, un Mercedes plateado, de formas sinuosas, el que corresponde a un hombre que ha trabajado fuerte desde joven, y ahora puede darse el lujo de un coche elegante.
La rutina de la oficina, las llamadas y las reuniones con los ejecutivos, lo distrajeron un rato de su pesar, pero para el medio día a la hora de la comida, nuevamente con con el tiempo libre, regreso el mentado papel a su mente. "Necesito un abogado penalista. tiene que ser ajeno a la empresa, no puede ser de confianza, de mi rutina, esto sería un gran chisme para mi buena reputación. Buscar en las páginas amarillas, no, tenía que ser recomendado". Se decía para sí. Así fue a la clásica reunión mensual de ejecutivos de negocios de publicidad, "¿Habrá alguien aquí que me pueda ayudar? Todos somos de esta rama, y fuera de comunicólogos y mercadólogos, no habrá nadie que me ayude." Así iba meditabundo, entrando en el gran edificio, dedicado a estos eventos. Al bajar del auto, en el estacionamiento, se encontró con un amigo del mismo ramo que estaba en otra empresa, así hablando de sus temas de negocios, subieron al elevador, y al salir de éste su compañero se encontró con un amigo. Como era todavía temprano, ambos ejecutivos, tenían tiempo para charlar con este desconocido para el esposo, y se lo presentó
- Salvador te presento a mi gran amigo Mario Torreblanca
- Mucho gusto, soy Salvador De los Cobos, respondió el esposo con la sonrisa socialmente amable
- mi amigo es abogado, y de los buenos, para cuando se te ofrezca, dijo el compañero de publicidad. Al esposo, se le iluminaron los ojos,
- ¿Qué especialidad tienes?
- Soy abogado penalista, respondió Mario Torreblanca.
Así, el esposo le solicitó su tarjeta para consultarlo por un asunto.
-Ahora tengo tiempo, si lo deseas, instó el abogado
El esposo respiró, su premura y su suerte no podían ser mejores, le mostró el citatorio que había recibido el día anterior
- ¿De qué te acusan?
- Lo ignoro, contestó el esposo
-Estás seguro que no es una demanda de divorcio?, increpó el sagaz abogado, quien los artículos estipulados en el citatorio, no le daban alguna información precisa
-el esposo dudó, últimamente había estado ella muy reacia, habían tenido algunas peleas, pero de allí a algo tan serio, no se le ocurría nada
-Algo me dijo ella sobre una demanda de mi hijo,
- ¿Es menor?
- Si respondió el esposo parcamente
- ¿Maltrato infantil acaso? y el abogado clavó los ojos en su cliente en prospecto, para evaluar su conciencia. El esposo dudó, pero su experiencia le hizo poner la cara de circunstancia que corresponde en los negocios.
- Mira Salvador, continuó el abogado, la primera parte de estos casos, es la confianza con tu abogado, aquí no hay el tema de vergüenza o actos reprobatorios, todo se puede resolver con una buena intención..
Así, el esposo, un poco más abierto, le contó sobre sus hijos, su rebeldía y su relación con ellos. El abogado quería saber más, esa información era muy corta, muy llana. Sacando un papel de su portafolios, se lo extendió.
- Salvador, yo me tengo que ir, lee estas preguntas y respóndelas, cuando nos volvamos a ver, charlamos sobre tu caso en base a lo que hayas preparado. El esposo, tragó saliva, demasiado densa para pasarla con suavidad, tuvo que toser para poder seguir hablando. Esto era serio, la realidad lo estaba alcanzando. Dando una rápida ojeada al papel, le extendió la mano y se despidieron.
Esa noche el esposo regresó a casa más serio de lo normal, no toleraba la mirada de su acusadora, ni su compañía. Ella se sentía liberada de toda su carga, ya habían charlado un poco el día anterior, habían tenido un escarceo amoroso, algo que ella realmente agradecía, era sólo ese carácter sulfuroso, lo que la mataba y tenía siempre en jaque. Pasó una noche más, en que ella, sola se fue a dormir sin que acaso sintiera la presencia de su marido durante la noche.
Al despertar, ya estaba junto a ella, dándole la espalda, ella alargó su brazo, sin culpas, y empezó a masajear la espalda y la cabeza, las cosas iban mejor, y él merecía un poco de cariño de parte de ella. Se levantó de la cama mientras él permanecía dormido, fue a despertar a los chicos, se arregló para su rutina del día, y se fue a despedir de él, sabiendo que ella había descargado en él todas las culpas.
