sábado, 7 de febrero de 2015

LA TRAICION. 8: SEGUNDO ROUND

Esta sería la última oportunidad. Ella sabía que él no le volvería a pegar, el padre era muy intuitivo y sabía que a partir de ahora, si lo intentaba nuevamente, las cosas se saldrían de control. Sin pensarlo, en este momento, el padre  lo golpeó, lo asesto varias veces y le gritó, "métete a bañar, niño desobediente. Quítate la camisa para que te duela más". La madre le "gritaba, no le pegues, te dije que lo convencieras, no que le pegaras". "Esa es la forma en que yo se educarlo, si no te gusta, no me pidas ayuda" le respondió insolente. "¿De qué sirvió tu agresión? No se metió a bañar". le respondió la madre molesta, apretando los labios. A la mañana siguiente, se llevó al niño como le explicara el abogado del centro familiar, a  meter la denuncia por maltrato infantil. Ella como siempre dudaba, ¿a quién sería leal? ¿A sus hijos? O ¿a su marido? Parecía que ella perdía  por ambos lados, parecía que iba como veleta al son que el viento soplara. ¿En dónde quedaba ella? ¿En dónde quedaba su vida como persona y su objetivo real que era el de crecer individualmente? ¿Qué beneficio recibiría ella al denunciar? ¿Qué ganaría ella?

Ella no se daba cuenta que cada vez que actuaba con miedo, lo hacía a él ganador. Muy en el fondo el papel de ella era ése, el de hacerlo siempre el ganador. Ella estaba en el mundo junto a él para que él fuera triunfador, pero el camino que ella estaba siguiendo era el equivocado. No era a través de su auto-flagelo, como él crecería. Ella no sabía que debía sentirse feliz, que su actitud debía ser firme, porque así todos ganarían. Ella con su miedo, lo hacía ganar a él, pero sólo la mitad de lo que le correspondía. Los hijos, sólo perdían, lo mismo que ella. En su actitud debía existir la fortaleza de quien sabe confrontar , de quien sabe emprender un programa con decisión y entereza. Esta era la oportunidad de que todos crecieran. Ella, con su miedo, sólo retrasaba el triunfo total de la familia. Ella en su duda, reprimía el deseo de todos de convivir felices y en armonía. Ella no lo sabía, lo sabía Dios, y lo sabían todas las pruebas que ella debía afrontar. Para ella, esta prueba se le aparecía como una escalera que sube sin un sentido porque al final, no tiene salida; sin embargo, casi al llegar al final de los escalones, se ve otra puerta, que desde abajo no se divisa, otra puerta que sólo se abre, una vez que se ha subido toda la escalinata. Ella con su miedo, subía y bajaba los escalones interminablemente. Subía hasta la mitad de ellos, y su miedo, la hacía regresar hasta la base. Su cautela era ridícula, pero para volar, las alas tienen que madurar, y ella no estaba preparada para esta faena. Su miedo, le estaba dando la fortaleza que ella necesitaba para subir de nivel. Parecía un trabajo sin sentido para ella, pero era algo que debía afrontar.

Ella, formando su poder, se presentó ante las autoridades "el papá del niño, le ha pegado con un cinturón". La persona que recibe la denuncia pide que la madre le explique lo ocurrido: "Bueno, este niño es muy rebelde, era la hora del baño, y no quería obedecer, no quería quitarse la ropa, ni prender la regadera, y permanecía parado frente al espejo, como una estatua. Yo le insistía y le insistía, y él nada. La lucha de órdenes y pasividad parecía interminable, y el padre oyó esta discusión. Finalmente, cuando el padre oyó la desidia del niño a obedecer, se acercó a él, y le pegó con el cinturón". La madre, no estaba presente, para defender al pequeño, pero era una trampa, ella debía provocar para volver a meter la denuncia y que ahora sí sintiera miedo el padre.

