domingo, 15 de febrero de 2015

50 SOMBRAS DE GREY

Hablando de Grey, he leído muchas críticas sobre este tema, dicen que es un libro mal escrito y una película por consiguiente mala. La película no se me antoja, siento que se enfocan en la cualidad sádica de Grey y no toman todo lo demás. En el libro, la personalidad sádica después cambia y ves que también tiene corazón. Durante el relato, te va mostrando un hombre sí herido, pero que desea dar placer completo a su víctima. Sabe tocar, sabe dar tiempo, sabe buscar lugares, para que antes de hacer sufrir a su víctima ella conozca lo que es el sexo placentero. Al enterarse que ella es virgen, no la maltrata y la vapulea como una sumisa, primero la trata como una princesa, y ella cuando es invitada al cuarto de juegos, encuentra el placer en los azotes, bueno, en las herramientas de placer, como las bolas en el vagina, los ganchos para pezones. Ella encuentra y define lo que realmente es placentero y en eso se concentra con el joven, ella tiene la alternativa de poner sus límites.

Dicen que es un libro mal escrito, pero para mí un libro que lees y te transporta al momento y al sentimiento, no está mal escrito. Si los adjetivos son parcos y repetitivos, son los adecuados para introducirte en el tema. Las mujeres que leen este libro, se turban, se calientan, y desean estar con ese hombre que sabe hacerlas excitarse.

Eso, para mí es un buen libro. el problema es que es una novela, y plasma las cosas perfectas, no se van al plano de la realidad.  Cada quien reacciona según sus recuerdos infantiles, y si encuentran en la vida real un hombre que las maltrate, no les va a provocar lo que a Ana. Esto al ser novela, pasa por alto la maldad del ser humano. Porque a lo largo de la novela, comprendes cómo el joven Grey se va enamorando de la sumisa, que se niega a serlo. Ella es una joven inteligente, con un cerebro que le funciona muy bien, y que no tuvo una infancia cruel. Ella le teme a los métodos que Grey le ofrece de placer, pero lo valioso aquí es ver cómo ella, con la comunicación y el cariño, torna a este hombre en alguien distinto. El amor en verdad triunfa, gracias a ella. El se desiste a lastimarla porque conoce el mundo de ella antes de él, y observa que ella antes de él era feliz, que su expresión era la de una mujer libre y encantadora; así el comprende que esa no es la forma de tratarla, que él quiere que ella sea tan feliz hoy, como lo era antes. Esa parte no creo que la tomen en la película. Si el libreto tiene que abordar solo 150 hojas, y el libro tiene 500, lógicamente sólo pueden abordar una ínfima parte de la personalidad de ambos. Por eso no se me antoja ver la película. Porque no va con mi personalidad. Porque el libro habla de personas que van cambiando y valorandose, mientras que un corto libreto, no da el tiempo para abordar todo lo que el ser humano puede proveer en el trato del día a día.

Si en los cortos, sólo ponen varias escenas de agresividad, es porque la mayoría de la película ocupa esta característica de la persona. En un corto libreto, no hay espacio para colocar la personalidad divertida que el libro te presenta de ella. Me encantan sus tres personalidades: la diosa que lleva dentro, que es una gimnasta que da volteretas de emoción y es su parte erótica, el subconsciente que le dicta lo que está bien y ella misma, la tonta enamorada, que lamenta que el único hombre que le ha fascinado sea un sádico. Ella explica de muchas formas, que le molesta, y lamenta que el amor tenga que ser así. Que el hombre que le fascina, la tenga que hacer sufrir para poder estar con él. Ella es una mujer inteligente que los sabe manipular, lo sabe enamorar, y al momento de que él la lastima, cuando en verdad conoce su peor oscuridad, es cuando ella decide irse, abandonarlo, le teme tanto a ese hombre que ella huye, recuperando su personalidad, y sufriendo indeciblemente por tener que dejar a ese hombre que tanto la ha enamorado. Dudo que la película exprese este personaje.

El mundo de hoy se ha convertido en un violento. La mercadotecnia vende violencia y sufrimiento, no una jovencita divertida que sabe manipular y enamorar a un hombre por sus cualidades y puntadas. Por eso no se me antoja ver esa película. Tal vez el hombre sea encantador y guapísimo, pero un hombre loco que sufre, es un tema tan común en tantas películas actuales, que tampoco me parece interesante para verlo.

Es verdad que hay que oponerse a la violencia femenina , que hay que cuidar que las mujeres sean valorados por sus cualidades , es verdad que no todas son brillantes como la literata de la novela, pero cada una, en su  estilo, tiene algo que aportar, algo que la hace maravillosa. Estoy de acuerdo con las críticas, el amor sádico no es bueno, y hay que cuidar el corazón del mundo, que lo llevan las mujeres.

miércoles, 11 de febrero de 2015

LA TRAICION. 9: CONFIANZA

El tiempo pasaba y el marido parecía salir nuevamente victorioso. El miedo la hacía actuar, ella no se atrevía a entregar el papel, los pretextos surgían solos "mejor se lo doy yo, la comandancia está muy lejos...pero entonces va a repetirse lo del centro familiar, y no va a asistir" dudaba la madre nuevamente. "Debo entregarlo a la policía, pero...." Ella estaba sola, nadie la apoyaba, nadie la acompañaba, no había un abogado, una amiga, un alguien que la hiciera fuerte, pero eso no importaba, era un tema familiar, meter a más gente, sería complicar las cosas.

Con el corazón dolorido, decidió acudir a una vieja amiga, no estaba bien que la involucrara, si el marido sabía que ella la había ayudado, le haría la ley del hielo, y la mala onda, como lo hacía con todos los amigos de ella, pero Carlota debía buscar un apoyo, sentir que alguien la acompañaba.