- Adiós, marido, le dijo depositando un beso en su mejilla
- ¿Por qué me tocas la espalda? ¿Qué me vas a clavar ahora? le dijo él con el enojo discreto de quien duerme y no tiene el poder de gritar. Ella respiró hondo y repentinamente, no esperaba esa respuesta tan agresiva de él. "Son patadas de ahogado" pensó para sí.
En todo el día no se vieron, ella sólo maquinaba qué hacer en caso de que él le cortara el gasto, cómo ahorrar gasolina o en la comida, o de alguna forma para seguir adelante. Para la noche nuevamente, las miradas de daga, los corazones oprimidos y las actitudes falsas para que los chicos no se enteraran de este tema. El único que sabía algo a mayor profundidad, era el hijo mediano, el poseedor de la querella, quien hubiera recibido un escrutinio médico, pero quien, tampoco comprendía nada, debido a su discapacidad. El pequeño, metido en su mundo, tampoco podía expresar a sus hermanos este asunto, no tenía suficiente vocabulario para explicar las actividades a las que había sido sometido
- ¿A dónde fuiste con mamá? le preguntaron curiosos
- No lo sé, con un señor que me preguntó
- ¿Qué te preguntó?
- No sé. y guardó silencio, sin poder informar a los hermanos de qué trataba todo.
La madre, con discreción había movido las cosas para que ellos no se preocuparan, aunque todo era por su bien, ellos no merecían saber que su padre era malo, que su padre estaba abusando de ellos, que su padre estaba actuando mal. Ellos sólo reaccionaban como un pequeño asustado ante el grito de un adulto, con recelo, con disgusto, desapegándose a un padre violento, que decía quererlos, pero que preferían no molestar con preguntas o demasiada cercanía.
El marido llegó a charlar con ella discretamente. Entraron en su alcoba y así, sin gritos ni sobresaltos, hablaron sobre el tema. El esposo, con la habilidad de un ejecutivo, fue sacando la información, gota a gota, palabra por palabra, para formarse una idea clara de lo que contenía el fondo de esta demanda. Ella explicó brevemente
- Como te lo dije el otro día, tu hijo te está demandando por lesiones, y necesitas presentarte al ministerio publico para resolverlo.
- Yo hablé con mi abogado, y ya me explicó que esto es muy largo, muy complicado esto se va a juicio, a buscar testigos, a comparecer a los niños, se convierte en algo muy largo y tedioso. Yo no tengo dinero para pagar todo este numerito. Por favor, desístete, hay una forma llamada perdón, en donde tu quitas los cargos y todo se olvida. ¿tu no quieres entrar en todo este tema verdad? terminó el marido cauteloso, tratando de explicar de la forma más simple y las palabras más mordaces para que ella se asustara, cosa que logró.
- ¿De qué hablas? respondió ella asustada, pasando saliva, A mi nadie me dijo que esto fuera tan complicado, tras poner la demanda y presentar las pruebas, sólo me dijeron que tú tenías que presentarte con tu abogado, como establece el citatorio, para resolver el problema, agregó ella con gran confusión.
Eso era demasiado, la investigación por maltrato infantil, ya estaba hecha, nadie había hablado de jueces y demás acciones posteriores. Las personas que le habían asesorado, no mencionaron algo así, por lo que ella se asustó, "¿Será esto verdad? Yo no quiero meterme en un largo juicio, lo que yo pretendo, es que mi familia esté sana." pensó para sí.
- Eso no es cierto, a mi nadie me dijo eso, agregó la esposa molesta.
El marido continuó hablando,
-yo ya medité lo que me dijiste, es verdad que me sulfuro con facilidad, no soporto tu pasividad, y eso me violenta, pero si esto le está haciendo mal a todos, estoy dispuesto a cambiar. Ya investigué de un curso de autocontrol para ejecutivos, que voy a tomar, no me conviene a mi, ni a ustedes tampoco, que yo sea así. Me comprometo a cambiar, pero no "con una pistola en la cabeza" presionado por una demanda.
Ella evaluó sus palabras, sonaban verdaderas, parecía que todo iría bien.
- Creo, continuó el marido, que podemos ir antes de la cita, a que te desistas.
