El momento de ir de casa en casa fue emocionante, tocar puertas charlar con los habitantes, escuchar sus historias. A los misioneros nos respetan, somos especiales para ellos, nos tratan con mucho cariño y esperan tal vez demasiado de nosotros tal vez esperan que al venir de la ciudad seamos como magos adivinos y a veces las expectativas no las llenamos, pero siempre les decíamos que confiaran en Dios que el les resolvería, que nosotros solo les recordábamos que tenían que seguir alabandolo.
Me maravillo la parte de misionar en el pueblo al ver a los chicos jugando con borregos, burros, vacas, ellos siendo citadinos nunca conviven con ellos; conviviendo con los chicos de su misma edad, haciendo amistades tan fuertes que incluso uno hizo la primera comunion con los chicos del pueblo. El estar cerca de la gente tan amable, tan abierta, esa sonrisa honesta de quien ha recibido algo solo por estar por allí. El sol candente, brillante, el cansancio de caminar calles y calles recibiendo tanto de ellos.
Recibi una gran lección de una viejita uno de mis hijos quería que le comprara algo, como un dulce. Yo con intencion de educar le dije que no, que se lo ofreciera a Jesus. Una abuelita que escuchaba mi discusión con el chico, salió de su casa de laminas a la tienda y le compro a mi hijo lo que estaba pidiendo. La señora no tenia agua en su casa, su nivel económico era realmente precario, y le regalo a mi hijo lo poco que tenia para darle gusto y que dejara de llorar. Por mas que le pedí a la señora que no lo hiciera, ella no me escucho, ella se sentía en la obligación de regresarle a alguien el favor que una vez le hizo al darle a mi hijo lo que pedía.
DOMINGO DE RAMOS
Este fue el primer contacto que tuve con el pueblo, calles pavimentadas, algunas tienditas bien surtidas. Nos fuimos a un camino marcado con lazos morados y negros. Todo el pueblo estaba reunido esperando la conmemoración de un día tan especial. Un grupo de jóvenes del pueblo había preparado una representacion teatral de varios dias dedicado a hacer una obra que escenificara las distintas escenas de la pasión de Cristo. Me lleno de ternura ver a un joven disfrazado de Jesus montado en un burrito rodeado de sus apostoles. Me recordaba la canción del catecismo que describe esta escena: montado en un burrito entro a la ciudad y todos lo albaban diciéndole "tu eres el Mesías ". Nosotros siguiendo la procesión cantábamos algo que no recuerdo y rezábamos alabanzas, como le habrían hecho a Cristo en aquel momento. Que energía de felicidad, paz y fiesta había. Yo no se si alguien mas lo sentia, pero a mi me hizo transportarme a Jerusalén y sentía la emoción de esa época por haber encontrado al Salvador.
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