El tiempo pasaba y el marido parecía salir nuevamente victorioso. El miedo la hacía actuar, ella no se atrevía a entregar el papel, los pretextos surgían solos "mejor se lo doy yo, la comandancia está muy lejos...pero entonces va a repetirse lo del centro familiar, y no va a asistir" dudaba la madre nuevamente. "Debo entregarlo a la policía, pero...." Ella estaba sola, nadie la apoyaba, nadie la acompañaba, no había un abogado, una amiga, un alguien que la hiciera fuerte, pero eso no importaba, era un tema familiar, meter a más gente, sería complicar las cosas.
Con el corazón dolorido, decidió acudir a una vieja amiga, no estaba bien que la involucrara, si el marido sabía que ella la había ayudado, le haría la ley del hielo, y la mala onda, como lo hacía con todos los amigos de ella, pero Carlota debía buscar un apoyo, sentir que alguien la acompañaba.
La amiga, Angela, al escuchar toda su versión le dijo "qué valiente eres, con el MP no se juega, ellos van a hacer que se presente a como dé lugar." Carlota tragó saliva, una bola que le cayó en el estómago del peso de unos cuantos kilos. "No vayas sola, yo te acompaño" replicó la amiga. "Tienes que decidir si estás preparada para llevarlo hasta las últimas consecuencias, aquí no hay el que me arrepiento, si entregas el papel, ya no hay marcha atrás, pero piensa, si vale la pena por tus hijos o por él. Amiga a él no le conviene semejante acusación, él necesita tener su nombre limpio, tu ganas más que él. Sigue adelante.. ¿Cuándo tienes la cita?" las palabras reconfortantes de la amiga, le dieron un respiro a Carlota, "el 15 de diciembre" respondió ella presta. "Creo que es mal momento, te vas a pasar una pésima Navidad. Retrásalo hasta enero, ya pasaron las fiestas, ya será después de vacaciones, ya no hay de qué preocuparse". uff, qué respiro, tendría Carlota más tiempo para tomar fuerza, podría relajarse y ver las cosas más objetivas. Mientras tanto Carlota lo convencería a él de que pidiera ayuda psicológica, que Eduardo hiciera algo por su mejora personal, poniendo ejemplos sobre su forma de enojarse, su forma de maltratar a los niños. Sin embargo él, decía "no" como respuesta. Su temor era tal, que no tenía ninguna intención de afrontarlo. La respuesta fue una sulfuración instantánea ante cualquier problema con los niños. Ya no sólo era el hombre con el arma, con el látigo en casa, el hombre maldito que les decía ."te voy a pegar con la hebilla para que te duela", ahora esta misma escena se repetía en lugares públicos, ya era el sulfuramiento sentado en un restaurante, y desabrocharse la hebilla para que ellos vieran que iba en serio. La esposa, observaba con susto esta actitud, y se preguntaba si los atacaría en público, donde la gente lo pudiera ver. "¿En verdad se siente tan fuerte? Ojalá, así vendrá alguien, y lo atacará a él, habrá alguien que lo acuse y me salve el pellejo" pensaba la esposa asustada, esperando el momento de callarlo. Sin embargo él era muy listo, no podía hacerse tan público el maltrato para que su buena imagen se viera afectada. Tal vez, en este caso, el maltrato psicológico era el rey, dolía más su mirada castigadora, sus palabras hirientes que salían de esa boca azufrosa". Ella comprobaba, que no había vuelta de hoja él se sentía cada vez más fuerte, ese citatorio ignorado, aquél enviado por el centro familiar, y esa solicitud de pedir ayuda psicológica, estaban sacando lo peor de él.
Finalmente llegó el día, fueron las dos a meter la denuncia, la esposa con su amiga, Ángela de esta forma había una cómplice, un apoyo. Los pequeños necesitaban de alguien que los ayudara, y ella, fungió como abogada, Angela hizo el papel de apoyo y defensa para esa madre miedosa. Las alas iban tomando fuerza, las alas hacían que subiera un poco más, otro un escalón arriba.