- Está bien, dijo ella, mañana me acompañas y charlamos con el abogado de ministerio público, dijo aliviada, y un poco asustada sólo de pensar en lo que se había metido. Él calmado y pausado, como quien ha resuelto un grave asunto, la miró, le dio un beso en el cuello y salió del cuarto.
Ella se quedó sola, tenía frío, metida en su cama, dudaba, "¿así tan fácil se resuelve? Él no es así, él pelea más, hace más aspavientos, hace dramas, grita pega, y esto ya quedó simplemente?". Ella dudaba, pero el frío y el cansancio del día, la sumergieron en sus largos sueños. El sueño de esa noche era muy extraño "Ella estaba de viaje y encontraba un producto que se mantenía caliente sólo, era un cuadro de dos piezas, dentro había una materia blanca, como pan, que se abría y cerraba por unas bisagras, y despedía mucho calor; se podía recalentar en el microondas. Siempre permanecía caliente y emanaba mucho calor. Era importante que se mantuviera caliente, esa era su gracia. Por alguna razón, ella iba a buscar más de eso. Había un muchacho que estaba cerca de ella, se cruzaban constantemente, parecía que buscaban lo mismo o coincidía el lugar de búsqueda, éste también buscaba algo con avidez era un joven de unos 15 años. Al llegar al lugar en donde estaba aquello que ella buscaba, se encontraba con huevos de pascua puestos para él y sus hermanos o para su familia. Ella decía "mira cuántos huevos te puso tu papá" y los hijos de ella escuchaban, como rompiendo el secreto del "conejo de pascua". Ella tomaba uno pero seguía en su búsqueda. ¿Qué significaba el sueño? ¿Qué buscaba ella con avidez?. ¿Qué símbolo traía el joven? Algo que la hizo enojar tanto que al amanecer, su uña del dedo mayor, que simboliza enojo, amaneció rota. Tal vez eso que se mantiene caliente es la tristeza en la que ella vivía día con día, la que buscaba porque le gustaba, o porque no sabía vivir sin ella. El joven sería la avidez y la curiosidad de la juventud que como su guía, le mostraba que debía buscar la vida que un huevo de pascua simboliza, en vez de aquello tan caliente, que aparentemente era bueno. Sin embargo no olvidaba, que se había enojado tanto que se le había roto la uña del enojo, durante el sueño. ¿Sería eso una premonición?
La rutina de la oficina, las llamadas y las reuniones con los ejecutivos, lo distrajeron un rato de su pesar, pero para el medio día a la hora de la comida, nuevamente con con el tiempo libre, regreso el mentado papel a su mente. "Necesito un abogado penalista. tiene que ser ajeno a la empresa, no puede ser de confianza, de mi rutina, esto sería un gran chisme para mi buena reputación. Buscar en las páginas amarillas, no, tenía que ser recomendado". Se decía para sí. Así fue a la clásica reunión mensual de ejecutivos de negocios de publicidad, "¿Habrá alguien aquí que me pueda ayudar? Todos somos de esta rama, y fuera de comunicólogos y mercadólogos, no habrá nadie que me ayude." Así iba meditabundo, entrando en el gran edificio, dedicado a estos eventos. Al bajar del auto, en el estacionamiento, se encontró con un amigo del mismo ramo que estaba en otra empresa, así hablando de sus temas de negocios, subieron al elevador, y al salir de éste su compañero se encontró con un amigo. Como era todavía temprano, ambos ejecutivos, tenían tiempo para charlar con este desconocido para el esposo, y se lo presentó
- Salvador te presento a mi gran amigo Mario Torreblanca
- Mucho gusto, soy Salvador De los Cobos, respondió el esposo con la sonrisa socialmente amable
- mi amigo es abogado, y de los buenos, para cuando se te ofrezca, dijo el compañero de publicidad. Al esposo, se le iluminaron los ojos,
- ¿Qué especialidad tienes?
- Soy abogado penalista, respondió Mario Torreblanca.
Así, el esposo le solicitó su tarjeta para consultarlo por un asunto.
-Ahora tengo tiempo, si lo deseas, instó el abogado
El esposo respiró, su premura y su suerte no podían ser mejores, le mostró el citatorio que había recibido el día anterior
- ¿De qué te acusan?
- Lo ignoro, contestó el esposo
-Estás seguro que no es una demanda de divorcio?, increpó el sagaz abogado, quien los artículos estipulados en el citatorio, no le daban alguna información precisa
-el esposo dudó, últimamente había estado ella muy reacia, habían tenido algunas peleas, pero de allí a algo tan serio, no se le ocurría nada
-Algo me dijo ella sobre una demanda de mi hijo,
- ¿Es menor?
