He estado muy triste. No hay camino que pueda recorrer, que me lleve a encontrar un solaz, un espacio que me consuele. Por eso no escribo aquí. Escribo en un papel, donde pueda yo releer mis pensamientos, para luego romperlos, y no dejar más trayectoria de mi en ningún momento. Esa tristeza que me alberga, no me permite vivir. No permite a Zafiro Azul crear, ni embelesar, o tal vez entretener a algún distraído lector. Ya no hay algún estímulo que ayude a mi creatividad y me haga escribir algo divertido. Los símbolos son muy complicados, ya tiene cada uno una historia. Ya no es una frase, un color o un sentimiento. Se ha tornado en algo diferente. Es curiosos cómo todo tiene su momento y su espacio y en ese debemos aprender a vivir mientras dure. Sin embargo darse cuenta es triste. Era bello cuando inventaba yo mi vida. Cuando inventaba yo al mago. Cada año, ha tenido algo que me sorprende que saca algo desconocido de mi. Sin embargo, este año de recoger cosechas, no; este es mi año 8 donde está el fin de un ciclo muy cercano y la cosecha se verá tras 8 años de largo laburo, de esfuerzo y esperar resultados maravillosos. Este año me ha sacado de mi interior y me ha llevado a fiestas. Así es. De fiesta en fiesta vivo. De fiesta en fiesta escucho a la gente y me pierdo en tantos comentario superficiales y la música que no lleva a ningún lado.
Tal vez el poder de la sociabilidad no es lo mío, porque eso me mantiene triste. No me puedo quejar. Es hermoso haber logrado algo que se me ha dificultado con tanta frecuencia. El socializar, hablar de boludeces y reírse hasta desternillarse, es muy divertido, es muy relajante, pero no acrecenta, no aumenta mi voluntad, ni mi ánimo, ni mi gusto por simplemente escribir. Como quien lo hace en una tarde de verano. Quien camina por la costanera del sur y se sienta en una banca a mirar los transeúntes, la contaminación de los colectivos, y ahí entre la brisa y el temor de que un hambriento venga a quitarte la paz, sentarse, disfrutar el viento otoñal, el viento que enfría las ideas, pero que todavía calmo relaja el espíritu y el estres de ese verano ardiente, que de pronto recuerda que no quiere irse, que todavía debe permanecer calentando nuestras pieles. Es ahí donde me gustaría estar, sentada en mi soledad en una banca en cualquier rincón de Buenos Aires. Y sin embargo, no. Estoy de superficial divirtiéndome entre fiestas y gente, recordando los buenos momentos, y bebiendo aquellos licores que distraen y hacen pasar los momentos agradables.
Sin embargo, esos momentos, no son realmente entretenidos, no me están consolando, ni ayudando a resolver mi situación real. Ellos son solamente distractores, que en verdad me hacen vivir otra faceta, pero que no le ayudan a mi querido personaje a crear y a sentirse importante.
Tal vez el poder de la sociabilidad no es lo mío, porque eso me mantiene triste. No me puedo quejar. Es hermoso haber logrado algo que se me ha dificultado con tanta frecuencia. El socializar, hablar de boludeces y reírse hasta desternillarse, es muy divertido, es muy relajante, pero no acrecenta, no aumenta mi voluntad, ni mi ánimo, ni mi gusto por simplemente escribir. Como quien lo hace en una tarde de verano. Quien camina por la costanera del sur y se sienta en una banca a mirar los transeúntes, la contaminación de los colectivos, y ahí entre la brisa y el temor de que un hambriento venga a quitarte la paz, sentarse, disfrutar el viento otoñal, el viento que enfría las ideas, pero que todavía calmo relaja el espíritu y el estres de ese verano ardiente, que de pronto recuerda que no quiere irse, que todavía debe permanecer calentando nuestras pieles. Es ahí donde me gustaría estar, sentada en mi soledad en una banca en cualquier rincón de Buenos Aires. Y sin embargo, no. Estoy de superficial divirtiéndome entre fiestas y gente, recordando los buenos momentos, y bebiendo aquellos licores que distraen y hacen pasar los momentos agradables.
Sin embargo, esos momentos, no son realmente entretenidos, no me están consolando, ni ayudando a resolver mi situación real. Ellos son solamente distractores, que en verdad me hacen vivir otra faceta, pero que no le ayudan a mi querido personaje a crear y a sentirse importante.
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