Es octubre, y recién encuentro el aliento que me me ayude a liberar este resultado. Si alguien me ha seguido, seguramente pensó que había dejado esto a la mitad, incompleto, pero no es así. Mi intención no era dejarlo a la mitad, de hecho, yo no dejo las cosas así, simplemente no tenía la voluntad de afrontarlo, la pereza, como símbolo de negación, me hacía dejar esta parte en expectativa, en duda.
6. fructificar
Son 5 meses y la herida no pesa tanto, la he reposado, la he sufrido, la he dormido, y ya no pesa vivir, porque ya no lloro. A veces recuerdo todo el camino que he pasado, y como en un sueño recuerdo algunos pasajes, sin tener presentes los detalles. Siempre la amígdala borra toda la tristeza con velocidad, el corazón ya ha sanado con el poco recuerdo que le quedó y así no importa que esos recuerdos se hayan borrado, no importa olvidar las lágrimas, y el camino de desesperación, de tirar paredes, todo eso ya es parte del pasado. Hoy todavía permanece el cansancio, esa pesadez que me tira porque todavía hay algo que resolver, pero ya sin lágrimas salinas, tal vez si un poco de humedad en los ojos, por recordar ligeramente aquello por lo que pasé, pero ya no es el llanto desbordado incontrolable que surge de la nada. Ahora ya puedo permanecer, mirando eso que me duele, sin cerrarlo ni negarlo. En estos momentos, ya no me pesa observar esa mala experiencia, esa tristeza, porque ya la he elaborado durante todos estos meses.
Lo que puedo todavía impresionarme es de la capacidad que tiene el cerebro para reinventarse, para resolver, para hacer posible aquello que simplemente pensé, Simplemente, encontrar el sentido correcto de las palabras que leo, que se han cruzado y ayudarme a superar esta gran tristeza, que me ha venido tirando y sobrellevando mi malestar, como una tormenta en el desierto o en medio de la nieve, donde uno va hacia adelante, contra viento y nieve, tal vez sin ver, pero confiando en que en algún lugar, se encontrará el camino o la puerta de salida.
Aunque todavía me falta un trecho de camino por recorrer, he empezado escribir algo que a alguien puede hacerle sentido, o simplemente puede parecerle divertido o alentador.
Soy aceptada, soy bien recibida como monedita de oro, soy escuchada como una campanada en la ciudad, soy el sonido armónico de la felicidad, soy la voz de un pájaro al cantar, soy la paz, soy el rayo de sol caliente en medio del invierno, soy el calor del sol en un día frío, soy la luz del sol que se espera tras una noche de agonía. Soy aquella luz que se extiende y se recibe con alegría. Soy el café de la mañana y el aroma que se percibe de aquello que despierta, soy el jardín de primavera, cuyas flores aromatizan mis pasos, soy el aroma de los nardos, del huele de noche, que permanece pegado al cerebro. Soy la calma apacible de una ola que desaparece lamiendo la arena. Soy el pensamiento de un enamorado que lo persigue a uno día y noche.
14 mayo
han pasado 6 meses desde esa premonición. Extrañada por el tiempo que se requiere superar una herida, voy y sigo viviendo. El cansancio es crónico. Podría dormir 24 horas, podría quedarme en mi lecho como princesa dolida todo el día, pero la voluntad y el quehacer diario, me obligan a levantarme. No comprendo cómo puede el cuerpo permanecer inactivo, cómo puede quedarse aletargado en la misma posición, y no relajarse, cómo puede estar como muerto, y lo peor sin disfrutar.
Dicen los neurólogos que la serotonina es la que le hace al cerebro enviar las sensaciones de diversión y animación. Son esas las endorfinas que hacen que el cerebro y la persona esté disfrutando el momento. Hay muchas acciones que influyen en la serotonina, una es un largo estado de tristeza, otra es un cambio de horario. El cuerpo, naturalmente tiende a buscar resolver esa falta, naturalmente y con paciencia busca suplir la serotonina que el cuerpo necesita para vivir intensamente. Sin embargo cuando hay alguna disfunción, este proceso, no se da. La serotonina no es absorbida por las células y la persona vive cansada, y sin la capacidad de relajarse. Vive eternamente de noche, formando ojeras en la cara, y haciendo pasar un tiempo muy desagradable.