Fue con el médico legista, quien hizo la declaración correspondiente. El médico no dijo nada, sólo obsevó al niño, y le hizo preguntas : "¿quien te pegó?" "no sé" fue su respuesta "con qué te pegaron" tras una breve pausa, el pequeño discapacitado dijo  "es que mi papá con el cinturón, porque yo no me baño, es que no me gusta, y es que no quiero, y entonces él se enoja, y..." de pronto se quedó callado. El doctor esperaba más información pero, ya no abrió mas la boca el niño. "¿Tiene algún problema mental?" preguntó nuevamente "si, tiene inmadurez neuronal" explicó la madre. "Lo puedo revisar?" preguntó nuevamente el médico inclinándose hacia el niño. "Ya se le quitaron mucho las marcas, sólo le queda esta pequeña desgarradura" dijo la madre preocupada, pensando que eso no sería suficiente y se le negaría la denuncia. El médico procedió a mirar la espalda con detenimiento, y escribió el reporte. "Lesiones producidas por un cinturón" "Ahora debe ir al ministerio público, donde continúe la demanda." Ella dudosa, dejaba pasar el tiempo. Había escuchado que con el ministerio público no se juega, que una vez dentro una denuncia, sólo se termina hasta que se termina, lo que le metió nuevamente miedo, pero recordando su objetivo inicial, se envalentonó y obediente fue a buscar el lugar que le indicara el médico legista. Estaba lleno de gente, muchas mujeres con pequeños, una madre acompañada por su hija, a la cual su propio hijo había golpeado, otra su ex-marido la había golpeado en la calle. "Caramba, ¿en dónde estoy metida? Parece que no soy la única, cuánta gente con los mismos problemas que yo, o tal vez peores que los míos. ¿en verdad atenderán mi caso? ¿Será archivado como tantos que se ven en pilas?" Mientras esperaba su turno, miraba la oficina, pilas de documentos numerados, pilas que no sabía su destino o su origen. Estaban allí por alguna razón, sin saber si estaban siendo trabajados, o simplemente olvidados por la gran carga de trabajo que había.

El tiempo pasaba y nadie la atendía. Parecía una conflagración a favor del marido. Él siempre salía triunfador, y en esta espera parecía que él nuevamente ganaría, parecía superior a la paciencia de esta desesperada esposa. Sin embargo, no todo estaba declarado, al darse cuenta de ello, observó que una abogada importante, la directora del departamento, llegaba a la oficina. Una mujer de alrededor de 50 o 60 años, que con educación la invitó a pasar. Se observaba una mujer guapa, elegante, educada. Inteligente y audaz, que sabía moverse como pez en el agua, amable y educada preguntaba y anotaba, observaba la reacción de la madre, porque cabría la duda si era una simple querella de poderes entre marido y mujer. Observó la preocupación de la madre. Debía ayudarla, pero había tardado demasiado en meter la denuncia "¡pero esto tiene más de un mes! ¡Esto, ya no procede!" La madre preocupada, y helada en su asiento le explicó el asunto "el padre es mi marido, estamos casados, y tengo miedo que tome represalias contra mí. Tenía que armarme de valor." La abogada pensó, dudó, pero llevó adelante el caso, esto era un caso mal llevado, pero un caso de maltrato infantil que debía ser detenido. Una vez hecho el oficio, le dijo "lleve este papel a la policía, para que lo citen". A ella se le heló la sangre "yo tengo que entregarlo a quien? ¿no puede salir de aquí y ya?" Qué trámite tan engorroso, tan lento..

Ella leyó el papel, debían sellarle uno de recibido y entregar otro en mano del acusado. El nombre de ella aparecía como denunciante. Esto la puso a temblar, no era lo que ella quería, se suponía que debía ser anónima. "Licenciada, ya le expliqué que tengo miedo de que tome represalias, si él ve mi nombre, me va a ir muy mal" intentó preocupada la mujer evitar que su nombre apareciera en el documento. "Esto es por lesiones, señora, aquí no hay anonimato, en algún momento va a tener usted que presentarse para representar al menor, y sabrá que es usted quien demanda". Otro obstáculo más. Ella había tenido el valor de acusarlo, pero temía mucho comparecer ante un juez contra su prepotente marido.

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