sábado, 3 de septiembre de 2016

ALEJANDRO: VIVIENDO EN LA TRISTEZA

Alejandro: Viviendo en la tristeza

Recuerdo que alrededor de mis 20 años conocí a Alejandro. Fue muy divertido desde el principio, porque nuestro encuentro fue cargando nafta. No recuerdo los detalles tal vez mientras yo cargaba nafta él se acercó a mi auto y nos pusimos a charlar, o tal vez yo me bajé del auto y nos encontramos mientras ambos autos cargaban, el caso es que tengo presente que estábamos con los autos estacionados afuera de la estación de gasolina. Alejandro era muy simpático, y no me importaba que no nos viéramos con frecuencia; todos los días me llamaba a mi casa a la misma hora, siempre alrededor de las 10 de la noche, a veces a medio día, pero me gustaba porque charlábamos horas y horas. Rara vez nos veíamos, él siempre estaba trabajando, era constructor. Tenía un arquitecto que le hacía los planos, él se dedicaba a construir casitas y casitas, y por esa razón no estaba disponible durante el día. Cuando nos veíamos me impresionaba que sólo llevara 10 pesos en la cartera, ¿quién podía subsistir con esa cantidad?. Ni siquiera para la nafta del auto, o para comprar algo de comer en la calle. Cuando nos veíamos iba a mi casa, y con tristeza me enseñaba sus 10 pesos, como insinuando que no me podía invitar a ningún lado, que nos tendríamos que quedar allí. Esta relación duró como 5 años. En ese tiempo yo fui creciendo, que aquí entre nos, no lo hice muy rápido, y en mi precaria madurez intentaba acercarme, y formalizar, por lo que recibía constantes decepciones de parte de él. Al final las últimas ocasiones en que estuvimos juntos él buscaba la forma de avergonzarme, de humillarme, de hacerme sentir muy mal, me ponía trampas para exponerme ante la gente, ante su madre o ante la mía, mostraba su superioridad ante mi tristeza. Por suerte yo también tenía otras relaciones que sí eran sanas, y al compararlas me permitieron cortar con este hombre divertido y enfermo que buscaba relacionarse desde la tristeza. 

Ahora que han pasado los años, y que me gusta encontrarle un por qué a cada cosa, descubrí algo impresionante: El cerebro disfruta vivir en la tristeza. Recordemos que la felicidad la siente el cuerpo mediante haya ciertos niveles de dopamina y serotonina. 
Tanto la alegría como la tristeza o el odio, se originan en la misma área cerebral, o sea en la corteza prefrontal. Ésta al estar en pensamiento constante, modula las emociones en la amígdala cerebral, la ínsula que identifica el dolor y al hacer este trabajo se libera la dopamina. Así si un niño vive en un medio de peleas y disgustos, la emoción que provocará su corteza prefrontal hacia la amígdala será la tristeza, el rencor, el odio, la injusticia, que liberará la dopamina. De esta forma aprenderá a relacionarse con la gente provocando tristeza, porque el resultado es dopamina que al cuerpo le da felicidad. 


El enojo activa las mismas áreas cerebrales que la felicidad. Las personas sienten placer al recuperarse de un enojo y por eso lo provocan en su día a día porque es muy placentero  salir del enojo; prefieren el estado de enojo que mantenerse en la felicidad, que también libera dopamina y hace que el momento sea memorable.  

Por eso ahora que recuerdo a aquél divertido joven intuyo que su infancia fue muy triste, que creció buscando hacer infeliz a una mujer, y era feliz liberando dopamina desde la tristeza que sentía al verla a ella triste. 

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