Cuánto puede uno aprender tras caer en una terrible barranca. Qué maravilla vivir esta oportunidad en esta situación en que me encuentro. Este ciclo ya ha pasado por mi vida años atrás. Como dice Chris Gardner el protagonista de "En busca de la felicidad": todo en la vida como en un carrusel se repite una y otra vez, cada vez vendrá más fuerte, y cada vez se presentará de la forma necesaria, hasta que la persona finalmente la afronte. Algunas repeticiones son felices, como los nacimientos o las fiestas, pero otras son las pruebas. No es lo más sencillo, ni tampoco lo más divertido, de hecho, es muy triste afrontar esta situación, y cualquiera que me escuche, al igual que yo lo diría es "esta loca disfrutando y regodeándose en su dolor" pero es necesario para que yo no vuelva a caer en ello, para que en un futuro, cuando se me vuelva a presentar, no caiga en esa pauta infantil, tan extraña en una adulta. También sirve para ahorrar tiempo y espacio. Tal vez me muera mañana, y por eso hoy lo escribo, para que a alguien le sirva como herramienta.
Cuenta la historia que un campesino le pidió a Dios que le dejara a él decidir las lluvias y las sequías para su campo de cultivo. "Mira señor", le dijo un día "cuando mis plantitas todavía son semilla, mandas unas sequías horribles que las hacen casi secar, y por otro lado cuando ya están a tiempo, maduras, pero todavía temprano para recoger la cosecha cae tanta agua, que todo el trabajo se pierde. Por favor, déjame decidir cuando llueva y esté seco para que mi cosecha esté a tiempo y bien." Así le permitió Dios al campesino, le dio el poder de hacer llover y parar la lluvia.
Tras terminado el temporal, el campesino vio con tristeza que su cosecha no era lo que él esperaba. El hizo llover cuando la plantas tenían que crecer, y paró la lluvia cuando no era necesario, sin embargo estaban llenas de plagas, les faltaba fuerza, les faltaba sabor. Fue el campesino con Dios nuevamente y le preguntó en qué se había equivocado. "Señor, yo he regado mis tierras cuando lo creí conveniente, y aunque mi cosecha salió a tiempo, a ti te sale mejor, pese a que a veces ahogas con lluvias, las flores que salen, y la fruta resultante, son deliciosos." Dios lo escuchó con ternura y le contestó " yo para eso mando las tormentas. No todo es una lluvia escasa y una sequía moderada. Los vientos fuertes hacen a las plantas fortalecer las raíces para no desprenderse y morir. Las lluvias torrenciales y granizos quitan las plagas y enfermedades de las plantas y las que sobreviven, son la mejor cosecha y lo elegido para el consumo humano". El campesino avergonzado le dijo a Dios "perdóname por pedirte controlar la naturaleza, la próxima vez dejaré que tu tengas la última palabra".
De la misma forma le pasa al humano. Dios permite las tormentas, porque ellas hacen al ser humano fuerte y resistente, lo hacen aprender de sus errores, y lo convierten en una mejor persona.
6. fructificar
Son 5 meses y la herida no pesa tanto, la he reposado, la he sufrido, la he dormido, y ya no pesa vivir, porque ya no lloro. A veces recuerdo todo el camino que he pasado, y como en un sueño recuerdo algunos pasajes, sin tener presentes los detalles. Siempre la amígdala borra toda la tristeza con velocidad, el corazón ya ha sanado con el poco recuerdo que le quedó y así no importa que esos recuerdos se hayan borrado, no importa olvidar las lágrimas, y el camino de desesperación, de tirar paredes, todo eso ya es parte del pasado. Hoy todavía permanece el cansancio, esa pesadez que me tira porque todavía hay algo que resolver, pero ya sin lágrimas salinas, tal vez si un poco de humedad en los ojos, por recordar ligeramente aquello por lo que pasé, pero ya no es el llanto desbordado incontrolable que surge de la nada. Ahora ya puedo permanecer, mirando eso que me duele, sin cerrarlo ni negarlo. En estos momentos, ya no me pesa observar esa mala experiencia, esa tristeza, porque ya la he elaborado durante todos estos meses.
Lo que puedo todavía impresionarme es de la capacidad que tiene el cerebro para reinventarse, para resolver, para hacer posible aquello que simplemente pensé, Simplemente, encontrar el sentido correcto de las palabras que leo, que se han cruzado y ayudarme a superar esta gran tristeza, que me ha venido tirando y sobrellevando mi malestar, como una tormenta en el desierto o en medio de la nieve, donde uno va hacia adelante, contra viento y nieve, tal vez sin ver, pero confiando en que en algún lugar, se encontrará el camino o la puerta de salida.
Aunque todavía me falta un trecho de camino por recorrer, he empezado escribir algo que a alguien puede hacerle sentido, o simplemente puede parecerle divertido o alentador.
