Unos meses después de esta precognición en que yo vivía cansada y desanimada, decido tomar unas vacaciones, la vida sigue, y ésta me ha fortalecido, el cuerpo no puede vivir sufriendo eternamente y así me voy haciendo fuerte, como el árbol en que me he convertido. Sin embargo nadie lo nota. Quien acabe de leer la etapa 3, piensa que estoy devastada, que puede hacerme añicos con sólo intentarlo. Yo con las armas en casa, sin prepararme para un mal momento, me voy a ese lugar que siempre ha sido un paraíso. Me acompaño de mi problemática y de mi rutina para no ir sola, porque ellos son parte de mi.
La recepción que tengo en el paraíso es algo fría, me siento una intrusa, me siento una obligación más que un gusto en verse nuevamente. Es allí donde me encuentro con el hacha, aquella que asumo no es peligrosa siendo que yo soy un árbol. Asumo que ella es compasiva y comprensiva y que al igual que siempre las cosas irán felices, ingenuamente olvido que es un hacha cuya obligación es pegarle a la madera.
Es en ese momento cuando viene el hacha que ha de desmoronar el árbol caído. Esa hacha me observa. Hace mucho que no nos vemos, su propia problemática nos ha impedido estar cerca, sus propios fantasmas que la persiguen le han presionado para proyectar en cualquier persona sus propias dolencias. Inconscientemente, ella quiere probar mi fuerza, no me da la bienvenida como estoy acostumbrada, no me recibe con la calidez femenina que caracteriza a su personalidad, nada de lo que estoy acostumbrada, lo recibo de ella. A cambio de eso, en vez de eso, me pone a prueba y me hace ver lo mal que estoy, la forma equivocada en que afronto mi problemática. No importa cuál sea ésta, mi problemática es lo que me ha convertido en Zafiro Azul, ésta, es la razón por la que hoy escribo, y en lo que me refugio para encontrar la felicidad. El hacha me critica, observa mi problemática y se disgusta por la forma en que mi problematica se desempeña, lo que es un jacque para mi, esto no lo consideraba parte de mi precognición.
- Estás enferma -. Me dice el hacha seria, desesperada, con la intención de que estalle en lágrimas
Mi respuesta es el silencio. Yo no estoy enferma, es su recepción la que me ha sacado de mi balance.
- Estás enferma, - me repite el hacha - esa forma en que te sales de control y le dices a tu problemática que no la soportas, que no sabes qué hacer con ella.
Nuevamente no contesto. Yo la observo fría, la observo fuera de sí. Ella misma esta pasando por un momento de prueba, y yo se que ella está proyectando su dolor como mi "enfermedad".
- Yo no estoy enferma - le respondo finalmente - lo que me saca de balance es ver la forma en que "mi problemática" reacciona. "Mi problemática" es una "gran cruz", es algo inmenso, pero eso no implica que tu tengas derecho a hundirme por ella, que quieras aprovechar mi momento de tristeza para encumbrarte e intentar asumir tu superación a partir de mi dolor. No es justo que no me ayudes, no es justo que pongas esa actitud. Yo estoy acostumbrada a que me ayuden con "mi problemática". Estoy acostumbrada, a que mi problemática sea "pan comido" porque para ti no es un problema. "Mi problemática" está descubriendo un gran rechazo y éste le tensa, descubre que cada paso que da está prohibido, no se le permite hacer nada, porque cada paso que da, está equivocada, porque cada paso que mueve resulta en tensión, y en ello se regodea a, "mi problemática" le agrada tensar nuestra relación por eso se comporta de esa forma, para ser el centro de atención.
Sin embargo, me duele tanto que mi hacha tenga razón, sobre que al mencionar este tema sólo se observe su retroceso, su incapacidad de superación, sin embargo me duele más porque su intención de fondo es inculparme de "mi problemática" como si yo fuera la única responsable. Me levanto llorando para enjugar mi nariz. Entonces "mi problemática" me llama, la miro, la abrazo le digo "¿que voy a hacer contigo? ¿Puedes poner de tu parte?" Mi problemática me mira llorosa, triste y confundida y sólo acierta a decirme "¿por qué qué lloras?".
Es verdad, no hay forma de que esto se resuelva de un día para otro, de que mágicamente de el resultado esperado. Felizmente, esa "problemática" me reta diariamente para aprender, para hablar, para controlar, y yo creo que para hacerme más fuerte para que la emoción no sea nuevamente quien me controla.
El hacha sigue presente. Ella no ha comprendido que "mi problemática" me ha llamado y he hecho las pases con ella. El hacha insiste en torturarme, en convencerse de su propio argumento, que debe cumplirse "tu estás enferma" sigue siendo el objetivo de tortura. Yo sigo pensando qué puede ser lo que la motiva a no entender que está equivocada, que no tiene razón, que "mi problemática" y mi precognición no me están tirando, ni me tienen en el hoyo de la desesperación. Finalmente lo he comprendido, ella no era un hacha, pero se quedó en el pasado, y eso la ha transformado. El hacha permaneció en el tiempo en que todos los dolores me aquejaban, cuando las paredes se me caían y el cansancio me tiraba. El rechazo ha sido el motivo del hacha, Yo se que ella es otra respuesta a mi patrón de rechazo. Hoy que se me han caído los vendajes, y al querer levantarme con otros ánimos encuentro el proceder del hacha, aquella que no sabe que ya he cambiado y que está haciendo el ridículo y que como otra pérdida más del año 9 debe despedirse para renovarse u olvidarse.