Tocaron el timbre un domingo por la mañana, en la casa del matrimonio. "Es la policía" grito el mediano, Eduardo Conejero, rápidamente respondió a la puerta, un grito callado asaltó a la madre, "¿porque que tenían que notificarlo en domingo? ¿No podrían haberlo hecho entre semana?" El daño estaba hecho, la bola estaba en la cancha del contrincante, ella había hecho todo y había metido un golazo.
El hombre lívido, le echó los ojos de pistola, no podía hacer gran aspaviento, había que guardar las apariencias, sus hermanas estaban en la casa, y ellas no podían saber que él su propio y querido hermano, había sido demandado por su esposa. Tuvo que mantenerse sereno, y evitar cualquier seña que les mostrara a ellas el error en el que había caído. La sorpresa era lo peor. El nunca lo esperó, y eso fue la mejor daga.
Había pasado una semana, esa tarde la cortina había caído, fueron ambos, el matrimonio, al ministerio público, él había hablado con un abogado, quien encontró las palabras para asustarlo, había hallado en Eduardo, una presa indefensa con quien aseguraría una venta.
La noche anterior, Eduardo, el marido había llegado asustado con la esposa, el abogado había hecho muy bien su trabajo. "Mira ya me dijo el abogado, que esto es muy engorroso, hay un juicio de por medio, hay que pagar abogados, buscar testigos, es un tema muy largo, que no tengo deseos de afrontar. Te ofrezco tomar un curso de autocontrol, pero no con una "pistola en la cabeza" yo te pido tu confianza, te pido que te desistas, y te prometo tomar ese curso. Tienes razón, sobre que no está bien atacar a los niños, que yo me sulfure de esta forma." Su voz sonaba triste y arrepentida "no es bueno para mi salud estas explosiones de enojo que tengo."
Las palabras de él eran reales, tenían sentido, ¿Para qué malgastar el dinero en abogados y jueces? Era demasiado complicado, "mas vale un buen acuerdo que un mal divorcio" dice el dicho. Ella tenía que confiar, su abogado, que era Dios, no la abandonaría. El marido, Eduardo había reaccionado como ella esperaba. ¿Qué sentido tenía el seguir alimentando a terceros que no tenían nada que hacer? Se durmieron, sin tocarse, ni mirarse. ¿Esto era real?
Esa misma tarde, un día antes de la cita del citatorio, Carlota lo vio llegar, triste lo miraba "Me siento triste contigo, yo confiaba, esperaba que la charla de anoche fuera real, suponía que honestamente me apoyarías, que confiarías en nuestro acuerdo y que iríamos juntos a hablar con el MP." Éduardo serio y acongojado la miraba con los brazos cruzados, la bola estaba en su territorio, y no sabía qué hacer con ella, él continuaba cometiendo errores "qué esperabas, no había quien me defendiera". Ella continuó haciendo caso omiso de su defensa "Con tristeza descubro que todo fue astucia de experiencia contra ingenuidad. Yo confiaba en tu confianza, yo confiaba en tu palabra, pero tu no confías en la mía. Sólo yo debo confiar ciegamente, tú no. Sólo yo puedo decir si y creer lo que tú has dicho, pero tú no confías en mis palabras, ni en mis actos. Yo siempre debo acceder porque tus argumentos son más fuertes que los míos. Lo más triste es comprobar que en ti no hay confianza, que tú no confías ni crees ni eres capaz de cumplir un acuerdo." La mirada de ella era triste, deshecha. Eduardo, envalentonado se defendió "Es que tu no entiendes. Cuando íbamos entrando a la oficina del Ministerio Público, me habló el abogado, tú viste que yo anoche no le llamé, él casualmente me llamó y me dijo que me fuera de allí, que no sabía de qué se me acusaba, que me iban a preguntar, y yo no tendría quien me defendiera, me meterían en la cárcel, era muy peligrosa mi presencia allí" le dijo con cautela. "¿Ah, tu crees que yo te pondría una trampa? Tú me la pusiste, tu me obligaste con tus palabras convincentes, a desistirme, dijiste que me acompañarías, y como siempre me dejaste sola. En