Existía en la comarca una serpiente, estaba preocupada porque le gustaba ser vegetariana, deseaba a toda Costa comer plantas, cada vez que podia se comia una planta, o un trébol, de los que crecen en la Tierra naturalmente. Le fascinaba su sabor, realmente se sentia invadida por ese sabor dulce, agrio y suave, ese aroma que aún sin tener olfato, le agradaba tanto a su paladar. Sin embargo al poco rato se sentía mal. Su cuerpo está hecho para digerir cosas como animales, conejos, ratones, cualquier especie que se mueva, que requiera de apretar para seducir atrapar, arastrar y comer. Los resultados eran muy poco retadores, se sentía indigesta.... Ella vivía estirada, no tenía el instinto de enroscarse para atacar, su sentido de vida era vivir estirada, sólo moviéndose, y culpando al mundo por su desgracia, de su desdicha de que ella tuviera que moverse de esta forma, y no recibir lo que todas las otras serpientes recibían. Iba por el mundo amargada, resentida, no tenía la voluntad de acerarse a las otras serpientes, porque sentía que le quitaban la energía, que ellos la dominaban; justificaba su condición y prefería vivir resentida, que encontrar una solución. No quería ser dominada por ellas, ella quería tener su propia personalidad a como diera lugar. Un día se encontró con la serpiente vecina y la confrontó.
La serpiente vecina era un animal que crecía de a poco, que había vivido guardada en su guarida, y comía y sobrevivía lentamente, ella sabía de instinto, ella conocía de vida, aunque no sabía de las ventajas que era vivir siempre estirada. La serpiente vecina sentía gran admiración por la serpiente estirada, una serpiente, cuando está estirada, es porque tiene todo, porque ya comió, porque no requiere de compañía, porque tiene todas sus necesidades cubiertas, y aunque no le tenía envidia, sí pensaba que era de otro mundo, o era como un semi-dios que podía vivir estirada siempre, sin necesidad de preocuparse por sobrevivir.
Ese día cuando la serpiente estirada, se acercó a la vecina, la vecina estaba emocionada, finalmente hablaría con el semi-Dios.
- Vecina serpiente ¿Cómo te llamas?
- Coralillo - le dijo la serpiente estirada, con resentimiento. Y tú?
- Yo soy Anaconda - respondió la vecina extrañada. La vecina al recibir el sentimiento del resentimiento, se adelantó a preguntar ¿Por qué vives siempre estirada? ¿Cómo le haces para comer? ¿Tienes un método especial para cazar? ¿Será que las presas te llegan solas?
- ¿De qué hablas? - Preguntó Coralillo, la serpiente estirada, con curiosidad - ¿Por qué piensas que las presas me llegan solas? ¿Cuáles presas? Yo como plantas.
- ¿Plantas? - abrió los ojos impresionada Anaconda - las serpientes no comemos plantas.
- No te entiendo, - expresó Coralillo confundida - yo siempre he comido plantas, porque son muy fáciles de alcanzar, porque no me tengo que esforzar para comerlas.
Anaconda no cabía de la impresión al escuchar la respuesta de su vecina la serpiente estirada, - ¿Llevas toda tu vida comiendo plantas?
- Así es. - Contestó Coralillo. Son muy buenas, los tréboles, son agrios, y esas hojas de por allá son dulces y fuertes.
Anaconda se compadeció de Coralillo, la serpiente estirada. Ella la serpiente más venenosa de la comarca, ¿comiendo plantas? - Coralillo no puedo entender que no hayas conocido tu esencia. Eres tan venenosa, puedes atacar a quien quieras y el mundo entero te teme, eres fuerte, sagaz, y ¿no lo sabes?
- No. Es que salir al mundo me quita mi energía. Prefiero estar estirada en mi cueva. Comiendo plantas soy muy feliz, me llena de felicidad hacer esto.
- Lo siento mucho Coralillo, tengo que informarte que toda tu vida has estado equivocada, te has ido por el camino fácil, y no has desarrollado tu fuerza, tu personalidad, no has aprendido nada de la vida.
- Pero, así estoy bien, no necesito ser otra cosa, ni hacer nada más, - contestó Coralillo levantando juntando las cejas en resentimiento.
- Coralillo, yo pensaba que comías un gran animal que te saciaba más que a mí, que no necesitabas de nada porque estás siempre estirada. ¿Sabes? Yo cuando como, cuando estoy satisfecha y he comido bien, me mantengo estirada , y cuando empiezo a sentir hambre, me empiezo a enrollar, a enroscar, empiezo a prepararme para mi siguiente presa - Anaconda le explicaba que podía enredarse para sacar fuerza, que podía conseguir presas grandes porque sólo con inyectarles el veneno, quedaban listos para ella. simplemente enrollándose podría estar lista para atacar.
