2. Herida de infancia - Premonición 2
La premonición de la bronquitis, era sólo el principio de un largo laberinto que me mostraba lo que ahora se me ha presentado. He tocado una herida de infancia, he llegado al fondo de un dolor que hace muchos años me persigue. Es un dolor tan intenso, que no lo puedo soportar. Todo el cuerpo se está descomponiendo: las muelas se rompen, el corazón se pone débil y los pulmones no encuentran cómo respirar.
Las heridas de infancia se llaman así porque durante la época infantil, el progenitor o algún ser cercano ha generado esa sensación en el infante. Son experiencias de dolor que se repiten en la edad adulta, que marcan y que no se quedan en el pasado, sino que generan ideas raíz, hábitos, formas de mirarnos y de mirar el mundo. El progenitor o hermano castrante que provoca esta proyección de dolor se recrea en el jefe, la pareja o incluso amigos. En esta acción, interpreto que no me quieres, y en mis acciones, llevo a estos representantes de mis progenitores a que me abandonen, inconscientemente provoco para que recibir aquello que no quiero.
Las heridas son rechazo, abandono, humillación, traición, injusticia. Uno puede vivir una, dos o más y pueden manifestarse mezcladas en la edad adulta. Pese a que mi razón es el abandono, aquél que no cerré por mi edad infantil, se manifiesta con características del rechazo. Sin embargo, el abandono es lo que me persigue, es lo que recibo y es lo que siembro y lo que obtengo en cada nueva relación. Al hacerla consciente y descubrirla me ha hecho caer en una inactividad completa.
He leído, que cuando llega el dolor de infancia, o uno muy fuerte, insoportable, el cerebro quiere recuperar esa felicidad que proporcionaban los endorfinas y xerotonina perdidas, las que dan la estabilidad. Entonces, el cuerpo busca ansiosamente en la comida recuperarlas. Los carbohidratos, proveen un placer inmediato, lo mismo que el chocolate. Entonces va la ansiedad dictando que uno coma chocolate y carbohidratos, tal vez una torta de chocolate sea lo mejor. También está el alcohol y las drogas, que también hacen el papel de reponer las xerotoninas con velocidad y en apariencia. A veces el ejercicio y el cansancio hacen que la persona desahogue esa pérdida de felicidad, que a través del ejercicio, se busque recuperar lo perdido.
Sin embargo, no hay nada físico que el dolor cure. La persona puede comer y comer, para que al saciarse de carbohidratos, chocolates y alcohol, se encuentre gordo, lleno de grasa excesiva, con una resaca y un llanto que no consuelan, que sólo le hacen hundirse más. No hay xerotonina que se reponga con los carbohidratos, ni que halle en el desahogo del ejercicio. Si buscara recuperar esa felicidad en el ejercicio, puede desmayarse, porque el corazón y los pulmones debilitados por este dolor, no van a responder como normalmente lo harían.
Escucho mi cuerpo, y tras rechazar todos los estimulante de la xerotonina siento mi propia persona. Ese abandono es tan triste, la herida de infancia es tan profunda, tan vieja, tan escondida en los laberintos de mi cerebro, que la única forma de reponerlas es haciendo un ejercicio mental. Mentalmente, es cambiar las ideas. Mentalmente es buscar el centro sano de uno mismo, es alegar a un poder superior, a un dios, que te puede consolar, a aquello que no requiere del uso del cuerpo que está dolido y no se calma cuando uno intenta usarlo. Es la calma mental, en que uno se relaje, y encontrando aquella parte que no ha sufrido, ponga toda esa tristeza en manos de Dios, la transforme en una rosa y la explote al universo, mientras uno se cierra en una burbuja dorada y rosada.
Un dolor de infancia lo transforma a uno, lo convierte en un ser que nadie quiere tener cerca. Me recuerda al villano de los box-trolls. Un hombre que queriendo departir como amigo del alcalde, perseguía a los aparentes enemigos del pueblo, los box-trolls; el premio sería comer queso. Sin embargo el hombre, cada vez que lo ingería, le hacía tanto daño, que se transformaba en un monstruo. Aquello que más anhelaba como placer, como poder, como consuelo, era precisamente lo que lo convertía en un ser detestable, un ser transformado e hinchado por el queso que le hacía daño.
Ese es el efecto que este dolor tiene en mi, si ingiero carbohidratos y alcohol, me inflo y me transformo en un monstruo, que por más que busco apoyo en la gente, ésta se me aleja, porque ve en mi un ser horrible, deforme, enfermo por aquello mismo que le podría dar placer, que le da su felicidad: los carbohidratos.
Estando tocada por el abandono, transformada en un monstruo, evitada por todos los seres a quienes yo requiero y en quienes me apoyo, me encuentro aislada, encontrando en mi misma soledad, y en mi llanto, el consuelo que nadie me puede dar. Aislada en mi mente, buscando el abrazo divino, poco a poco intento sanar esa herida que hoy sangra, que hoy me genera ansiedad y deseos de huir, deseos de sacar ese dolor, sin sentido. Esa ansiedad voraz que me carcome sólo con mi paz mental, con mis propias herramientas, el tiempo y por qué no un pequeño relajante, me ayudaran a sanar. Termino descubriendo que la única forma de encontrar paz, es con la ayuda de un ansiolítico, uno que me ayude a ahorrar los pensamientos negros que me tiran al precipicio.
La premonición me mostraba confusión, algo turbio o semi-transparente Turbio es algo que se puede distinguir, sin poderse tocar o percibir, es sólo lo sugestivo o relativo que te da una idea llana y que lleva tu imaginación a volar, sin ser preciso o verdadero. Es sólo e tiempo lo que te da la respuesta.