La amiga, Angela, al escuchar toda su versión le dijo "qué valiente eres, con el MP no se juega, ellos van a hacer que se presente a como dé lugar." Carlota tragó saliva, una bola que le cayó en el estómago del peso de unos cuantos kilos. "No vayas sola, yo te acompaño" replicó la amiga. "Tienes que decidir si estás preparada para llevarlo hasta las últimas consecuencias, aquí no hay el que me arrepiento, si entregas el papel, ya no hay marcha atrás, pero piensa, si vale la pena por tus hijos o por él. Amiga a él no le conviene semejante acusación, él necesita tener su nombre limpio, tu ganas más que él. Sigue adelante.. ¿Cuándo tienes la cita?" las palabras reconfortantes de la amiga, le dieron un respiro a Carlota, "el 15 de diciembre" respondió ella presta.  "Creo que es mal momento, te vas a pasar una pésima Navidad. Retrásalo hasta enero, ya pasaron las fiestas, ya será después de vacaciones, ya no hay de qué preocuparse". uff, qué respiro, tendría Carlota más tiempo para tomar fuerza, podría relajarse y ver las cosas más objetivas. Mientras tanto Carlota lo convencería a él de que pidiera ayuda psicológica, que Eduardo hiciera algo por su mejora personal, poniendo ejemplos sobre su forma de enojarse, su forma de maltratar a los niños. Sin embargo él, decía "no" como respuesta. Su temor era tal, que no tenía ninguna intención de afrontarlo. La respuesta fue una sulfuración instantánea ante cualquier problema con los niños. Ya no sólo era el hombre con el arma, con el látigo en casa, el hombre maldito que les decía ."te voy a pegar con la hebilla para que te duela", ahora esta misma escena se repetía en lugares públicos, ya era el sulfuramiento sentado en un restaurante, y desabrocharse la hebilla para que ellos vieran que iba en serio. La esposa, observaba con susto esta actitud, y se preguntaba si los atacaría en público, donde la gente lo pudiera ver. "¿En verdad se siente tan fuerte? Ojalá, así vendrá alguien, y lo atacará a él, habrá alguien que lo acuse y me salve el pellejo" pensaba la esposa asustada, esperando el momento de callarlo. Sin embargo él era muy listo, no podía hacerse tan público el maltrato para que su buena imagen se viera afectada. Tal vez, en este caso, el maltrato psicológico era el rey, dolía más su mirada castigadora, sus palabras hirientes que salían de esa boca azufrosa". Ella comprobaba, que no había vuelta de hoja él se sentía cada vez más fuerte, ese citatorio ignorado, aquél enviado por el centro familiar, y esa solicitud de pedir ayuda psicológica, estaban sacando lo peor de él.

Finalmente llegó el día, fueron las dos a meter la denuncia, la esposa con su amiga, Ángela  de esta forma había una cómplice, un apoyo. Los pequeños necesitaban de alguien que los ayudara, y ella, fungió como abogada, Angela  hizo el papel de apoyo y defensa para esa madre miedosa. Las alas iban tomando fuerza, las alas hacían que subiera un poco más, otro un escalón arriba.

Tocaron el timbre un domingo por la mañana, en la casa del matrimonio. "Es la policía" grito el mediano, Eduardo Conejero, rápidamente respondió a la puerta, un grito callado asaltó a la madre, "¿porque que tenían que notificarlo en domingo? ¿No podrían haberlo hecho entre semana?" El daño estaba hecho, la bola estaba en la cancha del contrincante, ella había hecho todo y había metido un golazo.

El hombre lívido, le echó los ojos de pistola, no podía hacer gran aspaviento, había que guardar las apariencias, sus hermanas estaban en la casa, y ellas no podían saber que él su propio y querido hermano, había sido demandado por su esposa. Tuvo que mantenerse sereno, y evitar cualquier seña que les mostrara a ellas el error en el que había caído. La sorpresa era lo peor. El nunca lo esperó, y eso fue la mejor daga.

Había pasado una semana, esa tarde la cortina había caído, fueron ambos, el matrimonio, al ministerio público, él había hablado con un abogado, quien encontró las palabras para asustarlo, había hallado en Eduardo, una presa indefensa con quien aseguraría una venta.

La noche anterior, Eduardo, el marido había llegado asustado con la esposa, el abogado había hecho muy bien su trabajo. "Mira ya me dijo el abogado, que esto es muy engorroso, hay un juicio de por medio, hay que pagar abogados, buscar testigos, es un tema muy largo, que no tengo deseos de afrontar. Te ofrezco tomar un curso de autocontrol, pero no con una "pistola en la cabeza" yo te pido tu confianza, te pido que te desistas, y te prometo tomar ese curso. Tienes razón, sobre que no está bien atacar a los niños, que yo me sulfure de esta forma." Su voz sonaba triste y arrepentida "no es bueno para mi salud estas explosiones de enojo que tengo."

Las palabras de él eran reales, tenían sentido, ¿Para qué malgastar el dinero en abogados y jueces? Era demasiado complicado, "mas vale un buen acuerdo que un mal divorcio" dice el dicho. Ella tenía que confiar, su abogado, que era Dios, no la abandonaría. El marido, Eduardo  había reaccionado como ella esperaba. ¿Qué sentido tenía el seguir alimentando a terceros que no tenían nada que hacer? Se durmieron, sin tocarse, ni mirarse. ¿Esto era real?