- ¿Enrollarse? Qué flojera, eso es muy cansado, mejor como plantas y no me esfuerzo ni le hago daño a nadie.
- Coralillo, estás yendo contra tu naturaleza y lo vas a pagar caro. De ti, se espera que seas agresiva, que ataques a tus presas, ¡no que comas plantas!
Coralillo se quedó pensativa, pero ¿Cómo enrollarse? ¿Tendría ella la capacidad de hacer lo que su naturaleza le daba? ¿Podría ella ser como las demás serpientes? ¿Le daba algún beneficio hacer las cosas como se esperaba de ella, y no ir en contra de la corriente?
Continuará....
La serpiente vecina era un animal que crecía de a poco, que había vivido guardada en su guarida, y comía y sobrevivía lentamente, ella sabía de instinto, ella conocía de vida, aunque no sabía de las ventajas que era vivir siempre estirada. La serpiente vecina sentía gran admiración por la serpiente estirada, una serpiente, cuando está estirada, es porque tiene todo, porque ya comió, porque no requiere de compañía, porque tiene todas sus necesidades cubiertas, y aunque no le tenía envidia, sí pensaba que era de otro mundo, o era como un semi-dios que podía vivir estirada siempre, sin necesidad de preocuparse por sobrevivir.
Ese día cuando la serpiente estirada, se acercó a la vecina, la vecina estaba emocionada, finalmente hablaría con el semi-Dios.
- Vecina serpiente ¿Cómo te llamas?
- Coralillo - le dijo la serpiente estirada, con resentimiento. Y tú?
- Yo soy Anaconda - respondió la vecina extrañada. La vecina al recibir el sentimiento del resentimiento, se adelantó a preguntar ¿Por qué vives siempre estirada? ¿Cómo le haces para comer? ¿Tienes un método especial para cazar? ¿Será que las presas te llegan solas?
- ¿De qué hablas? - Preguntó Coralillo, la serpiente estirada, con curiosidad - ¿Por qué piensas que las presas me llegan solas? ¿Cuáles presas? Yo como plantas.
- ¿Plantas? - abrió los ojos impresionada Anaconda - las serpientes no comemos plantas.
- No te entiendo, - expresó Coralillo confundida - yo siempre he comido plantas, porque son muy fáciles de alcanzar, porque no me tengo que esforzar para comerlas.
Anaconda no cabía de la impresión al escuchar la respuesta de su vecina la serpiente estirada, - ¿Llevas toda tu vida comiendo plantas?
- Así es. - Contestó Coralillo. Son muy buenas, los tréboles, son agrios, y esas hojas de por allá son dulces y fuertes.
Anaconda se compadeció de Coralillo, la serpiente estirada. Ella la serpiente más venenosa de la comarca, ¿comiendo plantas? - Coralillo no puedo entender que no hayas conocido tu esencia. Eres tan venenosa, puedes atacar a quien quieras y el mundo entero te teme, eres fuerte, sagaz, y ¿no lo sabes?
- No. Es que salir al mundo me quita mi energía. Prefiero estar estirada en mi cueva. Comiendo plantas soy muy feliz, me llena de felicidad hacer esto.
- Lo siento mucho Coralillo, tengo que informarte que toda tu vida has estado equivocada, te has ido por el camino fácil, y no has desarrollado tu fuerza, tu personalidad, no has aprendido nada de la vida.
- Pero, así estoy bien, no necesito ser otra cosa, ni hacer nada más, - contestó Coralillo levantando juntando las cejas en resentimiento.
- Coralillo, yo pensaba que comías un gran animal que te saciaba más que a mí, que no necesitabas de nada porque estás siempre estirada. ¿Sabes? Yo cuando como, cuando estoy satisfecha y he comido bien, me mantengo estirada , y cuando empiezo a sentir hambre, me empiezo a enrollar, a enroscar, empiezo a prepararme para mi siguiente presa - Anaconda le explicaba que podía enredarse para sacar fuerza, que podía conseguir presas grandes porque sólo con inyectarles el veneno, quedaban listos para ella. simplemente enrollándose podría estar lista para atacar.
- ¿Enrollarse? Qué flojera, eso es muy cansado, mejor como plantas y no me esfuerzo ni le hago daño a nadie.
- Coralillo, estás yendo contra tu naturaleza y lo vas a pagar caro. De ti, se espera que seas agresiva, que ataques a tus presas, ¡no que comas plantas!
Coralillo se quedó pensativa, pero ¿Cómo enrollarse? ¿Tendría ella la capacidad de hacer lo que su naturaleza le daba? ¿Podría ella ser como las demás serpientes? ¿Le daba algún beneficio hacer las cosas como se esperaba de ella, y no ir en contra de la corriente?
Continuará....
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