- Si respondió el esposo parcamente
- ¿Maltrato infantil acaso? y el abogado clavó los ojos en su cliente en prospecto, para evaluar su conciencia. El esposo dudó, pero su experiencia le hizo poner la cara de circunstancia que corresponde en los negocios.
- Mira Salvador, continuó el abogado, la primera parte de estos casos, es la confianza con tu abogado, aquí no hay el tema de vergüenza o actos reprobatorios, todo se puede resolver con una buena intención..
Así, el esposo, un poco más abierto, le contó sobre sus hijos, su rebeldía y su relación con ellos. El abogado quería saber más, esa información era muy corta, muy llana. Sacando un papel de su portafolios, se lo extendió.
- Salvador, yo me tengo que ir, lee estas preguntas y respóndelas, cuando nos volvamos a ver, charlamos sobre tu caso en base a lo que hayas preparado. El esposo, tragó saliva, demasiado densa para pasarla con suavidad, tuvo que toser para poder seguir hablando. Esto era serio, la realidad lo estaba alcanzando. Dando una rápida ojeada al papel, le extendió la mano y se despidieron.
Esa noche el esposo regresó a casa más serio de lo normal, no toleraba la mirada de su acusadora, ni su compañía. Ella se sentía liberada de toda su carga, ya habían charlado un poco el día anterior, habían tenido un escarceo amoroso, algo que ella realmente agradecía, era sólo ese carácter sulfuroso, lo que la mataba y tenía siempre en jaque. Pasó una noche más, en que ella, sola se fue a dormir sin que acaso sintiera la presencia de su marido durante la noche.
Al despertar, ya estaba junto a ella, dándole la espalda, ella alargó su brazo, sin culpas, y empezó a masajear la espalda y la cabeza, las cosas iban mejor, y él merecía un poco de cariño de parte de ella. Se levantó de la cama mientras él permanecía dormido, fue a despertar a los chicos, se arregló para su rutina del día, y se fue a despedir de él, sabiendo que ella había descargado en él todas las culpas.
- Adiós, marido, le dijo depositando un beso en su mejilla
- ¿Por qué me tocas la espalda? ¿Qué me vas a clavar ahora? le dijo él con el enojo discreto de quien duerme y no tiene el poder de gritar. Ella respiró hondo y repentinamente, no esperaba esa respuesta tan agresiva de él. "Son patadas de ahogado" pensó para sí.
En todo el día no se vieron, ella sólo maquinaba qué hacer en caso de que él le cortara el gasto, cómo ahorrar gasolina o en la comida, o de alguna forma para seguir adelante. Para la noche nuevamente, las miradas de daga, los corazones oprimidos y las actitudes falsas para que los chicos no se enteraran de este tema. El único que sabía algo a mayor profundidad, era el hijo mediano, el poseedor de la querella, quien hubiera recibido un escrutinio médico, pero quien, tampoco comprendía nada, debido a su discapacidad. El pequeño, metido en su mundo, tampoco podía expresar a sus hermanos este asunto, no tenía suficiente vocabulario para explicar las actividades a las que había sido sometido
- ¿A dónde fuiste con mamá? le preguntaron curiosos
- No lo sé, con un señor que me preguntó
- ¿Qué te preguntó?
- No sé. y guardó silencio, sin poder informar a los hermanos de qué trataba todo.
La madre, con discreción había movido las cosas para que ellos no se preocuparan, aunque todo era por su bien, ellos no merecían saber que su padre era malo, que su padre estaba abusando de ellos, que su padre estaba actuando mal. Ellos sólo reaccionaban como un pequeño asustado ante el grito de un adulto, con recelo, con disgusto, desapegándose a un padre violento, que decía quererlos, pero que preferían no molestar con preguntas o demasiada cercanía.
El marido llegó a charlar con ella discretamente. Entraron en su alcoba y así, sin gritos ni sobresaltos, hablaron sobre el tema. El esposo, con la habilidad de un ejecutivo, fue sacando la información, gota a gota, palabra por palabra, para formarse una idea clara de lo que contenía el fondo de esta demanda. Ella explicó brevemente
- Como te lo dije el otro día, tu hijo te está demandando por lesiones, y necesitas presentarte al ministerio publico para resolverlo.