este caso era la fuerza del abogado, contra la mía, él confiaba en ser bastante suspicaz para asustarte y obligarte a contratar sus servicios, caíste con él." Carlota sonreía victoriosa sólo viendo el tipo miedoso con el que se había casado. Las alas de ella estaban fuertes, ya había visto la puerta del siguiente nivel, desde la parte superior de la escalinata. Dios era su abogado y le daba fortaleza, Eudardo en cambio, sólo mostraba sus debilidades y bajezas. "¡Qué poco hombre que prefería escudarse tras un abogado, que dar la cara y confiar en su esposa!". El abrió la boca "tú no sabes de leyes, y no sabías que pasaría, tal vez el abogado tenía razón". La esposa cerrando los ojos amenazadora le sacó de la duda "hablé con el agente y éste me dijo que esto no es de oficio que es una querella que se puede desistir en cualquier momento, aquí no hay perseguidos ni cárcel. Ese abogado sólo te vio la cara. Dijimos que hablaríamos con el agente del MP y yo quería que tú hablaras con él, que le dieras la cara, que comprendieras la importancia de comportarte como un padre, no como un animal; esa era toda mi intención. En vez de confiar en lo que habíamos hablado tú y yo, caíste en la astucia del ambicioso abogado, y de su deseo de cobrar aunque fuera una asesoría." Su mirada azul se hacía cortante y la mirada oscura de él cerraba cualquier indicio de razón. Ella continuó "Yo contaba con que confiarías en mí, y por eso abiertamente, te relaté todo, para que vieras que no hay mayor intención, que el que nosotros crezcamos, lo único que yo buscaba era unirnos como pareja; pero no, preferiste confiar en el ambicioso abogado, que en tu esposa. Me metiste la duda de los tribunales y el juez, de la incapacidad que tenía el licenciado del MP, por supuesto que por intervención del abogado. Preferiste confiar en él, preferiste demostrarme que una vez más 18 años de convivir, no han hecho mella en ti." Sus puños apretados miraban de frente al hombre triste. "Me mostraste que aunque en tu infancia no te hayan maltratado, te hicieron desconfiado". Entonces él se defendió "Claro que nadie me ha lastimado, mis padres me querían muchísimo" dijo apretando los labios y moviendo la cabeza airoso." Ella hizo una mueca, "pero te hicieron desconfiado." repitió "A mi tampoco me maltrataron, y confío en la palabra de la gente, confío en que Dios mi padre, me va a proteger, y vivo feliz, sin culpas. Tu caíste con el abogado. Pudiste haberlo ahorrado si me hubieras acompañado hoy. Si hubieras confiado en mi, hubieras ahorrado cierto dinero, pero no prefieres que todos perdamos, a que Tú CONFÍES EN MI." lo dijo señalando, con la tristeza de una esposa que mira el abismo a un lado, como quien sabe que ha ofrecido algo que le ha costado mucho esfuerzo. Ha regalado el 10 al ofrecer que se desistiría. Sin embargo sabía que Dios la acompañaba, Él el mejor abogado que ella pudiera contratar, había hecho que Eduardo, el marido, se asustara, que saliera corriendo para que algo le costara el pagar el mal procedido.
Aquella mañana, un día antes de la cita ella había amanecido con flojera, no podía despertar, porque las cosas no serían lo fáciles que se las había mostrado él la noche anterior. A Eduardo, el recelo y el miedo a confrontar, lo presionaban a que ella diera la cara, y él quedara bien. Carlota recapitulaba los eventos de las últimas horas, recordaba la charla con el marido la noche anterior: "yo ya medité lo que me dijiste, es verdad que me sulfuro con facilidad, no soporto tu pasividad, y eso me violenta, pero si esto le está haciendo mal a todos, estoy dispuesto a cambiar. Ya investigué de un curso de autocontrol para ejecutivos, que voy a tomar, no me conviene a mi, ni a ustedes tampoco, que yo sea así. Me comprometo a cambiar, pero "no con una pistola en la cabeza" presionado por una demanda. Creo que podemos ir antes de la cita, a que te desistas.
