viernes, 19 de diciembre de 2014

TODO POR LA FAMILIA

TODO POR LA FAMILIA
Esta es la historia de José. Un hombre de alrededor de 50 años, de carácter férreo, barba y mentón bien armados, mirada fija y comprensiva, pero a la vez divertido y simpático, que decía los cuentos más amenos para ser el centro de la fiesta. Pese a ser tan simpático, vivía con un triste estigma, durante muchos años, había presenciado la infidelidad de su padre, sin él poder hacer nada para resolverlo. En sus manos no estaba el convencimiento de pedirle a su padre que respetara a su  madre. Él sabía que no estaba bien acompañarlo pero así había crecido y no conocía otra forma de actuar para con su padre. Muchas veces, mientras iban por la ciudad y pasaban por el rumbo donde vivía la amante, éste debía permanecer en la sala, mientras el padre terminaba sus tareas en el dormitorio con ella. José sentía que traicionaba a su madre, pero de igual forma cuidaba a su padre. A su manera él se percibía tranquilo, porque cumplía los deberes de un buen hijo.

Un día conoce a Blanca. Una chica deportista, ágil y divertida, sagaz y segura de sí misma, tenía la ligereza en las venas, y la inteligencia en donde corresponde. Ella llevaba en su corazón, la huella de abandono de un padre que de muy pequeña las dejó a ella, sus dos hermanas y a su madre para nunca más volver. Fuera mucho o poco el dinero que hubiera dejado, la madre tuvo que dejarlas para trabajar y traer el sustento a su casa. Ella, siendo la hija mayor  tenía la obligación de cuidar a las pequeñas, de llevar la casa y así aún siendo una niña, de pronto tuvo que crecer, como una adulta mayor, responsable.

Al conocerse Jose y Blanca encontraron aquello que el otro le haría a su vida, aquella desarmonía a la que estaban acostumbrados, él habiendo visto la infidelidad, llenaba el hueco de abandono de Blanca. Se casaron al poco tiempo, y por más intentos que hacían, la cigüeña no llegaba,  hacían pruebas y más pruebas, pero parecía que la bendición de un hijo, de un ángel en casa, no sería lo de ellos. José era el hombre de las fiestas, el hombre de las diversiones, y no importaba la ausencia de hijos, él sabía divertir a Blanca y juntos salían varios días entre la semana a divertirse. Sus amigos iban cambiando. Aquellos que se hubieron casado al mismo tiempo que ellos, ya tenían hijos, y ya no podían estar en la fiesta constante, mientras José y Blanca seguían de fiesta en fiesta contentos, y conociéndose. El hartazgo, no llegaba todavía a su matrimonio, pese al paso de los años, y a "no tener nada que los uniera", como un hijo, Blanca, con su inteligencia, lo conquistaba. El tenía curiosidad de salir con alguna otra mujer, pero Blanca lo llenaba, además el patrón que él conocía, era el de un padre infiel, y él no era padre, sólo marido.

Finalmente al paso de los años consiguieron su primer hijo. Los dos estaban felices, los dos habían logrado elevarse al grado de papás. El bebé más esperado, finalmente había llegado, lo llenaban de caricias, de amor , ternura, abrazos.... y el bebé los separaba. José no contaba con que al volverse papá, la felicidad de la fiesta, se trasladaría a las noches sin dormir por un bebé que quiere comida. Iba cada día al laburo con sus ojeras de hombre maduro, que ya tiene edad de hijos mayores, sufriendo la vigilia por ese bebé tan esperado.

Blanca por su parte, encontró en el bebé su infancia perdida. Por fin, después de tantos años, podría vivir la infancia robada por la adulta responsable, en el muñeco viviente que vino a reemplazar la muñeca consentida, que tuvo que quedar olvidada por cuidar de la casa y sus quehaceres. El pequeño Bernardo era para ella un muñeco. Lo miraba con arrobamiento, lo paseaba,. Dejó su trabajo para cuidarlo, porque ella más que nadie deseaba ser mamá como una pequeña de 3 años lo desea. Blanca no tenía más ojos que para Bernardito.

