lunes, 18 de agosto de 2014

EL PASADO REINCIDENTE

Esta mañana una vez más regreso al pasado, ése que no se puede apartar porque se ha quedado suspendido en un hilo, como el péndulo de un reloj que se mueve de un lado al otro sin sentir, sin saber el por qué, simplemente por esa razón porque para eso fue hecho. Es ese pasado que se ha quedado bloqueado,  encerrado porque dolía, porque el simple pensamiento le daba alas a una persona que yo no quería darle. Sin embargo  una y otra vez ese pasado regresa a mi puerta, golpea y se queda esperando, por ver si ahora sí abro. Sin embargo todavía dudo si conviene abrir. Porque yo sé que si abro, demasiadas emociones regresarán, y eso no quiero.

Dicen los neurólogos que al cerebro no le gusta el estado de drogadicción. El recibir estimulantes, lo hace trabajar mas fuerte para deshacerse de ellos, y por eso los drogadictos, buscan dosis más altas para seguir sintiendo ese placer de vivir en las nubes. El cerebro cada vez con más fuerza se deshace de ese estado que le han provocado los enervantes. Por increíble que parezca, el cerebro enamorado le sucede lo mismo que al cerebro drogado, está lleno de endorfinas y Xerotoninas y el cerebro no puede lidiar con tantas sustancias tan emotivas. el cerebro requiere estabilidad, justicia, como si le molestara que una sustancia estuviera más alta que la otra, y en busca de equilibrio metiera las otras que nos ponen a llorar. Así, el corazón enamorado, de pronto se encuentra llorando sin comprender por qué ahora, ya no tiene esa sensación deliciosa de vivir en el aire. El cerebro ha rechazado esa sensación de placer y trae al cuerpo a la tierra nuevamente para sentirse con la triste realidad que intentaba evadir, que intentaba ponerlo flotando de amor por esa persona dueña de sus pensamientos.

Esa sensación tan amorosa es aquella del pasado que tanto quiero evadir, pero que necesito tan urgentemente, que, al igual que un drogadicto, miro y observo, con deseo de recaer en esa sensación maravillosa, pero unos instantes después algo sucede, que me encuentro haciendo algo más provechoso que llenar mi cerebro de endorfinas, que llenar mi cabeza de pensamientos amorosos y regreso nuevamente a anhelar el sentimiento de extrañeza. Es como una rueda de la fortuna, que regresa una y otra vez a su estado inicial, al estado que me hacía llevar aquella sensación maravillosa para después sacarla y olvidar esa intención. Por más que quiero comprender y extraño ese amor etéreo, ya no lo quiero, ya no me transporto hasta ese espacio en que mi mente flota, sin embargo sólo extraño una cosa: saber si todo aquello que di, que comprendí, fue verdad; si llegó a la persona indicada, o simplemente se fue volando por el viento, perdido como una moneda que aparece en el piso y uno la levanta contento sintiendose afortunado por haberla encontrado.  Pienso tanto, revuelvo tanto esos pensamientos perdidos, aquellos que nunca tuvieron una respuesta confortable, sensata, feliz. Aquellos, son los únicos que me quedan en la mente enamorada, son aquellos en los que me transporto, cada vez que cualquier símbolo, ya sea en forma de música, de olor, de imagen, me viene a atacar la mente del deseo y del recuerdo. Con añoranza y tristeza, deseo que esto alguna vez me sea respondido, alguna vez tenga una respuesta real, que no sea sólo la intuición la que me responde y me dice que esas monedas, de amor, de buenos deseos fueron levantadas, por no sabemos quien, sino que efectivamente fueron un fruto de todo ese trabajo que alguna vez hice y que llegaron a la persona indicada. Creo que eso es lo que más dolor me provoca, la incertidumbre de ese fin fatal, de ese fin que no quiero aceptar porque es muy triste, porque no me gusta, y deseo pensar como alguien, como mi amigo poeta me dijera alguna vez "eso que deseas sí existe". 

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