- Está bien, dijo ella, mañana me acompañas y charlamos con el abogado del ministerio público. Eduardo, calmado y pausado, como quien ha resuelto un grave asunto, la miró, le dio un beso en el cuello y salió del cuarto. Ella se quedó sola, tenía frío, metida en su cama, dudaba, "¿así tan fácil se resuelve? Él no es así, él pelea más, hace más aspavientos, hace dramas, grita pega, y esto ya quedó simplemente?".
Con el corazón dolorido, decidió acudir a una vieja amiga, no estaba bien que la involucrara, si el marido sabía que ella la había ayudado, le haría la ley del hielo, y la mala onda, como lo hacía con todos los amigos de ella, pero Carlota debía buscar un apoyo, sentir que alguien la acompañaba.
La amiga, Angela, al escuchar toda su versión le dijo "qué valiente eres, con el MP no se juega, ellos van a hacer que se presente a como dé lugar." Carlota tragó saliva, una bola que le cayó en el estómago del peso de unos cuantos kilos. "No vayas sola, yo te acompaño" replicó la amiga. "Tienes que decidir si estás preparada para llevarlo hasta las últimas consecuencias, aquí no hay el que me arrepiento, si entregas el papel, ya no hay marcha atrás, pero piensa, si vale la pena por tus hijos o por él. Amiga a él no le conviene semejante acusación, él necesita tener su nombre limpio, tu ganas más que él. Sigue adelante.. ¿Cuándo tienes la cita?" las palabras reconfortantes de la amiga, le dieron un respiro a Carlota, "el 15 de diciembre" respondió ella presta. "Creo que es mal momento, te vas a pasar una pésima Navidad. Retrásalo hasta enero, ya pasaron las fiestas, ya será después de vacaciones, ya no hay de qué preocuparse". uff, qué respiro, tendría Carlota más tiempo para tomar fuerza, podría relajarse y ver las cosas más objetivas. Mientras tanto Carlota lo convencería a él de que pidiera ayuda psicológica, que Eduardo hiciera algo por su mejora personal, poniendo ejemplos sobre su forma de enojarse, su forma de maltratar a los niños. Sin embargo él, decía "no" como respuesta. Su temor era tal, que no tenía ninguna intención de afrontarlo. La respuesta fue una sulfuración instantánea ante cualquier problema con los niños. Ya no sólo era el hombre con el arma, con el látigo en casa, el hombre maldito que les decía ."te voy a pegar con la hebilla para que te duela", ahora esta misma escena se repetía en lugares públicos, ya era el sulfuramiento sentado en un restaurante, y desabrocharse la hebilla para que ellos vieran que iba en serio. La esposa, observaba con susto esta actitud, y se preguntaba si los atacaría en público, donde la gente lo pudiera ver. "¿En verdad se siente tan fuerte? Ojalá, así vendrá alguien, y lo atacará a él, habrá alguien que lo acuse y me salve el pellejo" pensaba la esposa asustada, esperando el momento de callarlo. Sin embargo él era muy listo, no podía hacerse tan público el maltrato para que su buena imagen se viera afectada. Tal vez, en este caso, el maltrato psicológico era el rey, dolía más su mirada castigadora, sus palabras hirientes que salían de esa boca azufrosa". Ella comprobaba, que no había vuelta de hoja él se sentía cada vez más fuerte, ese citatorio ignorado, aquél enviado por el centro familiar, y esa solicitud de pedir ayuda psicológica, estaban sacando lo peor de él.
Finalmente llegó el día, fueron las dos a meter la denuncia, la esposa con su amiga, Ángela de esta forma había una cómplice, un apoyo. Los pequeños necesitaban de alguien que los ayudara, y ella, fungió como abogada, Angela hizo el papel de apoyo y defensa para esa madre miedosa. Las alas iban tomando fuerza, las alas hacían que subiera un poco más, otro un escalón arriba.
Tocaron el timbre un domingo por la mañana, en la casa del matrimonio. "Es la policía" grito el mediano, Eduardo Conejero, rápidamente respondió a la puerta, un grito callado asaltó a la madre, "¿porque que tenían que notificarlo en domingo? ¿No podrían haberlo hecho entre semana?" El daño estaba hecho, la bola estaba en la cancha del contrincante, ella había hecho todo y había metido un golazo.
