Esta mañana ha sido especialmente difícil, me estoy acostumbrando a sentirme sin un apoyo o sin mirar un camino directo. Así la reacción más lógica es la de sencillamente es ir enojada por la ruta, aventando el auto y solicitando el paso porque las cosas no son como uno espera, porque por más que uno se esmere, no hay vuelta para ningún lado, no hay camino opcional hacia otro sentido. ¿Por qué? ¿por qué por más que intento cambiar la ruta, el final tiene la misma cara?
La sincronicidad no se dejó esperar, de pronto me encontré con un accidente, dos mujeres detenían el tránsito, sus autos habían impactado y la una, desesperada le exigía, le demandaba a la otra la razón de su mal manejo, la razón que la había hecho que se accidentaran. Finalmente el enojo se dispersaba, pero más sincronicidad me mostraba el mundo que estaba atrayendo hacia mi, más mujeres enojadas, que manejando en sentido argumentativo, iban por la ruta, resaltando y llamando la atención de la policía. Ahí he comprendido la importancia de la sincronicidad. Cuando me he levantado molesta, enojada, colérica, he visto mi actitud proyectada en la sociedad que me rodea. He visto que tristemente, nadie gana al uno salir colérico al laburo, al uno poner un pie enojado en el mundo, el mundo sólo regresa lo que uno siembra, y por un sólo minuto o un par de horas, me ha mostrado aquello que he sembrado.
Yo sé que es complicado que alguien que me lea, comprenda a qué me refiero, porque no ha estado en mi auto conduciendo conmigo, ni tampoco ha visto con mis ojos, ni ha comprendido con mi cerebro aquello de lo que hablo.
Cuando el mundo vive en armonía conmigo, es sencillo que lo único que yo vea y lo único que detenga mi caminar y mi certeza en mi camino, sea solo como una película que me acompaña poniendo ejemplos de cada cosa que voy viviendo. El mundo alrededor, sólo me muestra lo que sucede cuando voy en cierto estado de ánimo. He visto, como en una película, aquello que he provocado.
Cuán distinto es cuando salgo feliz, salgo tranquila, salgo contenta, cuando el frío de la primavera me muestra que sólo en constante movimiento, conseguiré llegar salva a mi destino. Yo sé que esto es uno de tantos clichés, pero si todos los días sumo una sonrisa, el día que vea una lágrima, me disgustará de tal forma, que me llevará a buscar nuevamente la sonrisa.
Sin embargo, a veces esa sonrisa puede ser falsa. Porque aunque el sol brille, aunque mi sonrisa me ayude a caminar con mayor tranquilidad, y calma, eso no esconderá la triste realidad que me ha hecho amanecer enojada, molesta, angustiada. Esa realidad no me ha amanecido, no me ha seguido. No he visto una mujer llorando desconsolada, tampoco un hombre molesto porque no ha cerrado el negocio que esperaba, nada de esto ha sucedido. La sincronicidad sólo me ha llevado a la agresión, que es sólo el disfraz de la impotencia, de la tristeza de caminar sin conseguir, que aquéllo con lo que más lucho cada día, se mueva. Mi punto es el siguiente, mi actitud es la que ha hecho sincronicidad, más no mi realidad. Aquella realidad que cada día me acecha, no aparece en sincronicidad, el laburo diario, la carga diaria, ésa no se manifiesta. ¿Será que es sólo un camino? ¿Será que el destino final es muy diferente a lo que veo en la diapositiva que el día de hoy me está mostrando?
Esto es serio. La sincronicidad siempre me muestra una película, un camino de mi realidad, sin embargo hoy no la veo con esa claridad. Tal vez sea sólo una estación en el camino, o una razón, algo que tengo que aprender, pero no es real, por eso no se muestra como tal. Quisiera saber cuánto tiempo durará esta batalla.
Cuenta la historia de un molino de viento, era Volendam, Holanda, aquellas hermosas planicies soleadas, ventosas, aquellos espacios eternamente planos, llenos de esa simple vegetación tan acuática. Volendam y el molino vivían juntos, el molino sacaba el agua que inundaba la ciudad. Las lluvias constantes, subían el nivel de las aguas del mar, de los mantos acuíferos y la única forma de mantener la ciudad seca y funcional, era usando un molino como éstos. Sin embargo, no todo era felicidad para el molino, éste envejecía: el tiempo y las temperaturas diversas, lo mermaban, primero las partes metálicas, no hay salvación para éllas con el viento salado del mar, con frecuencia se lo daba mantenimiento, los rulemanes seguían girando, dando lugar a que el trabajo se realizara. El molino se acababa, ahora ya no sólo eran las partes metálicas, ahora era también su sostén. Era un viejo molino de aquellos construidos con el nacimiento de Holanda. Sin embargo su trabajo no moriría. Ahora se había descubierto que su fuerza podría generar electricidad eólica e hidráulica, ahora su trabajo no era sólo de salvamento, su laburo era de apoyo y ayuda. Fue cambiado el viejo molino, fue construido uno en imitación a este hermoso y antiguo un emblema conmemorativo, pero en su lugar, fue suplantado por uno moderno y fuerte; por uno actualizado que hacía el laburo de tres de estos antiguos, así, la ciudad de Volendam podría seguir produciendo la subsistencia para todo el país. Todos ellos dependerían de la fuerza energética que esta ciudad proporcionara. De ese molino viejo por funcionar correctamente, por ser el motor para un desarrollo sustentable, que le dio iniciativas a muchas otras ideas a partir de la idea de un antiguo habitante que buscaba el bien para su ciudad.