Soy aceptada, soy bien recibida como monedita de oro, soy escuchada como una campanada en la ciudad, soy el sonido armónico de la felicidad, soy la voz de un pájaro al cantar, soy la paz, soy el rayo de sol caliente en medio del invierno, soy el calor del sol en un día frío, soy la luz del sol que se espera tras una noche de agonía. Soy aquella luz que se extiende y se recibe con alegría. Soy el café de la mañana y el aroma que se percibe de aquello que despierta, soy el jardín de primavera, cuyas flores aromatizan mis pasos, soy el aroma de los nardos, del huele de noche, que permanece pegado al cerebro. Soy la calma apacible de una ola que desaparece lamiendo la arena. Soy el pensamiento de un enamorado que lo persigue a uno día y noche.
14 mayo
han pasado 6 meses desde esa premonición. Extrañada por el tiempo que se requiere superar una herida, voy y sigo viviendo. El cansancio es crónico. Podría dormir 24 horas, podría quedarme en mi lecho como princesa dolida todo el día, pero la voluntad y el quehacer diario, me obligan a levantarme. No comprendo cómo puede el cuerpo permanecer inactivo, cómo puede quedarse aletargado en la misma posición, y no relajarse, cómo puede estar como muerto, y lo peor sin disfrutar.
Dicen los neurólogos que la serotonina es la que le hace al cerebro enviar las sensaciones de diversión y animación. Son esas las endorfinas que hacen que el cerebro y la persona esté disfrutando el momento. Hay muchas acciones que influyen en la serotonina, una es un largo estado de tristeza, otra es un cambio de horario. El cuerpo, naturalmente tiende a buscar resolver esa falta, naturalmente y con paciencia busca suplir la serotonina que el cuerpo necesita para vivir intensamente. Sin embargo cuando hay alguna disfunción, este proceso, no se da. La serotonina no es absorbida por las células y la persona vive cansada, y sin la capacidad de relajarse. Vive eternamente de noche, formando ojeras en la cara, y haciendo pasar un tiempo muy desagradable.
Cuánto puede uno aprender tras caer en una terrible barranca. Qué maravilla vivir esta oportunidad en esta situación en que me encuentro. Este ciclo ya ha pasado por mi vida años atrás. Como dice Chris Gardner el protagonista de "En busca de la felicidad": todo en la vida como en un carrusel se repite una y otra vez, cada vez vendrá más fuerte, y cada vez se presentará de la forma necesaria, hasta que la persona finalmente la afronte. Algunas repeticiones son felices, como los nacimientos o las fiestas, pero otras son las pruebas. No es lo más sencillo, ni tampoco lo más divertido, de hecho, es muy triste afrontar esta situación, y cualquiera que me escuche, al igual que yo lo diría es "esta loca disfrutando y regodeándose en su dolor" pero es necesario para que yo no vuelva a caer en ello, para que en un futuro, cuando se me vuelva a presentar, no caiga en esa pauta infantil, tan extraña en una adulta. También sirve para ahorrar tiempo y espacio. Tal vez me muera mañana, y por eso hoy lo escribo, para que a alguien le sirva como herramienta.
Cuenta la historia que un campesino le pidió a Dios que le dejara a él decidir las lluvias y las sequías para su campo de cultivo. "Mira señor", le dijo un día "cuando mis plantitas todavía son semilla, mandas unas sequías horribles que las hacen casi secar, y por otro lado cuando ya están a tiempo, maduras, pero todavía temprano para recoger la cosecha cae tanta agua, que todo el trabajo se pierde. Por favor, déjame decidir cuando llueva y esté seco para que mi cosecha esté a tiempo y bien." Así le permitió Dios al campesino, le dio el poder de hacer llover y parar la lluvia.
Tras terminado el temporal, el campesino vio con tristeza que su cosecha no era lo que él esperaba. El hizo llover cuando la plantas tenían que crecer, y paró la lluvia cuando no era necesario, sin embargo estaban llenas de plagas, les faltaba fuerza, les faltaba sabor. Fue el campesino con Dios nuevamente y le preguntó en qué se había equivocado. "Señor, yo he regado mis tierras cuando lo creí conveniente, y aunque mi cosecha salió a tiempo, a ti te sale mejor, pese a que a veces ahogas con lluvias, las flores que salen, y la fruta resultante, son deliciosos." Dios lo escuchó con ternura y le contestó " yo para eso mando las tormentas. No todo es una lluvia escasa y una sequía moderada. Los vientos fuertes hacen a las plantas fortalecer las raíces para no desprenderse y morir. Las lluvias torrenciales y granizos quitan las plagas y enfermedades de las plantas y las que sobreviven, son la mejor cosecha y lo elegido para el consumo humano". El campesino avergonzado le dijo a Dios "perdóname por pedirte controlar la naturaleza, la próxima vez dejaré que tu tengas la última palabra".
De la misma forma le pasa al humano. Dios permite las tormentas, porque ellas hacen al ser humano fuerte y resistente, lo hacen aprender de sus errores, y lo convierten en una mejor persona.