El hombre lívido, le echó los ojos de pistola, no podía hacer gran aspaviento, había que guardar las apariencias, sus hermanas estaban en la casa, y ellas no podían saber que él su propio y querido hermano, había sido demandado por su esposa. Tuvo que mantenerse sereno, y evitar cualquier seña que les mostrara a ellas el error en el que había caído. La sorpresa era lo peor. El nunca lo esperó, y eso fue la mejor daga.
Había pasado una semana, esa tarde la cortina había caído, fueron ambos, el matrimonio, al ministerio público, él había hablado con un abogado, quien encontró las palabras para asustarlo, había hallado en Eduardo, una presa indefensa con quien aseguraría una venta.
La noche anterior, Eduardo, el marido había llegado asustado con la esposa, el abogado había hecho muy bien su trabajo. "Mira ya me dijo el abogado, que esto es muy engorroso, hay un juicio de por medio, hay que pagar abogados, buscar testigos, es un tema muy largo, que no tengo deseos de afrontar. Te ofrezco tomar un curso de autocontrol, pero no con una "pistola en la cabeza" yo te pido tu confianza, te pido que te desistas, y te prometo tomar ese curso. Tienes razón, sobre que no está bien atacar a los niños, que yo me sulfure de esta forma." Su voz sonaba triste y arrepentida "no es bueno para mi salud estas explosiones de enojo que tengo."
Las palabras de él eran reales, tenían sentido, ¿Para qué malgastar el dinero en abogados y jueces? Era demasiado complicado, "mas vale un buen acuerdo que un mal divorcio" dice el dicho. Ella tenía que confiar, su abogado, que era Dios, no la abandonaría. El marido, Eduardo había reaccionado como ella esperaba. ¿Qué sentido tenía el seguir alimentando a terceros que no tenían nada que hacer? Se durmieron, sin tocarse, ni mirarse. ¿Esto era real?
Esa misma tarde, un día antes de la cita del citatorio, Carlota lo vio llegar, triste lo miraba "Me siento triste contigo, yo confiaba, esperaba que la charla de anoche fuera real, suponía que honestamente me apoyarías, que confiarías en nuestro acuerdo y que iríamos juntos a hablar con el MP." Éduardo serio y acongojado la miraba con los brazos cruzados, la bola estaba en su territorio, y no sabía qué hacer con ella, él continuaba cometiendo errores "qué esperabas, no había quien me defendiera". Ella continuó haciendo caso omiso de su defensa "Con tristeza descubro que todo fue astucia de experiencia contra ingenuidad. Yo confiaba en tu confianza, yo confiaba en tu palabra, pero tu no confías en la mía. Sólo yo debo confiar ciegamente, tú no. Sólo yo puedo decir si y creer lo que tú has dicho, pero tú no confías en mis palabras, ni en mis actos. Yo siempre debo acceder porque tus argumentos son más fuertes que los míos. Lo más triste es comprobar que en ti no hay confianza, que tú no confías ni crees ni eres capaz de cumplir un acuerdo." La mirada de ella era triste, deshecha. Eduardo, envalentonado se defendió "Es que tu no entiendes. Cuando íbamos entrando a la oficina del Ministerio Público, me habló el abogado, tú viste que yo anoche no le llamé, él casualmente me llamó y me dijo que me fuera de allí, que no sabía de qué se me acusaba, que me iban a preguntar, y yo no tendría quien me defendiera, me meterían en la cárcel, era muy peligrosa mi presencia allí" le dijo con cautela. "¿Ah, tu crees que yo te pondría una trampa? Tú me la pusiste, tu me obligaste con tus palabras convincentes, a desistirme, dijiste que me acompañarías, y como siempre me dejaste sola. En este caso era la fuerza del abogado, contra la mía, él confiaba en ser bastante suspicaz para asustarte y obligarte a contratar sus servicios, caíste con él." Carlota sonreía victoriosa sólo viendo el tipo miedoso con el que se había casado. Las alas de ella estaban fuertes, ya había visto la puerta del siguiente nivel, desde la parte superior de la escalinata. Dios era su abogado y le daba fortaleza, Eudardo en cambio, sólo mostraba