Y así buscando personalidades y novedades, hoy descubro que soy un cowboy, bueno una cowgirl. Estoy en un ruedo, practicando, los lazos no se forman, los lazos se me deshacen y voy intentando nuevamente, soy demasiado tenaz y no puedo dejar de intentarlo. ¿como lazaré un caballo si no puedo ni tomar la cuerda? entonces llega un maestro. Con paciencia me enseña, con paciencia me ayuda. Me toma el brazo y me enseña a moverlo parsimoniosamente, lo muevo y lo muevo y simplemente no me sale.
"Ven", me dice -"descansa un rato, porque de tanto intentar te estás bloqueando" -"pero debo ganar tiempo" le digo con desesperación. -"te escuchas? la desesperación solo lleva a que nos falte destreza. Anda a dar una vuelta". Lo miro enojada, no puede tener razón, pero como que ya me cansé suelto la cuerda y me doy una vuelta.... allá donde mi mirada quiere enviar la cuerda. Realmente no quiero estar lazando caballos, realmente prefiero lazar arboles, mariposas o tal vez el sol. El sol tan lejano, el sol que es una estrella brillante que nos guía y nos acompaña. ¿Que haría yo sin ese astro que día a día me calienta la cabeza y me ilumina para dar nuevos pasos? ¿Qué haría yo sin ese calor delicioso que día a día calienta mi sangre que me da la vida? No. Yo no quiero lazar caballos. Entonces, con unos lentes, tomo mi cuerda, y la lanzo al sol. Pero es más difícil. El sol no se deja, el sol es un guía y el me ciega a mi. ¿Como podría yo lazar al sol? Su luz es enorme, su luz y su calor son necesarios. ¿Que haría yo con el sol tan cerca? Así me quedo quietecita, con los ojos cerrados, pues ya están lampareados de tanto mirarlo. Empiezo a disfrutar, pero empiezo a sudar, luego me empieza a arder la piel, se pone roja y necesito ir a la sombra. Es entonces cuando comprendo que esa tarea de lazar al sol es imposible. Dios lo puso como un rey que ilumina nuestro andar día a día, pero como un rey que es se le debe respetar, porque cuando se defiende no podemos controlarlo ni ganar la batalla, el se defiende y nos hace daño y no nos beneficia.
Después de mi pelea con el sol, me acurruco en la sombra, espero que baje ese mi imposible objetivo, y con sus últimos rayos, consigo hacer mi lazo perfecto, le doy vueltas y vueltas. Bajo el brazo y nuevamente alzo el lazo y nuevamente se forma, nuevamente consigo hacer la forma que necesito para lazar al caballo.
Sin embargo pienso ¿por qué he de lazar caballos? ¿Para qué he de domesticar alguien ajeno a mi? Yo tengo suficientes caballos propios que domesticar. Decido que ya se lazar, que no necesito lazar a nadie. Entonces llega mi maestro y me dice: "necesitas aplicar tus caballos en esos caballos que vas a lazar" la perseverancia hará que controles los caballos internos y los que yo te mande. Ella hará que controles los caballos externos y harás que te obedezcan, ella hará que ellos te sigan y te imiten. Solo controlando tus caballos podrás lazar aquellos que hay en el campo para que los domestiques y los hagas útiles para aquellos que les interese ocuparlos. Es tu obligación domesticarlos, es tu misión hacerlos que te obedezcan para que hagas seres útiles para todo aquel que requiera un gran caballo para su servicio.
Así, me convence el maestro. Mi misión es ser vaquera, mi misión es lazar caballos y vacas, borregos y cabras. Todo aquello que viva en mi rancho yo lo debo cuidar y proteger. Tal vez ese trabajo sea muy desagradable, tal vez los aromas del estiércol y las moscas sean algo que no soporte, pero ese es mi trabajo y debo aprender a realizarlo, hasta que supere ese trabajo y lo aprenda a realizar como corresponde encontraré algo que también aprenda a superar.
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