Finalmente sábado llegué al mar. Era muy temprano, recien eran las 8 de la mañana, tenía una invitación a brunch a las 9.30. "¿Qué? ¿Ir a comer en vez de ver el mar? ¿En vez de disfrutar aquello que tanto anhelo ver desde ayer a esta misma hora? He esperado tantas horas que se me antoja demasiado ir a mirar el mar color pileta.
Recuerdo la última vez que estuve, estaba nublado pero muy soleado y el efecto de reflejo le quitaba la profundidad al cielo y al horizonte. Yo miraba a la gente que nadaba como si fuera una pileta enorme. El color del agua era azul caribe, verde claro un poco turquesa un azul hermosísimo que combinado con la arena blanca de Miami daba un cuadro muy especial.
Estaciono el auto, dejo la ropa sobrante y me quedo con el bañador y una remera encima, el viento es muy frío y no quiero enfermarme. Pago 1 hora de estacionamiento. Me acerco al mar.
El sol está muy fuerte, el viento frío y las nubes dan un espectáculo de cuadro impresionante, ese que no puedes dejar de ver, que miras tratando de entender para no olvidar cada detalle. Empiezo a caminar, guardo mis pertenencias en mi bolsa de playa me asustó un letrero "cuide sus pertenencias, no deje nada de valor en el auto". Realmente si deje muchas cosas, espero que Dios me lo cuide porque no he tenido cuidado de llevarme todos mis valores. Sin embargo, lo que llevo a la playa lo cargo, mientras camino.
La playa está hermosa, es a la altura de Hallandale Beach una playa muy nueva y bien cuidada. Voy caminando y miro el mar. mmmmm. Ya me habían dicho que estaba muy picado, pero para mi gusto las olas no están mas altas que de costumbre, me acerco a la orilla, no porque la arena esté caliente, a las 9 de la mañana el sol no la ha calentado tanto, sino para probar la temperatura: está fría. No helada, no es de pingüinos, pero si ahuyenta. Mis pies se van acostumbrando a la temperatura. No camino donde hay olas, solo recibo la última relamida de ellas, no quiero que nada me distraiga de mi caminata, de mirar gente, de mirar las cosas que solo se disfrutan en esta playa.
Miro cañas clavadas en la arena, tengo que pasar cerca de ellas para no enredarme en el hilo. Miro los pescadores, todos abuelos muchos rusos. Algunos sentados esperando la presa, otros buscando carnada. Aquellos que buscan carnada llevan unas redes metálicas curiosas que meten a la última ola, y dentro de la arena, ella trae pequeños cangrejitos y moluscos rosados que encantan a las presas de los pescadores. Me llama la atención un pescador: un joven rubio como de unos 30 años, gran cuerpo. Lo admiro. Es extraño ver esos especímenes tan jóvenes, generalmente están tirados tomando el sol o volando en los parapentes. Sigo de largo.
Me encuentro también con algun buscador de oro, esos que llevan unos audífonos y un palo con un sensor, cuando escuchan algo, empiezan a escarbar con la mano libre. Nunca han encontrado nada, según me dijo alguno con quien alguna vez charlé. Seguramente anillos y valores que la gente porta en el mar y las olas al revolcar arrebata, pero dudo que hoy haya algo realmente valioso.
Observo que la arena está llena de corales y algas de diferentes colores: los hay de tubo, de palos, color café y verde oscuro. Solamente en esta playa los he visto, más adelante en Sunny Isles Beach no los había visto. Tal vez sea la época del mar en que echa estas muestras de seres a la playa.
Mas adelante veo la cosa mas hermosa: un castillo de arena. Me detengo a mirarlo. Tiene varias torres, bardas y patios, es una forma ovalada, las torres están cada una ubicada en un lugar diferente, no están enfrentadas, cada una recibe el agua, las olas y ayuda al castillo a permanecer. Lo veo decorado con corales y animales. El constructor: un papá con sus chicos de 2 y 3 años. El papá con esmero hace las torres, las bardas, los niños traen arena, agua, y corales muertos. El papá estéticamente acomoda cada cosa que los chicos traen, haciendo un verdadero palacio. No cuenta con herramientas maravillosas, no se ven palas ni cubetas tiradas por doquier. Tras un rato de mirar y admirar elogio al señor: "usted es un arquitecto", -"así es", me responde. ¿en verdad será arquitecto? Creo que es un buen lugar para diseñar casitas artísticas, detalles especiales que uno encuentra en los hermosos edificios llenos de departamentos que han venido haciendo en todo South Beach.
Lo más encantador es ver un bebé de 2 años o 1 persiguiendo olas. Haciendo la rutina que hace que sus neuronas recuerden cada cosa que va viviendo. Camina hacia el mar, se agacha a tomar el agua, se va la ola va a perseguirla y mamá va tras ella, la trae a la orilla ella se detiene a mirar el mar para reanudar la rutina: perseguir la ola, tomar el agua, correr hacia el mar, mamá irla a salvar detenerse a mirar y nuevamente el paso número uno. La cara de fastidio y cansancio de la mamá indican que esa rutina la está cansando, pero finalmente ese es el trabajo que ella debe hacer en el mar.
Voy caminando y me percato en el reloj que es momento de regresar, quiero ir a buscar un asiento donde escribir antes de que el reloj del parquímetro se haya vencido.
Llego a unos camastros y me siento. Miro a un joven rubio que habla con la gente yo creo que ese es el vendedor. Me hago tonta mirando el mar. Necesito descansar. He caminado una hora y estoy cansada. El joven se me acerca: "estos son para rentar. 2 camastros con sombrilla y cojines por 10 dólares la hora o 30 todo el día" -"Pero yo ya me voy", le contesto "solamente necesito 10 minutos. No me gusta el sol sabes? No me gusta acostarme a tomarlo. No me bronceo, me pongo roja y luego a la blancura nuevamente". -"Oh, se de que me hablas mirame a mi, los muslos se me ponen rojos" - "pero mira tus brazos, están bronceados"le respondo tras observar su poco bronceado cuerpo. Tras esta breve charla, me dice "mira esto es un negocio, te lo rento por 2 dólares". Como no pienso pararme, los busco, pero no los llevo, y no le pago. Entonces se levanta y de despedida me dice "si decides cambiar de opinión me buscas, ok"?
Escribo unas líneas, descanso, respiro, miro el mar y .... el reloj. Solamente me quedan 10 minutos. Hora de irse. Miro el mar por última vez, siento la brisa fría que corre por el pasillo cubierto de palapas y me dirijo a mi auto. Aquí ya no hay mas que hacer.
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