Esa misma tarde, un día antes de la cita del citatorio, Carlota lo vio llegar, triste lo miraba "Me siento triste contigo, yo confiaba, esperaba que la charla de anoche fuera real, suponía que honestamente me apoyarías, que confiarías en nuestro acuerdo y que iríamos juntos a hablar con el MP." Éduardo serio y acongojado la miraba con los brazos cruzados, la bola estaba en su territorio, y no sabía qué hacer con ella, él continuaba cometiendo errores "qué esperabas, no había quien me defendiera". Ella continuó haciendo caso omiso de su defensa "Con tristeza descubro que  todo fue astucia de experiencia contra ingenuidad. Yo confiaba en tu confianza, yo confiaba en tu palabra, pero tu no confías en la mía. Sólo yo debo confiar ciegamente, tú no. Sólo yo puedo decir si y creer lo que tú has dicho, pero tú no confías en mis palabras, ni en mis actos. Yo siempre debo acceder porque tus argumentos son más fuertes que los míos. Lo más triste es comprobar que en ti no hay confianza, que tú no confías ni crees ni eres capaz de cumplir un acuerdo." La mirada de ella era triste, deshecha. Eduardo, envalentonado se defendió "Es que tu no entiendes. Cuando íbamos entrando a la oficina del Ministerio Público, me habló el abogado, tú viste que yo anoche no le llamé, él casualmente me llamó y me dijo que me fuera de allí, que no sabía de qué se me acusaba, que me iban a preguntar, y yo no tendría quien me defendiera, me meterían en la cárcel, era muy peligrosa mi presencia allí" le dijo con cautela. "¿Ah, tu crees que yo te pondría una trampa? Tú me la pusiste, tu me obligaste con tus palabras convincentes, a desistirme, dijiste que me acompañarías, y como siempre me dejaste sola. En este caso era la fuerza del abogado, contra la mía, él confiaba en ser bastante suspicaz para asustarte y obligarte a contratar sus servicios, caíste con él." Carlota sonreía victoriosa sólo viendo el tipo miedoso con el que se había casado. Las alas de ella estaban fuertes, ya había visto la puerta del siguiente nivel, desde la parte superior de la escalinata. Dios era su abogado y le daba fortaleza, Eudardo en cambio, sólo mostraba sus debilidades y bajezas. "¡Qué poco hombre que prefería escudarse tras un abogado, que dar la cara y confiar en su esposa!". El abrió la boca "tú no sabes de leyes, y no sabías que pasaría, tal vez el abogado tenía razón". La esposa cerrando los ojos amenazadora le sacó de la duda "hablé con el agente y éste me dijo que esto no es de oficio que es una querella que se puede desistir en cualquier momento, aquí no hay perseguidos ni cárcel. Ese abogado sólo te vio la cara. Dijimos que hablaríamos con el agente del MP y yo quería que tú hablaras con él, que le dieras la cara, que comprendieras la importancia de comportarte como un padre, no como un animal; esa era toda mi intención.  En vez de confiar en lo que habíamos hablado tú y yo, caíste en la astucia del ambicioso abogado, y de su deseo de cobrar aunque fuera una asesoría." Su mirada azul se hacía cortante y la mirada oscura de él cerraba cualquier indicio de razón. Ella continuó "Yo contaba con que confiarías en mí, y por eso abiertamente, te relaté todo, para que vieras que no hay mayor intención, que el que nosotros  crezcamos, lo único que yo buscaba era unirnos como pareja; pero no, preferiste confiar en el ambicioso abogado, que en tu esposa. Me metiste la duda de los tribunales y el juez, de la incapacidad que tenía el licenciado del MP, por supuesto que por intervención del abogado. Preferiste confiar en él, preferiste demostrarme que una vez más 18 años de convivir, no han hecho mella en ti." Sus puños apretados miraban de frente al hombre triste.  "Me mostraste que aunque en tu infancia no te hayan maltratado, te hicieron desconfiado". Entonces él se defendió "Claro que nadie me ha lastimado, mis padres me querían muchísimo" dijo apretando los labios y moviendo la cabeza airoso." Ella hizo una mueca, "pero te hicieron desconfiado." repitió "A mi tampoco me maltrataron, y confío en la palabra de la gente, confío en que Dios mi padre, me va a proteger, y vivo feliz, sin culpas. Tu caíste con el abogado. Pudiste haberlo ahorrado si me hubieras acompañado hoy. Si hubieras confiado en mi, hubieras ahorrado cierto dinero, pero no prefieres que todos perdamos, a que Tú CONFÍES EN MI." lo dijo señalando, con la tristeza de una esposa que mira el abismo a un lado, como quien sabe que ha ofrecido algo que le ha costado mucho esfuerzo. Ha regalado el 10 al ofrecer que se desistiría. Sin embargo sabía que Dios la acompañaba, Él el mejor abogado que ella pudiera contratar, había hecho que Eduardo, el marido, se asustara, que saliera corriendo para que algo le costara el pagar el mal procedido.

Aquella mañana, un día antes de la cita ella había amanecido con flojera, no podía despertar, porque las cosas no serían lo fáciles que se las había mostrado él la noche anterior. A Eduardo, el recelo y el miedo a confrontar, lo presionaban a que ella diera la cara, y él quedara bien. Carlota recapitulaba los eventos de las últimas horas, recordaba la charla con el marido la noche anterior: "yo ya medité lo que me dijiste, es verdad que me sulfuro con facilidad, no soporto tu pasividad, y eso me violenta, pero si esto le está haciendo mal a todos, estoy dispuesto a cambiar. Ya investigué de un curso de autocontrol para ejecutivos, que voy a tomar, no me conviene a mi, ni a ustedes tampoco, que yo sea así. Me comprometo a cambiar, pero "no con una pistola en la cabeza" presionado por una demanda. Creo que podemos ir antes de la cita, a que te desistas.
- Está bien, dijo ella, mañana me acompañas y charlamos con el abogado del ministerio público. Eduardo, calmado y pausado, como quien ha resuelto un grave asunto, la miró, le dio un beso en el cuello y salió del cuarto. Ella se quedó sola, tenía frío, metida en su cama, dudaba, "¿así tan fácil se resuelve? Él no es así, él pelea más, hace más aspavientos, hace dramas, grita pega, y esto ya quedó simplemente?".