La recepción que tengo en el paraíso es algo fría, me siento una intrusa, me siento una obligación más que un gusto en verse nuevamente. Es allí donde me encuentro con el hacha, aquella que asumo no es peligrosa siendo que yo soy un árbol. Asumo que ella es compasiva y comprensiva y que al igual que siempre las cosas irán felices, ingenuamente olvido que es un hacha cuya obligación es pegarle a la madera.
Es en ese momento cuando viene el hacha que ha de desmoronar el árbol caído. Esa hacha me observa. Hace mucho que no nos vemos, su propia problemática nos ha impedido estar cerca, sus propios fantasmas que la persiguen le han presionado para proyectar en cualquier persona sus propias dolencias. Inconscientemente, ella quiere probar mi fuerza, no me da la bienvenida como estoy acostumbrada, no me recibe con la calidez femenina que caracteriza a su personalidad, nada de lo que estoy acostumbrada, lo recibo de ella. A cambio de eso, en vez de eso, me pone a prueba y me hace ver lo mal que estoy, la forma equivocada en que afronto mi problemática. No importa cuál sea ésta, mi problemática es lo que me ha convertido en Zafiro Azul, ésta, es la razón por la que hoy escribo, y en lo que me refugio para encontrar la felicidad. El hacha me critica, observa mi problemática y se disgusta por la forma en que mi problematica se desempeña, lo que es un jacque para mi, esto no lo consideraba parte de mi precognición.
- Estás enferma -. Me dice el hacha seria, desesperada, con la intención de que estalle en lágrimas
Mi respuesta es el silencio. Yo no estoy enferma, es su recepción la que me ha sacado de mi balance.
- Estás enferma, - me repite el hacha - esa forma en que te sales de control y le dices a tu problemática que no la soportas, que no sabes qué hacer con ella.
Nuevamente no contesto. Yo la observo fría, la observo fuera de sí. Ella misma esta pasando por un momento de prueba, y yo se que ella está proyectando su dolor como mi "enfermedad".
- Yo no estoy enferma - le respondo finalmente - lo que me saca de balance es ver la forma en que "mi problemática" reacciona. "Mi problemática" es una "gran cruz", es algo inmenso, pero eso no implica que tu tengas derecho a hundirme por ella, que quieras aprovechar mi momento de tristeza para encumbrarte e intentar asumir tu superación a partir de mi dolor. No es justo que no me ayudes, no es justo que pongas esa actitud. Yo estoy acostumbrada a que me ayuden con "mi problemática". Estoy acostumbrada, a que mi problemática sea "pan comido" porque para ti no es un problema. "Mi problemática" está descubriendo un gran rechazo y éste le tensa, descubre que cada paso que da está prohibido, no se le permite hacer nada, porque cada paso que da, está equivocada, porque cada paso que mueve resulta en tensión, y en ello se regodea a, "mi problemática" le agrada tensar nuestra relación por eso se comporta de esa forma, para ser el centro de atención.
Sin embargo, me duele tanto que mi hacha tenga razón, sobre que al mencionar este tema sólo se observe su retroceso, su incapacidad de superación, sin embargo me duele más porque su intención de fondo es inculparme de "mi problemática" como si yo fuera la única responsable. Me levanto llorando para enjugar mi nariz. Entonces "mi problemática" me llama, la miro, la abrazo le digo "¿que voy a hacer contigo? ¿Puedes poner de tu parte?" Mi problemática me mira llorosa, triste y confundida y sólo acierta a decirme "¿por qué qué lloras?".
Es verdad, no hay forma de que esto se resuelva de un día para otro, de que mágicamente de el resultado esperado. Felizmente, esa "problemática" me reta diariamente para aprender, para hablar, para controlar, y yo creo que para hacerme más fuerte para que la emoción no sea nuevamente quien me controla.
El hacha sigue presente. Ella no ha comprendido que "mi problemática" me ha llamado y he hecho las pases con ella. El hacha insiste en torturarme, en convencerse de su propio argumento, que debe cumplirse "tu estás enferma" sigue siendo el objetivo de tortura. Yo sigo pensando qué puede ser lo que la motiva a no entender que está equivocada, que no tiene razón, que "mi problemática" y mi precognición no me están tirando, ni me tienen en el hoyo de la desesperación. Finalmente lo he comprendido, ella no era un hacha, pero se quedó en el pasado, y eso la ha transformado. El hacha permaneció en el tiempo en que todos los dolores me aquejaban, cuando las paredes se me caían y el cansancio me tiraba. El rechazo ha sido el motivo del hacha, Yo se que ella es otra respuesta a mi patrón de rechazo. Hoy que se me han caído los vendajes, y al querer levantarme con otros ánimos encuentro el proceder del hacha, aquella que no sabe que ya he cambiado y que está haciendo el ridículo y que como otra pérdida más del año 9 debe despedirse para renovarse u olvidarse.
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