José como hombre celoso, buscaba quitar la atención del bebé a Blanca, él la invitaba a la fiesta, al bar, a cualquier lado lejos del bebé, como lo era en los viejos tiempos, pero a ella eso ya no le interesaba, aquella vida había sido un compás de espera, mientras llegaba este pequeño al que tanto había deseado. José se enojaba, ¿Qué haría para recuperar a Blanca? Le gritaba al bebé, le decía que se durmiera, que además de hacerle su vida aburrida, no lo dejaba dormir. El bebé lo miraba largamente, serio serio, aprendiendo de los gestos de su padre, le imitaba su forma de mirar, cómo fruncía los ojos, la boca. No entendía nada de lo que decía y en vez de reaccionar negativamente, con la felicidad de un bebé, le hacía ruidos con la boquita y le estiraba los brazos para que jugara con él. Esto parecía un ardid familiar en contra de él. Su esposa ya no le prestaba atención, y su hijo lo conquistaba para que se quedara con él. El deseaba a su esposa de regreso, hacer lo que antes, y parecía que eso no se le daría, él debería quedarse en casa jugando con el bebé como cualquier papá recién estrenado, y eso no le apetecía. Al ver que no podía lograr sacar a Blanca de su casa, decidió salirse él.

Un día, en una junta de negocios, le presentaron a Nieves, una hermosa rubia escultural, con voz de ángel y carisma de demonio. ¿Cómo podría este hombre, deseoso de fiesta negarse a semejante mujer? Al no poder salir con Blanca, invitaba a Nieves, y así día a día.

Inconscientemente  él estaba cumpliendo lo que su herida infantil le había mostrado: ser un padre infiel.  Nieves, con su encanto, lo conquistaba, y él deseoso de diversión, se dejaba conquistar. Blanca acompañada por su bebé, ignoraba la realidad y la soledad de su marido, ella asumía que él estaba trabajando arduamente, y aunque sí lo notaba cambiado, no sospechaba que anduviera por pasos equivocados.

Como todas las relaciones a largo plazo, la relación de José y Nieves, empezó a enfriar, él se empezaba a acostumbrar a ella, y Nieves a presionarlo para que dejara a la esposa y se fuera con ella. Ya eran dos años de relación constante y ella ya merecía por dedicación, al hombre completo. José mantenía dos casas y sus ahorros mermaban. Cada día, él resolvía los problemas financieros de su hermosa amante, y proveía con todo lo necesario para su hogar, así durante dos años, hasta que un día, la cuenta del banco se terminó. Él, que ya tenía a Blanca más tiempo, porque su pequeño Bernardo ya no la absorbía tanto,  nuevamente la miraba y convivía con la mujer inteligente con que se había casado. El enamoramiento que ella había tenido con el bebé, ya había pasado, porque además el pequeño ya era un travieso, berrinchudo y manipulador. Ella comprendió que ese no sería el camino correcto para educarlo, mientras que ahora, ya sin la venda del amor hacia el bebé, observaba la lejanía de su marido, de manera, que volvió a atender al marido, y a reprender al hijo.