sábado, 7 de febrero de 2015

LA TRAICION. 8: SEGUNDO ROUND

Esta sería la última oportunidad. Ella sabía que él no le volvería a pegar, el padre era muy intuitivo y sabía que a partir de ahora, si lo intentaba nuevamente, las cosas se saldrían de control. Sin pensarlo, en este momento, el padre  lo golpeó, lo asesto varias veces y le gritó, "métete a bañar, niño desobediente. Quítate la camisa para que te duela más". La madre le "gritaba, no le pegues, te dije que lo convencieras, no que le pegaras". "Esa es la forma en que yo se educarlo, si no te gusta, no me pidas ayuda" le respondió insolente. "¿De qué sirvió tu agresión? No se metió a bañar". le respondió la madre molesta, apretando los labios. A la mañana siguiente, se llevó al niño como le explicara el abogado del centro familiar, a  meter la denuncia por maltrato infantil. Ella como siempre dudaba, ¿a quién sería leal? ¿A sus hijos? O ¿a su marido? Parecía que ella perdía  por ambos lados, parecía que iba como veleta al son que el viento soplara. ¿En dónde quedaba ella? ¿En dónde quedaba su vida como persona y su objetivo real que era el de crecer individualmente? ¿Qué beneficio recibiría ella al denunciar? ¿Qué ganaría ella?

Ella no se daba cuenta que cada vez que actuaba con miedo, lo hacía a él ganador. Muy en el fondo el papel de ella era ése, el de hacerlo siempre el ganador. Ella estaba en el mundo junto a él para que él fuera triunfador, pero el camino que ella estaba siguiendo era el equivocado. No era a través de su auto-flagelo, como él crecería. Ella no sabía que debía sentirse feliz, que su actitud debía ser firme, porque así todos ganarían. Ella con su miedo, lo hacía ganar a él, pero sólo la mitad de lo que le correspondía. Los hijos, sólo perdían, lo mismo que ella. En su actitud debía existir la fortaleza de quien sabe confrontar , de quien sabe emprender un programa con decisión y entereza. Esta era la oportunidad de que todos crecieran. Ella, con su miedo, sólo retrasaba el triunfo total de la familia. Ella en su duda, reprimía el deseo de todos de convivir felices y en armonía. Ella no lo sabía, lo sabía Dios, y lo sabían todas las pruebas que ella debía afrontar. Para ella, esta prueba se le aparecía como una escalera que sube sin un sentido porque al final, no tiene salida; sin embargo, casi al llegar al final de los escalones, se ve otra puerta, que desde abajo no se divisa, otra puerta que sólo se abre, una vez que se ha subido toda la escalinata. Ella con su miedo, subía y bajaba los escalones interminablemente. Subía hasta la mitad de ellos, y su miedo, la hacía regresar hasta la base. Su cautela era ridícula, pero para volar, las alas tienen que madurar, y ella no estaba preparada para esta faena. Su miedo, le estaba dando la fortaleza que ella necesitaba para subir de nivel. Parecía un trabajo sin sentido para ella, pero era algo que debía afrontar.

Ella, formando su poder, se presentó ante las autoridades "el papá del niño, le ha pegado con un cinturón". La persona que recibe la denuncia pide que la madre le explique lo ocurrido: "Bueno, este niño es muy rebelde, era la hora del baño, y no quería obedecer, no quería quitarse la ropa, ni prender la regadera, y permanecía parado frente al espejo, como una estatua. Yo le insistía y le insistía, y él nada. La lucha de órdenes y pasividad parecía interminable, y el padre oyó esta discusión. Finalmente, cuando el padre oyó la desidia del niño a obedecer, se acercó a él, y le pegó con el cinturón". La madre, no estaba presente, para defender al pequeño, pero era una trampa, ella debía provocar para volver a meter la denuncia y que ahora sí sintiera miedo el padre.

Fue con el médico legista, quien hizo la declaración correspondiente. El médico no dijo nada, sólo obsevó al niño, y le hizo preguntas : "¿quien te pegó?" "no sé" fue su respuesta "con qué te pegaron" tras una breve pausa, el pequeño discapacitado dijo  "es que mi papá con el cinturón, porque yo no me baño, es que no me gusta, y es que no quiero, y entonces él se enoja, y..." de pronto se quedó callado. El doctor esperaba más información pero, ya no abrió mas la boca el niño. "¿Tiene algún problema mental?" preguntó nuevamente "si, tiene inmadurez neuronal" explicó la madre. "Lo puedo revisar?" preguntó nuevamente el médico inclinándose hacia el niño. "Ya se le quitaron mucho las marcas, sólo le queda esta pequeña desgarradura" dijo la madre preocupada, pensando que eso no sería suficiente y se le negaría la denuncia. El médico procedió a mirar la espalda con detenimiento, y escribió el reporte. "Lesiones producidas por un cinturón" "Ahora debe ir al ministerio público, donde continúe la demanda." Ella dudosa, dejaba pasar el tiempo. Había escuchado que con el ministerio público no se juega, que una vez dentro una denuncia, sólo se termina hasta que se termina, lo que le metió nuevamente miedo, pero recordando su objetivo inicial, se envalentonó y obediente fue a buscar el lugar que le indicara el médico legista. Estaba lleno de gente, muchas mujeres con pequeños, una madre acompañada por su hija, a la cual su propio hijo había golpeado, otra su ex-marido la había golpeado en la calle. "Caramba, ¿en dónde estoy metida? Parece que no soy la única, cuánta gente con los mismos problemas que yo, o tal vez peores que los míos. ¿en verdad atenderán mi caso? ¿Será archivado como tantos que se ven en pilas?" Mientras esperaba su turno, miraba la oficina, pilas de documentos numerados, pilas que no sabía su destino o su origen. Estaban allí por alguna razón, sin saber si estaban siendo trabajados, o simplemente olvidados por la gran carga de trabajo que había.

El tiempo pasaba y nadie la atendía. Parecía una conflagración a favor del marido. Él siempre salía triunfador, y en esta espera parecía que él nuevamente ganaría, parecía superior a la paciencia de esta desesperada esposa. Sin embargo, no todo estaba declarado, al darse cuenta de ello, observó que una abogada importante, la directora del departamento, llegaba a la oficina. Una mujer de alrededor de 50 o 60 años, que con educación la invitó a pasar. Se observaba una mujer guapa, elegante, educada. Inteligente y audaz, que sabía moverse como pez en el agua, amable y educada preguntaba y anotaba, observaba la reacción de la madre, porque cabría la duda si era una simple querella de poderes entre marido y mujer. Observó la preocupación de la madre. Debía ayudarla, pero había tardado demasiado en meter la denuncia "¡pero esto tiene más de un mes! ¡Esto, ya no procede!" La madre preocupada, y helada en su asiento le explicó el asunto "el padre es mi marido, estamos casados, y tengo miedo que tome represalias contra mí. Tenía que armarme de valor." La abogada pensó, dudó, pero llevó adelante el caso, esto era un caso mal llevado, pero un caso de maltrato infantil que debía ser detenido. Una vez hecho el oficio, le dijo "lleve este papel a la policía, para que lo citen". A ella se le heló la sangre "yo tengo que entregarlo a quien? ¿no puede salir de aquí y ya?" Qué trámite tan engorroso, tan lento..

Ella leyó el papel, debían sellarle uno de recibido y entregar otro en mano del acusado. El nombre de ella aparecía como denunciante. Esto la puso a temblar, no era lo que ella quería, se suponía que debía ser anónima. "Licenciada, ya le expliqué que tengo miedo de que tome represalias, si él ve mi nombre, me va a ir muy mal" intentó preocupada la mujer evitar que su nombre apareciera en el documento. "Esto es por lesiones, señora, aquí no hay anonimato, en algún momento va a tener usted que presentarse para representar al menor, y sabrá que es usted quien demanda". Otro obstáculo más. Ella había tenido el valor de acusarlo, pero temía mucho comparecer ante un juez contra su prepotente marido.

viernes, 6 de febrero de 2015

LA TRAICION. 7: LA DENUNCIA

No había ningún deseo de parte de la madre de llegar a ese lugar. Estaba sí muy escondido, pero también, ella se perdía y se perdía. Pasaban las horas, y no llegaban a su destino. Sin embargo, la suerte estaba de su lado,  cuando finalmente encontró el camino y llegó a su destino, no había gente citada en el centro de atención familiar y ellos pasaban rápidamente con todos los especialistas que evaluaran el caso. El trabajador social estaba ahí. Él le explicó a cada uno de los entendidos del tema, que ella venía sin cita a buscar ayuda. Así pasaron con el médico legista. La madre, iba con desconfianza, triste, con mucha incertidumbre. ¿Qué tan eficiente sería eso? ¿Que tanta autoridad tendrían? ¿En verdad sería de ayuda? La doctora muy seria, la observaba. No parecía querer cooperar con ella, más bien parecía que era ella quien los lastimaba. Los revisó de uno en uno, los vio que de hecho tenían lastimadas en los brazos. "¿Qué es esto?" preguntó la doctora seria, al ver una herida en el codo "la madre con desinterés lo vio y dijo"ah, se cayó y lo curé". La doctora observando la actitud efectivamente despreocupada de la madre, observó que era verdad. " le recomiendo que no use violeta para curar, llega a esconder las infecciones"  la madre admirada abrió los ojos grandes "no se me había ocurrido. Es que a ellos les gusta porque no duele. siempre me piden "el moradito", por eso se los pongo".

Más tarde, pasaron con la psicóloga. La mujer, como de alrededor de 50 años, charló con la madre, pidió se le extendiera más los hechos y el motivo de la denuncia. Ella escuchaba, la denuncia ya estaba impresa en un papel cuando llegó la madre. Se le pidió que ella llenara el papel, y así cada especialista, lo iba alargando con su comentario. La psicóloga, observaba mientras preguntaba, veía a una mujer muy preocupada porque efectivamente los reportes del médico legista aparecían  con señales de violencia, sobre todo en el mediano. "Yo estoy casada", empezaba a decir la esposa " y lo que quiero es que no maltrate a mis hijos. Como pareja, no es lo máximo, pero no creo que un divorcio resuelva esto. Quiero intentar primero con una terapia." La psicóloga escuchaba y anotaba, observaba al pequeño que estaba en su oficina intentando llevarse todos los juguetes a la casa. Vio que era un chico con cierta discapacidad, necio, que no entendía la palabra "no". "Mi marido se desespera con estas respuestas infantiles y por eso le pega" La psicóloga asintió " no es razón suficiente para pegarle y lastimarlo. Voy a hablar con los otros niños, salga por favor" ups. Esto iba en serio, ¿Qué les preguntarían a los niños? ¿Por qué no la dejaban estar presente?  Esa era su única duda, porque fuera de eso, no le preocupaba qué pudieran responder los niños, ella no tenía nada que temer.  Al salir ellos, la volvió a llamar "señora efectivamente, a los hombrecitos se les nota ansiedad, quieren protegerla a usted, sobre todo el grande, está my preocupado de dejarla sola con su marido. La niña, parece no querer cambiar nada, parece que a ella no le va tan mal". "Efectivamente ella es más normal y siendo niña conquista a su papá", respondió la madre triste con este reporte, pobres niños, su misma proyección. ¿Sería que así trataba su padre al marido?.

