viernes, 6 de febrero de 2015

LA TRAICION. 7: LA DENUNCIA

No había ningún deseo de parte de la madre de llegar a ese lugar. Estaba sí muy escondido, pero también, ella se perdía y se perdía. Pasaban las horas, y no llegaban a su destino. Sin embargo, la suerte estaba de su lado,  cuando finalmente encontró el camino y llegó a su destino, no había gente citada en el centro de atención familiar y ellos pasaban rápidamente con todos los especialistas que evaluaran el caso. El trabajador social estaba ahí. Él le explicó a cada uno de los entendidos del tema, que ella venía sin cita a buscar ayuda. Así pasaron con el médico legista. La madre, iba con desconfianza, triste, con mucha incertidumbre. ¿Qué tan eficiente sería eso? ¿Que tanta autoridad tendrían? ¿En verdad sería de ayuda? La doctora muy seria, la observaba. No parecía querer cooperar con ella, más bien parecía que era ella quien los lastimaba. Los revisó de uno en uno, los vio que de hecho tenían lastimadas en los brazos. "¿Qué es esto?" preguntó la doctora seria, al ver una herida en el codo "la madre con desinterés lo vio y dijo"ah, se cayó y lo curé". La doctora observando la actitud efectivamente despreocupada de la madre, observó que era verdad. " le recomiendo que no use violeta para curar, llega a esconder las infecciones"  la madre admirada abrió los ojos grandes "no se me había ocurrido. Es que a ellos les gusta porque no duele. siempre me piden "el moradito", por eso se los pongo".

Más tarde, pasaron con la psicóloga. La mujer, como de alrededor de 50 años, charló con la madre, pidió se le extendiera más los hechos y el motivo de la denuncia. Ella escuchaba, la denuncia ya estaba impresa en un papel cuando llegó la madre. Se le pidió que ella llenara el papel, y así cada especialista, lo iba alargando con su comentario. La psicóloga, observaba mientras preguntaba, veía a una mujer muy preocupada porque efectivamente los reportes del médico legista aparecían  con señales de violencia, sobre todo en el mediano. "Yo estoy casada", empezaba a decir la esposa " y lo que quiero es que no maltrate a mis hijos. Como pareja, no es lo máximo, pero no creo que un divorcio resuelva esto. Quiero intentar primero con una terapia." La psicóloga escuchaba y anotaba, observaba al pequeño que estaba en su oficina intentando llevarse todos los juguetes a la casa. Vio que era un chico con cierta discapacidad, necio, que no entendía la palabra "no". "Mi marido se desespera con estas respuestas infantiles y por eso le pega" La psicóloga asintió " no es razón suficiente para pegarle y lastimarlo. Voy a hablar con los otros niños, salga por favor" ups. Esto iba en serio, ¿Qué les preguntarían a los niños? ¿Por qué no la dejaban estar presente?  Esa era su única duda, porque fuera de eso, no le preocupaba qué pudieran responder los niños, ella no tenía nada que temer.  Al salir ellos, la volvió a llamar "señora efectivamente, a los hombrecitos se les nota ansiedad, quieren protegerla a usted, sobre todo el grande, está my preocupado de dejarla sola con su marido. La niña, parece no querer cambiar nada, parece que a ella no le va tan mal". "Efectivamente ella es más normal y siendo niña conquista a su papá", respondió la madre triste con este reporte, pobres niños, su misma proyección. ¿Sería que así trataba su padre al marido?.

Continuaron con el abogado, un hombre enérgico serio como de unos 60 años, todo un "perro rabioso". Tras leer el caso, dijo seriamente "señora usted ha levantado cargos en el ministerio público, por lesiones?" Ella abrió los ojos grandes "no, en absoluto" firmemente le dijo "es su obligación hacerlo, y continuar la denuncia hasta sus últimas consecuencias. De otra forma usted es cómplice" terminó de hablar el abogado con la dureza en los ojos. Oh no otra vez esa palabra, ella era cómplice por omisión. ¡Qué impotencia! Esto era serio, ¿Esto lo haría cambiar? Así se despidieron del trabajador social, y on cierta carga liberada, partieron de regreso a casa. El padre les preguntaba a los niños, a la madre a dónde habían ido,, pero nadie supo responder, y él se quedó con la duda.

Así le llegó la denuncia nuevamente al marido, en esta ocasión los citaban a ambos, ellos debían comparecer, y juntos presentarse ante las instancias familiares correspondientes. El marido al ver nuevamente el citatorio, dudó de su veracidad "¿Lo entregó la policía? No tiene sello." Buscaba salidas, sin encontrarlas. La esposa, asustada, insistía "vamos a ver de qué se trata" el hombre envalentonado le dijo "tu pusiste la denuncia, no fue ningún sirviente ni ningún enemigo, simplemente me quieres fregar. Estás muy interesada en que vaya". Ella al escuchar su respuesta, se asustó más, "¿Cómo lo sabe?" pensó. Ella deseaba que las autoridades hicieran algo, ejercieran alguna presión, pero no había juicio de por medio, no podía hacer nada para  presionarlo a ir. Parecía una querella familiar.

El marido no asistió. Ella tampoco. Pasaban los días, y la situación se recrudecía. El hombre parecía haber encontrado más fuerza de la esperada. Aquella denuncia y su falla en cumplirla, lo hacían sentir superior. ¿Quién podría contra él? Su actitud ahora era más severa. Ya se sulfuraba tras cualquier intento de molestia de los niños, cualquier ineficiencia de la esposa, era motivo para que, como león, brincara agresivamente, sabía que nadie podía nada contra él, si él no se presentaba, no había nadie que lo lastimara. La esposa, con tristeza e impotencia, observaba cómo todo iba peor de lo esperado. ¿Por qué las autoridades no insistían? ¿Qué necesidad de continuar este infierno? Ella seguía y seguía diciéndole que se calmara, que tomara una terapia, que respetara a los niños, sin éxito.  El día había llegado, finalmente parecía que se abría una nueva puerta. Él sacó el cinturón y atacó al mediano, para obligarlo a meterse a la regadera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario