viernes, 3 de agosto de 2012

Amantes


beso a beso, dulcemente Al escuchar esta canción, me remonto al corazón de tanta gente. Uno espera amor,  desea que alguien lo quiera, se deshace en tristeza cuando su media naranja no le da lo que  espera, cuando no siente como esa persona del televisor. Cuando uno pasa el día a día y descubre que  esa persona ya se "exprimió" que ya no tiene nada que dar y que como no la puedo dejar, y como espero que algún día "se arreglen las cosas" y como "no ha sabido amarme" uno merece un amor sustituto, uno que lo haga sentir algo distinto,  tal vez como esa actriz de la tele. 
Me da una gran tristeza mirar a dos parejas romperse por colgarse del cuello de otro que la consuele. Es triste, porque al principio de cualquier relación solo hay caras lindas, buen humor y una gran expectativa. Pero al pasar del tiempo la persona va sacando su cara verdadera, empieza a tratarnos como a alguien común, ya no somos alguien especial porque siempre la costumbre viene a mostrarnos la verdadera cara de es ser que parecía angelical.
Me da tristeza porque esa segunda relación no tiene un sustento válido y también terminará. Entonces el sufrimiento será doble, porque esa segunda persona tampoco habrá llenado esas expectativas y porque una vez mas llorara al llegar a casa triste y desconsolado por no encontrar  el amor, tan deseado y esperado en la vida. Una vez más vivir esa senda de tristeza que lleva, el darse cuenta que uno acaba de perder algo maravilloso, pero que no lo era tan real porque era mas lo que uno esperaba de ello que lo que realmente aportaba. Porque ese amor tan esperado solo estaba sustentado gracias a la pareja estable, es decir los cónyuges. Son ellos los que ponen la mala cara, lo hace enojar y los que provocan toda la situación de infierno que da vida a esta relación de lujuria y perdición, de ternura y arrepentimiento. 
Me da tristeza que esas cuatro personas no puedan confrontarse con su cónyuge y expresarle aquello que le molesta, aquello que espera y que ya no tiene, aquello que alguna vez tuvo y que no recibe o que aquello que nos daba ya no nos gusta ni nos excita y que tal vez parece de retrasados. Que tampoco se detenga uno a mirar que ya cambiamos tanto que aquello que nos saciaba ya no es agradable y de el pretexto de un nuevo amor que si lo llene. 
Me da tristeza porque esos amantes no han tenido la curiosidad de apartar el amor, los sentidos y todo lo que buscaban, para encontrar el amor trascendente. El amor  que ya no es apasionado sino de respeto, de conocerse, de admirarse, de ayudarse  mutuamente y complementarse en aquellas cosas que a lo largo de los años deben haber  aprendido en la convivencia,  de leerse el pensamiento, de preocuparse por un bien común que generalmente son los hijos. 
Me da tristeza porque los amantes viven en la adolescencia, en que esperan solo recibir, solo sentir y olvidan que en la vida es importante caminar, aunque sea a oscuras, con la certeza de que en algún momento encontrarán algo que los vuelva a unir,  algo que nunca aparecerá si hay una tercera energía en el vínculo. La tercera energía inicialmente le da al amante la felicidad que faltaba en su hogar, aporta al hogar felicidad, gozo, luz; pero es una energía solamente que destroza, no transforma. 
Es triste considerar siempre el matrimonio como "la tumba del amor", como "la cuna de la tristeza" pero todo en la vida tiene un ciclo y cada uno funciona diferente. Es  verdad que uno no espera que uno o algunos de ellos sea llorando pero es precisamente el resultado de haber trabajado en los momentos de felicidad que le ayudarán a superar los ciclos de tristeza y enojo. 
Es triste perder un amante, pero más triste aún descubrirse en la urgencia de tenerlo; porque significa que la vida no ha enseñado nada, que nada en esta larga existencia ha tenido sentido porque no se ha crecido a la par de la edad, porque el corazón se quedó infantil e inexperto. 

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