Continuaron con el abogado, un hombre enérgico serio como de unos 60 años, todo un "perro rabioso". Tras leer el caso, dijo seriamente "señora usted ha levantado cargos en el ministerio público, por lesiones?" Ella abrió los ojos grandes "no, en absoluto" firmemente le dijo "es su obligación hacerlo, y continuar la denuncia hasta sus últimas consecuencias. De otra forma usted es cómplice" terminó de hablar el abogado con la dureza en los ojos. Oh no otra vez esa palabra, ella era cómplice por omisión. ¡Qué impotencia! Esto era serio, ¿Esto lo haría cambiar? Así se despidieron del trabajador social, y on cierta carga liberada, partieron de regreso a casa. El padre les preguntaba a los niños, a la madre a dónde habían ido,, pero nadie supo responder, y él se quedó con la duda.

Así le llegó la denuncia nuevamente al marido, en esta ocasión los citaban a ambos, ellos debían comparecer, y juntos presentarse ante las instancias familiares correspondientes. El marido al ver nuevamente el citatorio, dudó de su veracidad "¿Lo entregó la policía? No tiene sello." Buscaba salidas, sin encontrarlas. La esposa, asustada, insistía "vamos a ver de qué se trata" el hombre envalentonado le dijo "tu pusiste la denuncia, no fue ningún sirviente ni ningún enemigo, simplemente me quieres fregar. Estás muy interesada en que vaya". Ella al escuchar su respuesta, se asustó más, "¿Cómo lo sabe?" pensó. Ella deseaba que las autoridades hicieran algo, ejercieran alguna presión, pero no había juicio de por medio, no podía hacer nada para  presionarlo a ir. Parecía una querella familiar.

El marido no asistió. Ella tampoco. Pasaban los días, y la situación se recrudecía. El hombre parecía haber encontrado más fuerza de la esperada. Aquella denuncia y su falla en cumplirla, lo hacían sentir superior. ¿Quién podría contra él? Su actitud ahora era más severa. Ya se sulfuraba tras cualquier intento de molestia de los niños, cualquier ineficiencia de la esposa, era motivo para que, como león, brincara agresivamente, sabía que nadie podía nada contra él, si él no se presentaba, no había nadie que lo lastimara. La esposa, con tristeza e impotencia, observaba cómo todo iba peor de lo esperado. ¿Por qué las autoridades no insistían? ¿Qué necesidad de continuar este infierno? Ella seguía y seguía diciéndole que se calmara, que tomara una terapia, que respetara a los niños, sin éxito.  El día había llegado, finalmente parecía que se abría una nueva puerta. Él sacó el cinturón y atacó al mediano, para obligarlo a meterse a la regadera.

miércoles, 4 de febrero de 2015

LA TRAICION. 6: PRIMER ROUND

6.
Esa mañana todo había sido un caos, los niños no se levantaban para ir a la escuela, la mamá insistente, iba de una cama a la otra, "niño levántate" y nada, ninguno se levantaba. El hombre hecho un grissly enojado, molesto porque le estaban interrumpiendo su sueño, se levantó, sacó el cinturón y así, de uno en uno, los fue levantando de la cama. "Así es como se hace, vieja hu...a" y regresó a su cama. Mientras tanto, la casa ya era un desgarriate, todos llorando, enojados, con rebeldía y calma se vestían. La mamá más compungida aún, les decía " ¿ven lo que pasa cuando no obedecen?" "es que mi papá no nos quiere" decía llorando cada uno a su manera. Los minutos corrían, los camiones escolares llegaban y  todos subían retrasados a ellos sin desayunar. Todavía el esposo le pegó un grito para indicarle cómo se educa a los niños "tienes que levantarte tu mas temprano y gritarles, y mandarlos, a tu manera nunca se van a levantar" le decía con los ojos saliendo de su cara, los gritos fuertes y altisonantes, y la actitud de quien está a punto de golpear. Ella, estaba aguantando el llanto, él tenía razón, pero esa tampoco era la forma, ella recordaba aquella vez en que tras salir enojados de la casa, vio a su hijo en un evento escolar, iba con la carita triste, aguantando las lágrimas, su cuerpo colgado. Ellos reaccionaban siempre tristes, y se les notaba en la escuela. "Ayúdame de otra forma, así no quiero" le  pidió la esposa con amargura. "Eres una inútil, nunca aprenderás nada." Ella comprendió que ya no había vuelta atrás, era su palabra contra de la de él, era una guerra en dónde a él no le importaba la consecuencia a largo plazo, él quería la acción inmediata del orden  y el silencio, pero esa no sería la forma.

Detrás de los niños, se fue el hombre a una reunión de trabajo, y ella aprovechó para hacer la denuncia. Era muy fácil: llamar por teléfono, dejar un nombre falso, y la denuncia anónima quedaba hecha. Luego mandarían el citatorio para solicitarlo a él. Ella temblaba, su voz trémula, hablaba con miedo ante el auricular: "Señorita, quiero denunciar maltrato infantil.... Si, es mi vecino..." La telefonista le explicó que los niños tendrían que someterse a una evaluación, para comprobar el daño. Eso la asustó mucho. "¿Entonces, la madre tiene que llevar a los niños?" y soltaba una lágrima. "Eso es todo, próximamente, se presentará un trabajador social en el domicilio" explicó la telefonista del otro lado del auricular. Ella colgó, respiró hondo, esto no se repetiría nuevamente, él debía caer, ellos dos, como pareja, no eran un equipo.

