Pinoccio. ¿Quién fue Pinoccio? Una hermosa creación de Disney, una ilusa imaginación de un pobre zapatero que solitario y triste deseaba tener un hijo, y así en gran imaginación, creó un títere, una marioneta que pareciera de verdad, una marioneta con la que charlar, como si ella fuera un chico de verdad, como si ella en algún momento le pudiera contestar. Es así como el hada se apiada de él, y le hace la magia de darle un niño de verdad, un niño travieso que se comporta como todos los chicos del barrio, de los que uno no quiere tener.
Aquí me detengo en pensar por qué creo Gepetto a Pinoccio. ¿Acaso él deseaba un pequeño? ¿Acaso él quería que su vida fuera distinta? ¿Ya a sus largos años? ¿En verdad sabría Gepetto lo que hacía, lo que deseaba?, "ten cuidado con lo que deseás, porque se te puede hacer realidad". Así Gepetto empezó a sufrir como cualquier padre por tener un hijo travieso y desobediente, amigo de un zorro y de un burro con los peores amigos que nadie imagina tener. ¿qué necesidad tenía Gepetto de tener un hijo a sus largos años? Yo creo que necesitaba resolver un problema de infancia, yo creo que extrañaba y lloraba como cualquier abuelo que desea que las cosas sean diferentes y simplemente no salen como uno desea. Yo pienso que Gepetto lloraba de soledad y de necesidad, el no esperaba que el pequeño se hiciera un niño de verdad, ni tampoco que sucediera todo como sucedió. Sin embargo tal vez Gepetto mismo fue un chico travieso, con malos amigos y Pinoccio vino a recordarle esos malos momentos. Seguramente el hada quiso hacerle el favor de que pudiera resolver aquello que le pesaba que pudiera resolver, aquello que le provocaba tristeza.
De la misma forma todos los artistas creamos nuestros Pinoccios, deseando que ellos nos hagan realidad nuestras carencias, nuestras miserias. Requerimos musos que nos hagan sentir prolíficos, y creativos, que al menos una persona de nuestra imaginación, venga a recrear los pensamientos y deseos ajenos. Que esos Pinoccios de nuestro deseo vengan a hacer sonreír a todos aquellos que viven nuestras penas, en su propia versión, que duelen sus amores en su propia decisión, que extrañan sus faltantes desde ese rincón de mundo que ellos han vivido.
Al igual que Gepetto Dios creó diferentes Pinoccios, cada uno diferente y especial, cada uno con sus huellas digitales y diferente de cada uno del resto de los seres del planeta, pero igual en los sentimientos, igual en el corazón, igual en su esperanza y en su forma de sentir. No importa que sea chino, japonés, árabe, europeo o latino, a todos se les nota en la expresión su sentir en ese instante. Si llora, sabemos que el sentimiento es intenso, si sonríe, sabemos que es de emoción, tal vez por ganar una medalla olímpica o una carrera, si es su actitud tiesa y robótica, es un gran dolor. No importa que no hable nuestro idioma, al igual que Pinoccio, todos sabemos que en ese momento algo lo está lastimado, sin hablar con él, sabemos qué le está sucediendo en ese preciso instante.
Así como Gepetto siento que mi Corazón está presente. Nadie lo supera, nadie puede hacer que olvide. Sin embargo, ese ser no existe más, se murió de aburrición en algún trayecto, y lo que me queda es sólo la esperanza de que me haya equivocada, y sí exista. Me preocupa que ese ser que me ha hecho vivir, nunca reaparezca, se haya quedado en el olvido y realmente nunca haya existido. Que allí en mi imaginación se haya hecho un personaje, y ahora lo quiera traer a la vida. Así ilusamente como Pinoccio, como las muñecas de una pequeña. Ellos son de juguete; No importa que Pinoccio fuera de madera trabajada que pareciera un niño de verdad. No importa que la muñeca tenga movimientos dóciles, muy humanos, que su piel sea y parezca terza, que su cara sea como la de una niña y sus dientes graciosos saliendo como esbozando una sorisa. No importa que todo parezca como si fuera de verdad, la realidad es que es tan ilusa como suponer que una marioneta de madera pueda ser de pronto un niño de carne y hueso.
