domingo, 17 de abril de 2011

invitacion

Recuerdo ese año que estaba de visita en Mexico, no traia un rumbo fijo y Jesus me invito a vivir una experiencia inolvidable. Una familia mexicana me invito con los chicos a vivir una semana misionera en un pueblito. Nos hospedamos en un hotelito de 24 recamaras pero había como 100 personas debido a que el promedio de personas en cada cuarto era de 4. Era muy incomodo para dormir para bañarse, pero no importaba nada de eso, había un ambiente tan especial que todo era aguantable. 
Mediante pasaban los días  iba sintiendo a cada miembro de cada familia parte de la mía, habia   una energía tan fuerte tan feliz como nunca he vuelto a vivir. La energía de todos reunidos por Jesus para llevar su palabra para enriquecernos unos a otros a través de El. Solamente quien lo ha vivido sabe de lo que hablo. No es la felicidad de estar en armonia con tus hijos y familia, es la felicidad inexplicable de algo especial que esta sucediendo, es el sentir sin entender, es hacer algo especial y sentirte mejor persona.
La capilla improvisada en uno de los salones del hotel tenia un altar sencillo: una mesa, unas columnas decorativas, flores blancas, que todos los días cambiaban y arreglaban las familias encargadas de este lugar. Aquí el padre nos explicaba el sermón del día, mismo que nosotros como misioneros iríamos a presentar a las familias del pueblo. 
El momento de ir de casa en casa fue emocionante, tocar puertas charlar con los habitantes, escuchar sus historias. A los misioneros nos respetan, somos especiales para ellos, nos tratan con mucho cariño  y esperan tal vez demasiado de nosotros tal vez esperan que al venir de la ciudad seamos como magos adivinos y  a veces las expectativas no las llenamos, pero siempre les decíamos que confiaran en Dios que el les resolvería, que nosotros solo les recordábamos que tenían que seguir alabandolo. 
continuará.... 

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