Pasaban los días, pasaban las semanas, y nada sucedía. No venía nadie a hablar del citatorio. Ella estaba nerviosa, quería que pasara algo, y nadie le ayudaba. Su peor enemigo era su miedo, la bola que se le armaba en el estómago, cada vez que él se le imponía. Ella se sentía muy mal, porque a veces él era lindo, a veces, por alguna tarde, él se comportaba bien con todos. A los chicos los llevaba al cine, y les hacía bromas divertidas, a la esposa, a veces la atendía bien, y ese era el problema, la volubilidad con que se comportaba. ¿Sería una estrategia? ¿Bajar las armas, para hacer más daño? El pensar eso, le daba valor, "Si él quiere lastimarme, no lo va a lograr".

Por fin tras dos largos meses de espera el marido un día preocupado le dijo "¿Tu sabes algo de un citatorio? Yo no sé si algún sirviente molesto lo puso, dice que yo maltrato a los niños. Está todo mal escrito, los nombres y apellidos no corresponden" le dijo muy preocupado, consternado. "¿Y qué hiciste con el papel?" "Claro que no lo acepté, lo devolví" respondió el aún asustado, eso había sido un golpe bajo, y él no lo había considerado. A ella la cara se le desencajó. Finalmente había llegado la ayuda, y él la había rechazado con un golpe magistral. ¡Qué impotencia! Ahora a buscar nuevamente a la persona, a explicarle que escribiera bien los nombres, que hicieran algo formal, ¿que no eran autoridad? pensaba sollozando, desesperada. Nuevamente, tras dos semanas regresó el del servicio social. Un hombrecito pequeño, débil, con una papel, al mismo tiempo, llegaba el marido y se acercaba tratando de escuchar de qué se trataba todo. Ella al verlo se estremeció ¡Esto no impone! ¿Dónde está el personaje fuerte que debería venir a infundir miedo? Ella lo atendió. Consternada, hablando quedito, contaba cuál era la razón de la denuncia, y el hombre explicando también en voz baja; ella no quería que el marido supiera lo que se tramaba. Ella leyó el papel, " está mal escrito señor, él ya lo recibió una vez y lo rechazó porque dice que no es oficial" le indicó desarmada. "Señora, comprenda que en este medio tan elegante es muy difícil entrar, acépteme este papel, vaya usted a la delegación con los niños, explica su caso y haga que él se presente" le explicó calmado, viendo su expresión asustada. - "¿Tienen que ir los niños?" preguntó dudosa mientras leía el papel  " si, es indispensable, necesitamos las pruebas que lo condenen" Ella, cerrando lo ojos, lo despidió. Parecía que ella tenía que presentarse  primero, preparar el camino.
 Al entrar a la casa, nuevamente el grizzly enojado le preguntaba quién era ese hombre y qué quería. "¿Quien es ese señor con quien hablaste?" La respuesta de ella fue silencio "¡No me has contestado!"  "Era sólo el hombre que viene a medir la luz" respondió ella evasiva y nerviosa. "¿No será ese citatorio, aquél que rechacé porque los nombres estaban mal escritos?", Ella escuchó eso en el piso de arriba, subió a esconderse para que no viera su reacción de miedo, la última frase lña había terminado por desarmar, ¿cómo lo sabía él?. Leyó el papel con cuidado, en éste se le pedía que llevara a los niños para su evaluación, porque recibían maltrato. Así, a escondidas, una mañana se los llevó. No  el día que le habían citado, era urgente aprovechar que estaban los niños en casa. El mismo trabajador social le recomendó fuera el día que quisiera para llevar a cabo la denuncia.

lunes, 2 de febrero de 2015

LA TRAICION. 5:VIVIR DURMIENDO

Así enojada del sueño  y ceñuda empezó el día. No podía despertar. A las 4.30 abría el ojo para hacer un trabajo, pero el cansancio la había dejado tirada donde estaba. Nada la hacia despertar, ni el caminar para despertar a los niños, en cada cuarto se quedaba dormida, el sueño parecía querer permanecer en sus ojos, y no permitir que ella los abriera. Pareciera que su intuición femenina le indicaba que las cosas no serían tan lindas como esperaba, en su sueño, evadía la realidad, no sabía qué pasaría en el día, pero su intuición femenina, se lo estaba diciendo, la estaba previniendo. Su actitud era ceñuda, molesta, algo no le cuadraba sobre la plática de la noche anterior, parecía muy simple, él estaba muy convencido de que ella obedecería, sus palabras la iban llevando a decir lo que él esperaba oír, y ella a todo asentía. ¿Sería que eso la molestaba?¿Habría algo más profundo porque ella estaba molesta?

Habían salido juntos, había varias actividades que hacer en la misma ruta, y así los dos compartirían el tiempo y el espacio. Para ella el día se le había venido encima, todo eran carreras contra el reloj, y para él también. Él tardaba en salir de la casa, que buscaba sus lentes, que había un pendiente que terminar, cada vez algo lo detenía a salir; pareciera que él tampoco quisiera empezar, parecía que él mismo intentaba detener algo inminente o se estaba ventaneando,  o simplemente tenía miedo, ese temor que le había surgido hacía una semana cuando hubiera recibido el citatorio. Tal vez efectivamente había alguna falsedad, alguna revancha del lado de él, que a ella le daba la razón para no querer despertar, para ese cansancio, y el poco deseo de despertar. Al final se dio cuenta que "quiero dormir cansado, para no frustrarme nuevamente con tu actitud, para no verme nuevamente envuelta en tu chantaje".

En cada cita, la actitud de él era extraña, él siempre callado, permitiendo que su esposa dijera lo que sabía, y permitiendo que ella se explayara, se abalanzó a hablar, quería sobresalir pese a que no sabía suficiente, hablaba y hablaba e interrumpía a la esposa, cuando ella intentaba abrir la boca. ¿La idea sería la de hacerla menos? ¿Sería tan honesto su deseo de cambiar? ¿Sería un indicio para que ella levantara las antenas?