La premonición de la bronquitis, era sólo el principio de un largo laberinto que me mostraba lo que ahora se me ha presentado. He tocado una herida de infancia, he llegado al fondo de un dolor que hace muchos años me persigue. Es un dolor tan intenso, que no lo puedo soportar. Todo el cuerpo se está descomponiendo: las muelas se rompen, el corazón se pone débil y los pulmones no encuentran cómo respirar.
Las heridas de infancia se llaman así porque durante la época infantil, el progenitor o algún ser cercano ha generado esa sensación en el infante. Son experiencias de dolor que se repiten en la edad adulta, que marcan y que no se quedan en el pasado, sino que generan ideas raíz, hábitos, formas de mirarnos y de mirar el mundo. El progenitor o hermano castrante que provoca esta proyección de dolor se recrea en el jefe, la pareja o incluso amigos. En esta acción, interpreto que no me quieres, y en mis acciones, llevo a estos representantes de mis progenitores a que me abandonen, inconscientemente provoco para que recibir aquello que no quiero.
Las heridas son rechazo, abandono, humillación, traición, injusticia. Uno puede vivir una, dos o más y pueden manifestarse mezcladas en la edad adulta. Pese a que mi razón es el abandono, aquél que no cerré por mi edad infantil, se manifiesta con características del rechazo. Sin embargo, el abandono es lo que me persigue, es lo que recibo y es lo que siembro y lo que obtengo en cada nueva relación. Al hacerla consciente y descubrirla me ha hecho caer en una inactividad completa.
He leído, que cuando llega el dolor de infancia, o uno muy fuerte, insoportable, el cerebro quiere recuperar esa felicidad que proporcionaban los endorfinas y xerotonina perdidas, las que dan la estabilidad. Entonces, el cuerpo busca ansiosamente en la comida recuperarlas. Los carbohidratos, proveen un placer inmediato, lo mismo que el chocolate. Entonces va la ansiedad dictando que uno coma chocolate y carbohidratos, tal vez una torta de chocolate sea lo mejor. También está el alcohol y las drogas, que también hacen el papel de reponer las xerotoninas con velocidad y en apariencia. A veces el ejercicio y el cansancio hacen que la persona desahogue esa pérdida de felicidad, que a través del ejercicio, se busque recuperar lo perdido.
Sin embargo, no hay nada físico que el dolor cure. La persona puede comer y comer, para que al saciarse de carbohidratos, chocolates y alcohol, se encuentre gordo, lleno de grasa excesiva, con una resaca y un llanto que no consuelan, que sólo le hacen hundirse más. No hay xerotonina que se reponga con los carbohidratos, ni que halle en el desahogo del ejercicio. Si buscara recuperar esa felicidad en el ejercicio, puede desmayarse, porque el corazón y los pulmones debilitados por este dolor, no van a responder como normalmente lo harían.
Escucho mi cuerpo, y tras rechazar todos los estimulante de la xerotonina siento mi propia persona. Ese abandono es tan triste, la herida de infancia es tan profunda, tan vieja, tan escondida en los laberintos de mi cerebro, que la única forma de reponerlas es haciendo un ejercicio mental. Mentalmente, es cambiar las ideas. Mentalmente es buscar el centro sano de uno mismo, es alegar a un poder superior, a un dios, que te puede consolar, a aquello que no requiere del uso del cuerpo que está dolido y no se calma cuando uno intenta usarlo. Es la calma mental, en que uno se relaje, y encontrando aquella parte que no ha sufrido, ponga toda esa tristeza en manos de Dios, la transforme en una rosa y la explote al universo, mientras uno se cierra en una burbuja dorada y rosada.
Un dolor de infancia lo transforma a uno, lo convierte en un ser que nadie quiere tener cerca. Me recuerda al villano de los box-trolls. Un hombre que queriendo departir como amigo del alcalde, perseguía a los aparentes enemigos del pueblo, los box-trolls; el premio sería comer queso. Sin embargo el hombre, cada vez que lo ingería, le hacía tanto daño, que se transformaba en un monstruo. Aquello que más anhelaba como placer, como poder, como consuelo, era precisamente lo que lo convertía en un ser detestable, un ser transformado e hinchado por el queso que le hacía daño.
Ese es el efecto que este dolor tiene en mi, si ingiero carbohidratos y alcohol, me inflo y me transformo en un monstruo, que por más que busco apoyo en la gente, ésta se me aleja, porque ve en mi un ser horrible, deforme, enfermo por aquello mismo que le podría dar placer, que le da su felicidad: los carbohidratos.
Estando tocada por el abandono, transformada en un monstruo, evitada por todos los seres a quienes yo requiero y en quienes me apoyo, me encuentro aislada, encontrando en mi misma soledad, y en mi llanto, el consuelo que nadie me puede dar. Aislada en mi mente, buscando el abrazo divino, poco a poco intento sanar esa herida que hoy sangra, que hoy me genera ansiedad y deseos de huir, deseos de sacar ese dolor, sin sentido. Esa ansiedad voraz que me carcome sólo con mi paz mental, con mis propias herramientas, el tiempo y por qué no un pequeño relajante, me ayudaran a sanar. Termino descubriendo que la única forma de encontrar paz, es con la ayuda de un ansiolítico, uno que me ayude a ahorrar los pensamientos negros que me tiran al precipicio.
La premonición me mostraba confusión, algo turbio o semi-transparente Turbio es algo que se puede distinguir, sin poderse tocar o percibir, es sólo lo sugestivo o relativo que te da una idea llana y que lleva tu imaginación a volar, sin ser preciso o verdadero. Es sólo e tiempo lo que te da la respuesta.
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