sus debilidades y bajezas. "¡Qué poco hombre que prefería escudarse tras un abogado, que dar la cara y confiar en su esposa!". El abrió la boca "tú no sabes de leyes, y no sabías que pasaría, tal vez el abogado tenía razón". La esposa cerrando los ojos amenazadora le sacó de la duda "hablé con el agente y éste me dijo que esto no es de oficio que es una querella que se puede desistir en cualquier momento, aquí no hay perseguidos ni cárcel. Ese abogado sólo te vio la cara. Dijimos que hablaríamos con el agente del MP y yo quería que tú hablaras con él, que le dieras la cara, que comprendieras la importancia de comportarte como un padre, no como un animal; esa era toda mi intención. En vez de confiar en lo que habíamos hablado tú y yo, caíste en la astucia del ambicioso abogado, y de su deseo de cobrar aunque fuera una asesoría." Su mirada azul se hacía cortante y la mirada oscura de él cerraba cualquier indicio de razón. Ella continuó "Yo contaba con que confiarías en mí, y por eso abiertamente, te relaté todo, para que vieras que no hay mayor intención, que el que nosotros crezcamos, lo único que yo buscaba era unirnos como pareja; pero no, preferiste confiar en el ambicioso abogado, que en tu esposa. Me metiste la duda de los tribunales y el juez, de la incapacidad que tenía el licenciado del MP, por supuesto que por intervención del abogado. Preferiste confiar en él, preferiste demostrarme que una vez más 18 años de convivir, no han hecho mella en ti." Sus puños apretados miraban de frente al hombre triste. "Me mostraste que aunque en tu infancia no te hayan maltratado, te hicieron desconfiado". Entonces él se defendió "Claro que nadie me ha lastimado, mis padres me querían muchísimo" dijo apretando los labios y moviendo la cabeza airoso." Ella hizo una mueca, "pero te hicieron desconfiado." repitió "A mi tampoco me maltrataron, y confío en la palabra de la gente, confío en que Dios mi padre, me va a proteger, y vivo feliz, sin culpas. Tu caíste con el abogado. Pudiste haberlo ahorrado si me hubieras acompañado hoy. Si hubieras confiado en mi, hubieras ahorrado cierto dinero, pero no prefieres que todos perdamos, a que Tú CONFÍES EN MI." lo dijo señalando, con la tristeza de una esposa que mira el abismo a un lado, como quien sabe que ha ofrecido algo que le ha costado mucho esfuerzo. Ha regalado el 10 al ofrecer que se desistiría. Sin embargo sabía que Dios la acompañaba, Él el mejor abogado que ella pudiera contratar, había hecho que Eduardo, el marido, se asustara, que saliera corriendo para que algo le costara el pagar el mal procedido.
Aquella mañana, un día antes de la cita ella había amanecido con flojera, no podía despertar, porque las cosas no serían lo fáciles que se las había mostrado él la noche anterior. A Eduardo, el recelo y el miedo a confrontar, lo presionaban a que ella diera la cara, y él quedara bien. Carlota recapitulaba los eventos de las últimas horas, recordaba la charla con el marido la noche anterior: "yo ya medité lo que me dijiste, es verdad que me sulfuro con facilidad, no soporto tu pasividad, y eso me violenta, pero si esto le está haciendo mal a todos, estoy dispuesto a cambiar. Ya investigué de un curso de autocontrol para ejecutivos, que voy a tomar, no me conviene a mi, ni a ustedes tampoco, que yo sea así. Me comprometo a cambiar, pero "no con una pistola en la cabeza" presionado por una demanda. Creo que podemos ir antes de la cita, a que te desistas.
- Está bien, dijo ella, mañana me acompañas y charlamos con el abogado del ministerio público. Eduardo, calmado y pausado, como quien ha resuelto un grave asunto, la miró, le dio un beso en el cuello y salió del cuarto. Ella se quedó sola, tenía frío, metida en su cama, dudaba, "¿así tan fácil se resuelve? Él no es así, él pelea más, hace más aspavientos, hace dramas, grita pega, y esto ya quedó simplemente?".
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