José que ya estaba cansado de esa hermosa y frívola amante, un buen día decidió dejarla. Se terminaron las visitas, el dinero, las ayudas financieras, y todos los agasajos placenteros para ella. Se dio cuenta que estaba casado, y que Blanca merecía recuperar el lugar perdido. Nieves, al ver a su tesoro perdido, lo empezó a perseguir  por cada rincón del mundo. No había lugar en que él no estuviera, que no se encontraran. Y cómo no, en los últimos dos años, ella había conocido sus actividades y sus momentos al segundo, y era muy fácil hostigarlo. El hombre temía tanto que un día se le plantara en su casa, en frente de su señora, que decidió enfrentar su responsabilidad.  "Blanca", le dijo un día, y mediante le intentaba hablar, sentía que los colores se le subían a la cabeza, y las palabras se le agolpaban en la garganta "necesito hablarte". Blanca, quien ya se olía la verdad y el tema para hablar, esbozó una sonrisa, le dio la comodidad y el espacio para hablar "Si, dime José, ¿qué asunto importante tienes que decirme?" José tomó aire y lo soltó "Siento decirte, que estos años te he estado engañando, tuve una amante a la que acabo de dejar, y ahora ella me hostiga porque quiere que regresemos". Blanca abría los ojos y contenía la respiración, no decía nada, no tenía caso interrumpir aquella confesión tan dolorosa para él; ella pensaba con enojo "De manera que mientras yo cuidaba al tan esperado bebe, él se divertía con otra", pero como era mujer inteligente lo dejó terminar. Así prosiguió José "si quieres nos divorciamos, yo voy a seguir manteniendolos y prometo que nada les va a faltar, pero yo no me siento honorable de vivir con ustedes después de semejante acción". Blanca, conocía a su marido. Sabía que le gustaba la fiesta, pero también lo valioso que era. Todos estos años sin bebés, ella conoció el corazón de José y sabía que él merecía una oportunidad, además tampoco quería echarle a ésa a los brazos, el tesoro de su marido. "No quiero divorciarme, esta es tu familia y nosotros te perdonamos".

José quedó petrificado; su esposa, lo estaba perdonando, no le estaba reprochando su mala acción, tampoco le estaba cobrando alguna venganza, ella con inteligencia acataba su responsabilidad de esposa, la venganza vendría más adelante, pero ella no quería perder a su familia y aquello que había logrado formar. Ella tampoco sabía que este sería su boleto de supervivencia.   A los pocos meses, encargaron otro bebé y en esta ocasión, fue José quien cuidara al pequeño Bernardo, mientras Blanca se volaba con su nueva bebé. Nuevamente se perdía con ella, pero teniendo presente que también tenía otros fuera de ella, que la esperaban.

Blanca tenía la huella del abandono. Es difícil ir por la vida sin cumplir con aquello que alguna vez vivimos, y aunque nos incomodara, fue experiencia infantil, que debe recordarse y volver a vivir. Hay una enfermedad muy difícil para los hombres de aceptar, una que a la larga provoca que los ellos terminen abandonando a quien la padece: el Cáncer. Un buen día, cuando los pequeños ya hubieron crecido, cuando la vida empezaba a tornarse aburrida, le tocaba a Blanca entrar en acción a su herida infantil: el abandono. Ella se enfermó de Cáncer. José se asustó, "mi mujer tiene cáncer, no quiero que se muera, no quiero perderla, ¿quien me va a cuidar a los pequeños? Por favor Blanca, no me dejes" decía José cada día. Recordaba con pesar sus años con Nieves, y cómo Blanca le habría perdonado su error con lealtad y fortaleza, dejaba su honor femenino en favor de la familia, y él no podría quedar menos. Cada día buscaba cuidar a los chicos, darle la comodidad a Blanca, hacer todo para que ella sobreviviera, y continuaran siendo la familia que habían venido siendo.

Al cabo de unos meses, los exámenes médicos dieron negativo a todo lo enfermo de Blanca. Ella estaba curada. Qué felicidad. La vida nuevamente entraría a rutina, sólo con el fantasma semestral de revisar nuevamente los órganos para asegurarse que no había habido metástasis y la vida siguiera igual de feliz.

Llegaron los 6 meses: Resultados positivos. José se sentía desfallecer, ahora eran los pulmones y el hígado, muerte segura. Jose se sentía devastado, ¿qué haría con los hijos? Echarse a correr ahora que ella lo necesitaba, pero no, él le debía el perdón, le debía la obligación con la familia, con su responsabilidad y honor masculinos. Afortunadamente, todo había sido una falsa alarma, una interpretación errónea y en el fondo, un deseo de ella de que la abandonaran. Era su destino. Pero no la abandonaría, porque ambos habían aprendido a superar sus heridas de infancia, y ambos como adultos, se habrían hecho cargo de curarse mutuamente. Ya no tenían el temor de que los invadiera el deseo de la infidelidad, o el del abandono, como pareja, habían hallado el punto perfecto para encontrar el amor a pesar de sus imperfecciones. 

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