Llegaron al juzgado, y automáticamente desapareció. El propósito era que ambos hablaran con el agente y ella se desistiera, como lo habían acordado. Iban entrando y él no estaba, ella esperaba y esperaba, y él sin aparecer. Extrañada miraba a lo lejos, miraba cerca, y entre la gente, de espaldas a ella, él hablaba por teléfono. Como tardaba en alcanzarla, ella se adelantó al juzgado, para tomar un turno. Salió a buscarlo y al encontrarlo, él asustado, le dijo que el abogado le había llamado, que debía salir de allí, que ella quitara la denuncia y él se fuera. "¿Sabes de qué te acusan? Tal vez aprovechen para interrogarte y no tengas quien te defienda, tal vez te encarcelen, porque eso es lo que dice en el citatorio, sal de allí inmediatamente", le había ordenado el abogado por teléfono. Realmente el abogado temía perder su pago, si ellos lo hacían de esta forma, a él lo sacarían de la jugada y eso no le convenía.

De eso se trataba todo, a eso se refería el cansancio que ella sentía, a la parte de incumplimiento de él, al hecho de que él se echaría a correr, dejándola sola nuevamente, a merced de las autoridades. Ella así sola, nuevamente en su taciturnidad, esperó el tiempo y se aprestó a hablar con el oficial del ministerio. Ella le explicó su preocupación y su negativa a ser parte de un juicio. Él extrañado la escuchaba, nada de eso era verdad. El abogado y el marido habían inventado esta argucia para infundirle miedo a ella, para que ella se desistiera con seguridad, y éste saliera ileso, sin cargos que mancharan su reputación. El marido consideraba que si ella estaba triste, decepcionada, o tenía razón, eso no importaba, esto era una guerra, y él tenía más balas, la buena voluntad, aquí no existía.

El agente, le explicó que ella podría desistirse, siempre y cuando él cumpliera, que el ministerio público, necesitaba un papel  que dijera que él estaba tomando una terapia y así cerrarían el caso, pero que él tenía que hablar con la otra parte para que tuviera el efecto requerido.

Ella al salir del ministerio, triste por la nueva daga que él le había asestado, empezó a recordar todo el caso: el hombre eternamente sulfuroso, pretendía que sus hijos no hicieran ruido, no se movieran, no corrieran, y al más rebelde, se le acercaba con un cinturón y le pegaba. A veces era porque tardaban en obedecer, pero el cinturón siempre salía a escena. Generalmente era el mediano, el que padecía de aquella discapacidad, el más rebelde, el que ganaba los golpes más severos. El mayor recibía los golpes psicológicos, de él se burlaba, "¿No vas a obedecer?" le decía el padre, "pues te voy a quitar tu domingo, que bueno, vas a ser pobre" y esto lo decía con la voz de burla, con la voz del sarcasmo y el cinismo. El hijo mayor, Salvador, llevaba años escuchando sus frases, sus actitudes, y lo resentía tanto. No lloraba, pero su postura era desgarbada. No tenía amigos, su autoestima estaba bastante dañada para tener alguna relación feliz. Los pocos intentos que haría él de relacionarse, se veían frustrados por las actitudes agresivas de los niños. Tal vez las palabras que los niños le decían, le recordaban a las del padre, lo hacían sentir miserable.  La madre sólo regañaba al padre: "no les pegues, eso no sirve para educar" a lo que él respondía "entonces enséñame tu método, a ver si ése si sirve" con cólera y despotismo le hablaba a su mujer, ¿Qué caso tenía intentar mostrarle algo? Él con su actitud severa, malhumorada, sarcástica, no deseaba aprender nada. La única intención de él era la de aplastar la buena voluntad de la esposa, hundir a todos, para él estar sobre todos, para que todos vieran qué infeliz era él con esa familia de perdedores. Tal vez, su intención era la de efectivamente educar con la actitud militar que se acostumbraba en los 30´s cuando los niños y las mujeres iban asustadas  por los maltratos de los hombres. Sin embargo, a él no le estaba funcionando, en vez de conseguir que ellos produjeran algo bueno, se volvían cada vez más infelices y tristes. La intención del hombre, de que ellos fueran gente fuerte, no se cumplía. La gente que los conocía, los evitaba, era tan desagradable convivir con un hombre tan agresivo  tan sulfuroso, tan maldito y poco amable con sus hijos. Tampoco tenían amigos de familia. No había manera de hacer amistad con otras familias, él resaltaba por su sarcasmo. Aunque siempre escondido, la gente notaba que su familia vivía infeliz  por su trato del padre. Los amigos que tenían eran sólo laborales, nadie los buscaba, porque les molestaba la energía falsa que ellos emanaban.

Ella pensaba que eso estaba bien, que era la vida que les había tocado, y que en algún momento él recapacitaría si ella le insistía una y otra vez lo mismo. Un buen día escuchó que a ella, la actitud del marido, la hacía cómplice, ella no debía quedarse callada, ella debía denunciar a ese agresivo sulfuroso hombre que atacaba física y psicológicamente a sus indefensos hijos. Sus pobres hijos, que sólo tenían a su padre que los cuidara, irónicamente era precisamente, de quien recibieran el peor maltrato, el que les sembraba el dolor más profundo que imperaría el resto de su vida.

Ella que se sentía víctima de este maldito, cumplía dos papeles, víctima y cómplice. Ella que quería cuidarlos, los estaba lastimando doblemente. Ella se armó de valor, conocía la prepotencia del hombre, cuántas veces, lo había oído amenazarla, "tu no puedes hacer nada contra mí, si tu familia es tan idiota para dejarse allanar por abogados corruptos, yo también puedo. Tu familia no vale nada, y yo puedo hacer que te quiten a los hijos, cualquier abogado se prestaría a dejarte en la ruina". Pese a ese pensamiento, ella fue y metió la denuncia.