miércoles, 4 de febrero de 2015

LA TRAICION. 6: PRIMER ROUND

6.
Esa mañana todo había sido un caos, los niños no se levantaban para ir a la escuela, la mamá insistente, iba de una cama a la otra, "niño levántate" y nada, ninguno se levantaba. El hombre hecho un grissly enojado, molesto porque le estaban interrumpiendo su sueño, se levantó, sacó el cinturón y así, de uno en uno, los fue levantando de la cama. "Así es como se hace, vieja hu...a" y regresó a su cama. Mientras tanto, la casa ya era un desgarriate, todos llorando, enojados, con rebeldía y calma se vestían. La mamá más compungida aún, les decía " ¿ven lo que pasa cuando no obedecen?" "es que mi papá no nos quiere" decía llorando cada uno a su manera. Los minutos corrían, los camiones escolares llegaban y  todos subían retrasados a ellos sin desayunar. Todavía el esposo le pegó un grito para indicarle cómo se educa a los niños "tienes que levantarte tu mas temprano y gritarles, y mandarlos, a tu manera nunca se van a levantar" le decía con los ojos saliendo de su cara, los gritos fuertes y altisonantes, y la actitud de quien está a punto de golpear. Ella, estaba aguantando el llanto, él tenía razón, pero esa tampoco era la forma, ella recordaba aquella vez en que tras salir enojados de la casa, vio a su hijo en un evento escolar, iba con la carita triste, aguantando las lágrimas, su cuerpo colgado. Ellos reaccionaban siempre tristes, y se les notaba en la escuela. "Ayúdame de otra forma, así no quiero" le  pidió la esposa con amargura. "Eres una inútil, nunca aprenderás nada." Ella comprendió que ya no había vuelta atrás, era su palabra contra de la de él, era una guerra en dónde a él no le importaba la consecuencia a largo plazo, él quería la acción inmediata del orden  y el silencio, pero esa no sería la forma.

Detrás de los niños, se fue el hombre a una reunión de trabajo, y ella aprovechó para hacer la denuncia. Era muy fácil: llamar por teléfono, dejar un nombre falso, y la denuncia anónima quedaba hecha. Luego mandarían el citatorio para solicitarlo a él. Ella temblaba, su voz trémula, hablaba con miedo ante el auricular: "Señorita, quiero denunciar maltrato infantil.... Si, es mi vecino..." La telefonista le explicó que los niños tendrían que someterse a una evaluación, para comprobar el daño. Eso la asustó mucho. "¿Entonces, la madre tiene que llevar a los niños?" y soltaba una lágrima. "Eso es todo, próximamente, se presentará un trabajador social en el domicilio" explicó la telefonista del otro lado del auricular. Ella colgó, respiró hondo, esto no se repetiría nuevamente, él debía caer, ellos dos, como pareja, no eran un equipo.

Pasaban los días, pasaban las semanas, y nada sucedía. No venía nadie a hablar del citatorio. Ella estaba nerviosa, quería que pasara algo, y nadie le ayudaba. Su peor enemigo era su miedo, la bola que se le armaba en el estómago, cada vez que él se le imponía. Ella se sentía muy mal, porque a veces él era lindo, a veces, por alguna tarde, él se comportaba bien con todos. A los chicos los llevaba al cine, y les hacía bromas divertidas, a la esposa, a veces la atendía bien, y ese era el problema, la volubilidad con que se comportaba. ¿Sería una estrategia? ¿Bajar las armas, para hacer más daño? El pensar eso, le daba valor, "Si él quiere lastimarme, no lo va a lograr".

Por fin tras dos largos meses de espera el marido un día preocupado le dijo "¿Tu sabes algo de un citatorio? Yo no sé si algún sirviente molesto lo puso, dice que yo maltrato a los niños. Está todo mal escrito, los nombres y apellidos no corresponden" le dijo muy preocupado, consternado. "¿Y qué hiciste con el papel?" "Claro que no lo acepté, lo devolví" respondió el aún asustado, eso había sido un golpe bajo, y él no lo había considerado. A ella la cara se le desencajó. Finalmente había llegado la ayuda, y él la había rechazado con un golpe magistral. ¡Qué impotencia! Ahora a buscar nuevamente a la persona, a explicarle que escribiera bien los nombres, que hicieran algo formal, ¿que no eran autoridad? pensaba sollozando, desesperada. Nuevamente, tras dos semanas regresó el del servicio social. Un hombrecito pequeño, débil, con una papel, al mismo tiempo, llegaba el marido y se acercaba tratando de escuchar de qué se trataba todo. Ella al verlo se estremeció ¡Esto no impone! ¿Dónde está el personaje fuerte que debería venir a infundir miedo? Ella lo atendió. Consternada, hablando quedito, contaba cuál era la razón de la denuncia, y el hombre explicando también en voz baja; ella no quería que el marido supiera lo que se tramaba. Ella leyó el papel, " está mal escrito señor, él ya lo recibió una vez y lo rechazó porque dice que no es oficial" le indicó desarmada. "Señora, comprenda que en este medio tan elegante es muy difícil entrar, acépteme este papel, vaya usted a la delegación con los niños, explica su caso y haga que él se presente" le explicó calmado, viendo su expresión asustada. - "¿Tienen que ir los niños?" preguntó dudosa mientras leía el papel  " si, es indispensable, necesitamos las pruebas que lo condenen" Ella, cerrando lo ojos, lo despidió. Parecía que ella tenía que presentarse  primero, preparar el camino.
 Al entrar a la casa, nuevamente el grizzly enojado le preguntaba quién era ese hombre y qué quería. "¿Quien es ese señor con quien hablaste?" La respuesta de ella fue silencio "¡No me has contestado!"  "Era sólo el hombre que viene a medir la luz" respondió ella evasiva y nerviosa. "¿No será ese citatorio, aquél que rechacé porque los nombres estaban mal escritos?", Ella escuchó eso en el piso de arriba, subió a esconderse para que no viera su reacción de miedo, la última frase lña había terminado por desarmar, ¿cómo lo sabía él?. Leyó el papel con cuidado, en éste se le pedía que llevara a los niños para su evaluación, porque recibían maltrato. Así, a escondidas, una mañana se los llevó. No  el día que le habían citado, era urgente aprovechar que estaban los niños en casa. El mismo trabajador social le recomendó fuera el día que quisiera para llevar a cabo la denuncia.

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