Cuenta la historia de un museo, todo lo que había en él era simple, era mundano, era lo mismo que se ve en cualquier casa, cuadros, jarrones, plantas. Sin embargo el museo como tal era una belleza arquitectónica, nadie lo miraba, todos se centraban en mirar los cuadros y los objetos que éste mostraba, pero pocos sabían la enorme riqueza que este monumento tenía. Estaba hecho en el barroco clásico, donde todos los ornamentos tenían la cantidad perfecta. No era la simpleza del clásico, con sus rayas simples y poco decoradas, tampoco la exageración del Rococó, con sus curvas rebuscadas pintadas de dorado; era simple verlo, era bello a la vista.
Un día una persona hizo propaganda a este hermoso edificio. Cada persona que iba, le daba la explicación de algún cuarto, o algún pasillo, o algún rincón que él bien conocía. La gente iba caminando dentro de ese lugar, ignorando ahora lo mundano, ignorando los cuadros , jarrones y objetos simples que allí se mostraba.
Ahora, todos miraban el arte en sí mismo. Miraban las curvas de los techos, las paredes talladas, y el detalle perfecto de un color neutro. Todos admiraban los pisos de mármol, con dibujos simples, tal vez con combinación de colores estilo ajedrez. El edificio como tal era una belleza. Sin embargo era sólo para conocedores, uno va al museo a mirar objetos, no techos, paredes y pisos. El museo era poco concurrido, pese a ser hermoso, a poca gente le importaba su arte perfecto, su estilo artístico estilo Bernini. Fue así como alguien se le ocurrió cambiar la publicidad del museo, introdujo información del constructor, algunos cuadros alusivos a su obra, algunas esculturas, tal vez imitaciones que embelesaran este monumento ignorado. Así la gente pudo disfrutar de este lugar en todo su esplendor , la magnificencia de un edificio bien montado, hecho a la perfección para deleite del artista y sus contemporáneos, y también una muestra del estilo artístico del artista como tal. Al final, no importa qué haya quedado, si no se menciona la persona que lo hizo, si el monumento no tiene cara y nombre, pierde importancia, pierde valor, porque es la persona la que le da el punto de energía a cualquier arte.
Un día una persona hizo propaganda a este hermoso edificio. Cada persona que iba, le daba la explicación de algún cuarto, o algún pasillo, o algún rincón que él bien conocía. La gente iba caminando dentro de ese lugar, ignorando ahora lo mundano, ignorando los cuadros , jarrones y objetos simples que allí se mostraba.
Ahora, todos miraban el arte en sí mismo. Miraban las curvas de los techos, las paredes talladas, y el detalle perfecto de un color neutro. Todos admiraban los pisos de mármol, con dibujos simples, tal vez con combinación de colores estilo ajedrez. El edificio como tal era una belleza. Sin embargo era sólo para conocedores, uno va al museo a mirar objetos, no techos, paredes y pisos. El museo era poco concurrido, pese a ser hermoso, a poca gente le importaba su arte perfecto, su estilo artístico estilo Bernini. Fue así como alguien se le ocurrió cambiar la publicidad del museo, introdujo información del constructor, algunos cuadros alusivos a su obra, algunas esculturas, tal vez imitaciones que embelesaran este monumento ignorado. Así la gente pudo disfrutar de este lugar en todo su esplendor , la magnificencia de un edificio bien montado, hecho a la perfección para deleite del artista y sus contemporáneos, y también una muestra del estilo artístico del artista como tal. Al final, no importa qué haya quedado, si no se menciona la persona que lo hizo, si el monumento no tiene cara y nombre, pierde importancia, pierde valor, porque es la persona la que le da el punto de energía a cualquier arte.
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