Es una vida.
La sincronicidad no se dejó esperar, de pronto me encontré con un accidente, dos mujeres detenían el tránsito, sus autos habían impactado y la una, desesperada le exigía, le demandaba a la otra la razón de su mal manejo, la razón que la había hecho que se accidentaran. Finalmente el enojo se dispersaba, pero más sincronicidad me mostraba el mundo que estaba atrayendo hacia mi, más mujeres enojadas, que manejando en sentido argumentativo, iban por la ruta, resaltando y llamando la atención de la policía. Ahí he comprendido la importancia de la sincronicidad. Cuando me he levantado molesta, enojada, colérica, he visto mi actitud proyectada en la sociedad que me rodea. He visto que tristemente, nadie gana al uno salir colérico al laburo, al uno poner un pie enojado en el mundo, el mundo sólo regresa lo que uno siembra, y por un sólo minuto o un par de horas, me ha mostrado aquello que he sembrado.
Yo sé que es complicado que alguien que me lea, comprenda a qué me refiero, porque no ha estado en mi auto conduciendo conmigo, ni tampoco ha visto con mis ojos, ni ha comprendido con mi cerebro aquello de lo que hablo.
Cuando el mundo vive en armonía conmigo, es sencillo que lo único que yo vea y lo único que detenga mi caminar y mi certeza en mi camino, sea solo como una película que me acompaña poniendo ejemplos de cada cosa que voy viviendo. El mundo alrededor, sólo me muestra lo que sucede cuando voy en cierto estado de ánimo. He visto, como en una película, aquello que he provocado.
Cuán distinto es cuando salgo feliz, salgo tranquila, salgo contenta, cuando el frío de la primavera me muestra que sólo en constante movimiento, conseguiré llegar salva a mi destino. Yo sé que esto es uno de tantos clichés, pero si todos los días sumo una sonrisa, el día que vea una lágrima, me disgustará de tal forma, que me llevará a buscar nuevamente la sonrisa.
Sin embargo, a veces esa sonrisa puede ser falsa. Porque aunque el sol brille, aunque mi sonrisa me ayude a caminar con mayor tranquilidad, y calma, eso no esconderá la triste realidad que me ha hecho amanecer enojada, molesta, angustiada. Esa realidad no me ha amanecido, no me ha seguido. No he visto una mujer llorando desconsolada, tampoco un hombre molesto porque no ha cerrado el negocio que esperaba, nada de esto ha sucedido. La sincronicidad sólo me ha llevado a la agresión, que es sólo el disfraz de la impotencia, de la tristeza de caminar sin conseguir, que aquéllo con lo que más lucho cada día, se mueva. Mi punto es el siguiente, mi actitud es la que ha hecho sincronicidad, más no mi realidad. Aquella realidad que cada día me acecha, no aparece en sincronicidad, el laburo diario, la carga diaria, ésa no se manifiesta. ¿Será que es sólo un camino? ¿Será que el destino final es muy diferente a lo que veo en la diapositiva que el día de hoy me está mostrando?
Esto es serio. La sincronicidad siempre me muestra una película, un camino de mi realidad, sin embargo hoy no la veo con esa claridad. Tal vez sea sólo una estación en el camino, o una razón, algo que tengo que aprender, pero no es real, por eso no se muestra como tal. Quisiera saber cuánto tiempo durará esta batalla.
Cuenta la historia de un molino de viento, era Volendam, Holanda, aquellas hermosas planicies soleadas, ventosas, aquellos espacios eternamente planos, llenos de esa simple vegetación tan acuática. Volendam y el molino vivían juntos, el molino sacaba el agua que inundaba la ciudad. Las lluvias constantes, subían el nivel de las aguas del mar, de los mantos acuíferos y la única forma de mantener la ciudad seca y funcional, era usando un molino como éstos. Sin embargo, no todo era felicidad para el molino, éste envejecía: el tiempo y las temperaturas diversas, lo mermaban, primero las partes metálicas, no hay salvación para éllas con el viento salado del mar, con frecuencia se lo daba mantenimiento, los rulemanes seguían girando, dando lugar a que el trabajo se realizara. El molino se acababa, ahora ya no sólo eran las partes metálicas, ahora era también su sostén. Era un viejo molino de aquellos construidos con el nacimiento de Holanda. Sin embargo su trabajo no moriría. Ahora se había descubierto que su fuerza podría generar electricidad eólica e hidráulica, ahora su trabajo no era sólo de salvamento, su laburo era de apoyo y ayuda. Fue cambiado el viejo molino, fue construido uno en imitación a este hermoso y antiguo un emblema conmemorativo, pero en su lugar, fue suplantado por uno moderno y fuerte; por uno actualizado que hacía el laburo de tres de estos antiguos, así, la ciudad de Volendam podría seguir produciendo la subsistencia para todo el país. Todos ellos dependerían de la fuerza energética que esta ciudad proporcionara. De ese molino viejo por funcionar correctamente, por ser el motor para un desarrollo sustentable, que le dio iniciativas a muchas otras ideas a partir de la idea de un antiguo habitante que buscaba el bien para su ciudad.
Es una vida.