- Yo hablé con mi abogado, y ya me explicó que esto es muy largo, muy complicado esto se va a juicio, a buscar testigos, a comparecer a los niños, se convierte en algo muy largo y tedioso. Yo no tengo dinero para pagar todo este numerito. Por favor, desístete, hay una forma llamada perdón, en donde tu quitas los cargos y todo se olvida. ¿tu no quieres entrar en todo este tema verdad? terminó el marido cauteloso, tratando de explicar de la forma más simple y las palabras más mordaces para que ella se asustara, cosa que logró.
- ¿De qué hablas? respondió ella asustada, pasando saliva, A mi nadie me dijo que esto fuera tan complicado, tras poner la demanda y presentar las pruebas, sólo me dijeron que tú tenías que presentarte con tu abogado, como establece el citatorio, para resolver el problema, agregó ella con gran confusión.
Eso era demasiado, la investigación por maltrato infantil, ya estaba hecha, nadie había hablado de jueces y demás acciones posteriores. Las personas que le habían asesorado, no mencionaron algo así, por lo que ella se asustó, "¿Será esto verdad? Yo no quiero meterme en un largo juicio, lo que yo pretendo, es que mi familia esté sana." pensó para sí.
- Eso no es cierto, a mi nadie me dijo eso, agregó la esposa molesta.
El marido continuó hablando,
-yo ya medité lo que me dijiste, es verdad que me sulfuro con facilidad, no soporto tu pasividad, y eso me violenta, pero si esto le está haciendo mal a todos, estoy dispuesto a cambiar. Ya investigué de un curso de autocontrol para ejecutivos, que voy a tomar, no me conviene a mi, ni a ustedes tampoco, que yo sea así. Me comprometo a cambiar, pero no "con una pistola en la cabeza" presionado por una demanda.
Ella evaluó sus palabras, sonaban verdaderas, parecía que todo iría bien.
- Creo, continuó el marido, que podemos ir antes de la cita, a que te desistas.
- Está bien, dijo ella, mañana me acompañas y charlamos con el abogado de ministerio público, dijo aliviada, y un poco asustada sólo de pensar en lo que se había metido. Él calmado y pausado, como quien ha resuelto un grave asunto, la miró, le dio un beso en el cuello y salió del cuarto.
Ella se quedó sola, tenía frío, metida en su cama, dudaba, "¿así tan fácil se resuelve? Él no es así, él pelea más, hace más aspavientos, hace dramas, grita pega, y esto ya quedó simplemente?". Ella dudaba, pero el frío y el cansancio del día, la sumergieron en sus largos sueños. El sueño de esa noche era muy extraño "Ella estaba de viaje y encontraba un producto que se mantenía caliente sólo, era un cuadro de dos piezas, dentro había una materia blanca, como pan, que se abría y cerraba por unas bisagras, y despedía mucho calor; se podía recalentar en el microondas. Siempre permanecía caliente y emanaba mucho calor. Era importante que se mantuviera caliente, esa era su gracia. Por alguna razón, ella iba a buscar más de eso. Había un muchacho que estaba cerca de ella, se cruzaban constantemente, parecía que buscaban lo mismo o coincidía el lugar de búsqueda, éste también buscaba algo con avidez era un joven de unos 15 años. Al llegar al lugar en donde estaba aquello que ella buscaba, se encontraba con huevos de pascua puestos para él y sus hermanos o para su familia. Ella decía "mira cuántos huevos te puso tu papá" y los hijos de ella escuchaban, como rompiendo el secreto del "conejo de pascua". Ella tomaba uno pero seguía en su búsqueda. ¿Qué significaba el sueño? ¿Qué buscaba ella con avidez?. ¿Qué símbolo traía el joven? Algo que la hizo enojar tanto que al amanecer, su uña del dedo mayor, que simboliza enojo, amaneció rota. Tal vez eso que se mantiene caliente es la tristeza en la que ella vivía día con día, la que buscaba porque le gustaba, o porque no sabía vivir sin ella. El joven sería la avidez y la curiosidad de la juventud que como su guía, le mostraba que debía buscar la vida que un huevo de pascua simboliza, en vez de aquello tan caliente, que aparentemente era bueno. Sin embargo no olvidaba, que se había enojado tanto que se le había roto la uña del enojo, durante el sueño. ¿Sería eso una premonición?
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