Aquí me quedo en mi pensamiento, esperando que como Gepetto, mi marioneta se haga verdadera, exista, tal y como yo la he creado.
Aquí me detengo en pensar por qué creo Gepetto a Pinoccio. ¿Acaso él deseaba un pequeño? ¿Acaso él quería que su vida fuera distinta? ¿Ya a sus largos años? ¿En verdad sabría Gepetto lo que hacía, lo que deseaba?, "ten cuidado con lo que deseás, porque se te puede hacer realidad". Así Gepetto empezó a sufrir como cualquier padre por tener un hijo travieso y desobediente, amigo de un zorro y de un burro con los peores amigos que nadie imagina tener. ¿qué necesidad tenía Gepetto de tener un hijo a sus largos años? Yo creo que necesitaba resolver un problema de infancia, yo creo que extrañaba y lloraba como cualquier abuelo que desea que las cosas sean diferentes y simplemente no salen como uno desea. Yo pienso que Gepetto lloraba de soledad y de necesidad, el no esperaba que el pequeño se hiciera un niño de verdad, ni tampoco que sucediera todo como sucedió. Sin embargo tal vez Gepetto mismo fue un chico travieso, con malos amigos y Pinoccio vino a recordarle esos malos momentos. Seguramente el hada quiso hacerle el favor de que pudiera resolver aquello que le pesaba que pudiera resolver, aquello que le provocaba tristeza.
De la misma forma todos los artistas creamos nuestros Pinoccios, deseando que ellos nos hagan realidad nuestras carencias, nuestras miserias. Requerimos musos que nos hagan sentir prolíficos, y creativos, que al menos una persona de nuestra imaginación, venga a recrear los pensamientos y deseos ajenos. Que esos Pinoccios de nuestro deseo vengan a hacer sonreír a todos aquellos que viven nuestras penas, en su propia versión, que duelen sus amores en su propia decisión, que extrañan sus faltantes desde ese rincón de mundo que ellos han vivido.
Al igual que Gepetto Dios creó diferentes Pinoccios, cada uno diferente y especial, cada uno con sus huellas digitales y diferente de cada uno del resto de los seres del planeta, pero igual en los sentimientos, igual en el corazón, igual en su esperanza y en su forma de sentir. No importa que sea chino, japonés, árabe, europeo o latino, a todos se les nota en la expresión su sentir en ese instante. Si llora, sabemos que el sentimiento es intenso, si sonríe, sabemos que es de emoción, tal vez por ganar una medalla olímpica o una carrera, si es su actitud tiesa y robótica, es un gran dolor. No importa que no hable nuestro idioma, al igual que Pinoccio, todos sabemos que en ese momento algo lo está lastimado, sin hablar con él, sabemos qué le está sucediendo en ese preciso instante.
Así como Gepetto siento que mi Corazón está presente. Nadie lo supera, nadie puede hacer que olvide. Sin embargo, ese ser no existe más, se murió de aburrición en algún trayecto, y lo que me queda es sólo la esperanza de que me haya equivocada, y sí exista. Me preocupa que ese ser que me ha hecho vivir, nunca reaparezca, se haya quedado en el olvido y realmente nunca haya existido. Que allí en mi imaginación se haya hecho un personaje, y ahora lo quiera traer a la vida. Así ilusamente como Pinoccio, como las muñecas de una pequeña. Ellos son de juguete; No importa que Pinoccio fuera de madera trabajada que pareciera un niño de verdad. No importa que la muñeca tenga movimientos dóciles, muy humanos, que su piel sea y parezca terza, que su cara sea como la de una niña y sus dientes graciosos saliendo como esbozando una sorisa. No importa que todo parezca como si fuera de verdad, la realidad es que es tan ilusa como suponer que una marioneta de madera pueda ser de pronto un niño de carne y hueso.
Aquí me quedo en mi pensamiento, esperando que como Gepetto, mi marioneta se haga verdadera, exista, tal y como yo la he creado.
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