miércoles, 11 de marzo de 2015

Bronquitis - Premoción

esa historia es vieja, no me atreví a publicarla porque no le encontraba un sentido correcto. Las lecturas propias dan temor, y mejor guardarlas debajo de la alfombra para que no comprometan. Después vino lo que corresponde a una enfermedad así: El duelo. Cuando hay duelo, no hay claridad mental, todo es ver las cosas negras, es ver  que no tiene sentido lo que uno propone y que además no hay objetividad. Todo se ve feo, horrible, detrás del cristal del dolor, no hay aplauso personal, no hay felicidad hacia uno. Es mejor vivir el duelo sin moverse, para que no haya distracción ni influencia que haga que uno se evada y no se resuelva la herida.


Todo empezaba el 1 de diciembre, mi ansiedad me decía que algo en el futuro me preocuparía mucho. Era una sensación confusa, entre laberintos. Estaba por abrir la puerta del aseo, y de pronto me vino a la mente una imagen extraña, me faltaba el aire, abrí la puerta y entré a ese pasillo que desde la entrada se veía largo. Caminaba con seguridad, porque sabía que detrás de esa pared estaría mi destino. Tuve que detenerme porque no estaba a la vista lo que buscaba, había otro pasillo, y al cabo de éste había otro más. Parecía un baño barroco con alguna sorpresa al final del camino. Claro que al final de esos pasillos laberínticos llegué a mi destino, sin embargo algo no andaba bien, me miré en el espejo tratando de ver aquello que mi angustia me mostraba, mi cara era preocupada pero no había alguna razón especial para verme así, estaba a punto de entrar al cine, ¿sería acaso que aquella película, como muchas otras, me daría algún mensaje? Miré mi mano, se veía borrosa, pero luego regresó a su apariencia normal. Realmente, sentirse mal y observarse con tanto cuidado en un aseo, que generalmente no huele bien, no es lo más agradable, y entonces dejé mi preocupación, tal vez era sólo el principio de una historia que próximamente inventaría, y no había de que preocuparse. Me despedí de mi imagen en el espejo  para nuevamente salir por aquellos largo pasillos por donde había entrado, hasta la puerta que me conduciría a mi siguiente estación. El laberinto era premonitorio de un camino arduo y tortuoso que debería pasar. Yo hacía preguntas ¿cuándo sucede? ¿Quien es el actor? y mi respuesta era en Navidad y era yo la actriz.

Generalmente sucede que es muy fácil leer la vida de los demás, uno puede proyectar el problema de otro y así, ése que recibe la lectura, queda favorecido por demás, pero cuando se trata de uno, no hay manera de verlo, hay demasiadas imágenes que se contraponen, sentimientos que se niegan. En resumen, no hay objetividad cuando la lectura es para uno mismo.

Finalmente aquí me veo, hoy 16 de diciembre enferma de: Bronquitis? Pulmonía? Todavía no lo sé, no tengo antojo de ir al médico a que me diga que no tengo nada, que las placas no arrojan ningún resultado, o algún pretexto clásico de médico que teme dar su opinión personal. Según Louise Hay, las discusiones acaloradas causan problemas en los bronquios, y una gran tristeza y depresión, en los pulmones. Yo estoy teniendo ambos. La tos seca sin flemas y lágrimas en los ojos, el cero escurrimiento nasal, me indican que mi problema es más profundo que simple tristeza.

Mi problema se relaciona con mi vida diaria,  con los resultados que llevo cada día con mis proyectos. Uno es peor que el otro, resulta que he tenido que demandar a dos de mis empleados, y eso me ha provocado descompensación. Debo decir, si no se ha visto claro, que soy un ente emocional, que cualquier decisión tiene que pasar siempre por mi filtro de emociones, que mi lógica racional se cancela mucho cuando se trata de tomar decisiones importantes. Una vez tomada, me duele y tengo que vivir esa tristeza por aquello que era lo mejor. Tristemente, hay personas importantes en cada situación, y no es tan simple desecharlas como si fueran cosas, que también tienen su valor por el mismo servicio que han prestado.

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