jueves, 26 de marzo de 2015

LA TRAICION - FINAL

Bernardo molesto al escuchar la decisión de ella se queda pensativo.
-¿Estás segura que es lo mejor?
- És que temo mucho una relación desagradable, dormir con el enemigo no es lo más sano, me da miedo no hacer lo que me dice.
- Si es por miedo, podemos manejar que hay violencia
- Yo lo se pero ¿qué podemos hacer? Bernardo fue a su computadora y empezó a pedir una patrulla en el oficio.
- ¿Me lo dejas a mi?
- Que piensas hacer.
-Yo he visto cómo has venido mes con mes, cómo tiene esta querella tanto tiempo, porque tu no estás segura de tu decisión. Ya que te animaste a que se moviera, ahora hagamos que sufra.
- ¿Como? - pregunta Carlota abriendo los ojos con impresión.
- Quita la denuncia en un par de meses, cuando tu hayas logrado todos tus objetivos y cuando ya veas que él está cediendo.
- ¿Estás seguro? Yo vivo con él, y me va a hacer vivir un infierno.
Te ponemos una patrulla
 - Y qué  hago si su maltrato ahora es emocional.... Bueno, en esta semana ni siquiera  ha alzado la voz, tal vez  si haya cambiado.
- Tiene miedo, pero espera otra semana, ya verás cómo regresa a sus patrones. Aprovecha que ahora tu tienes el control de la situación. Él tiene miedo él tiene mucha incertidumbre porque fue un golpe bajo, Si ahora le quitas la denuncia, no va a sufrir, él tiene que sufrir lo mismo que tú.
- Entonces ¿Qué hago?
- No te presentes mañana, yo le digo que, porque todavía hay convivencia, lo que procede es comprobar que él efectivamente está cumpliendo con lo ofrecido.
- Pero él no quiere ir con una "pistola en la cabeza" - explica CArlota preocupada.
- El se lo ganó.
- Y yo ¿Qué gano? ¿Voy a aguantar  tantos meses de su mala onda? Tal vez no haya maltrato físico, o tal vez ni siquiera me dirija la palabra y tampoco haya uno emocional, pero ¿aguantaré?
Bernardo duda.
-Por favor, eres muy linda, hagamoslo sufrir
- tú no vas a estar en mi casa para cuidarme
 Bernardo duda nuevamente
- Es cierto, pero si la quitas tan rápidamente, vas a perder tiempo emocional. Yo te lo digo como amigo, ya no como abogado. Yo quiero que estés fuerte y si tú lo haces sufrir y le das largas, tú vas a recuperar el tiempo dedicado a esta querella porque vas a estar fuerte y controlando la situación. Si te desistes tan rápido, él queda limpio de cargos, y tu con el peso de sentir que lo has traicionado. Mira cómo te sientes ahora, haz que lo comparta contigo. Que de verdad se sienta traicionado para que te valore.
Carlota tragó saliva, su cara de sufrimiento y desesperación la hacían notarse presionada.
- ¿Cuánto tiempo tendremos que  extender esto?
- Te veo dudosa, tienes mucho miedo... tú dime, ¿1 mes?
- ya sé el tiempo que dure la terapia. - respondió Carlota decidida.
Los dos soltaron a reír,
- Mínimo 6 meses... ¿Voy a hacerme loca todo este tiempo?
- Tal vez lo aguantes, tal vez te acostumbres, y luego ya ni te mueva quitarla. hazlo sufrir. Bernardo la initaba con la actuación en la cara, ... pero Carlota dudaba
- Tu no sabes cómo tengo que pagar su sufrimiento. Yo tengo que vivir  sus reproches, sus castigos en su mirada, sus castigos por medio de los hijos, y es mi persona la que sufre. Me voy a poner fea y amargada, me van a salir arrugas y mi cara rozagante y feliz, ya no va a existir, porque él no sabe vivir en paz.
Bernardo meditó un momento.
- Divorciate. Ese hombre no te hace feliz. Si no puedes confiar en su apoyo, su buena voluntad, su confianza, yo que sé, todo lo que un marido te tiene que dar, ¿que haces junto a él?
- O sea, es retrasar desistirme o divorciarme.
- Así es, hazle presión. No soporto tu cara de duda y dolor. Veo en tu mirada la bondad que existe en ti, y la benevolencia que tienes para todos, ¿Por qué no haces algo más por ti?
- Va, me voy a arriesgar. Lo voy a hacer sufrir y me encantaría que tuviera otro problema judicial para que vieran que es un maldito agresivo.
- Mañana no te presentes, yo le doy la orden de que en 1 mes traiga un certificado de que esta cumpliendo con la terapia como corresponde. Con una carta del terapeuta que explique que está llevando la terapia correctamente, y está dando muestras de avance. Los voy a hacer dar vueltas, para que la pasen mal.
- Lo malo es que aquí es el abogado el que se presenta, él no tiene que pasar el tema de hacer la cola, y yo veo como todos los abogados entran y salen de las oficinas con gran libertad.
- Tienes razón, voy a solicitar en el oficio que se tiene que presentar él cada vez, y su abogado no pueda tener la influencia en mi de que yo lo deje antes que todos. No voy a cumplir las horas de las citas.
Carlota reía feliz. Parecía que las cosas saldrían perfectamente y que ella estaba bien representada.

La reacción de Eduardo no se dejó esperar.
- Tu me dijiste que te desistirías-
-Lo dije, pero no cuándo. Tu tienes que cumplir cabalmente como corresponde a un culpable. Para ti es bien cómodo ir por la vida convenciendo gente de buena voluntad, mientras tú maltratas y violentas la infancia de tus propios hijos. Eres un miserable.
Eduardo enojado iba día con día a su terapia enojado, maltratando a Carlota y gritando a los niños. Todo era un caos. Sin embargo ella le decía
-no tienes palabra verdad? No te está sirviendo el curso porque tu sigues enojado y molestando. Mirate. Eres un descontrolado. Escucha lo que me acabas de decir. Mira cómo les estás gritando a los niños. Crece.
Eduardo hacía un berrinche. Ella tenía razón.
-Ya me voy a portar bien, ya me voy a controlar, por favor quita ya la denuncia.
- No, tu todavía eres violento, no veo resultados.
Eduardo aplicaba su técnica de control, querría soltarse a llorar, ¿quién lo apoyaba a él?. Ella tenía familia, tenía papás. El sólo era un hombre huérfano, que debía mostrar la mejor cara a sus hermanos menores. ¿Cómo desahogarse con alguien? ¿A quien poder confiar su gran error y misterio?  Era un terrible infierno, saber que ella estaba apoyada y él solo con su infierno provocado.

Carlota lo vio sufriendo, ya no era el hombre fuerte, lo estaba destrozando. Ya no era el hombre poderoso, no tenía el apoyo de nadie. No tenía escape. No se sulfuraba, pero tampoco se movía. Cayó en cama.  Un pre-infarto lo tenía contenido en su tristeza. Ella ahora lo estaba destrozando a él. ¿Valía la pena? Los niños todavía no sabían nada, pero si el secreto se guardaba más tiempo, sería como el depósito de agua que se colma  y va soltando gotitas y chorritos de agua. Ella sería ahora la culpable de la muerte física del hombre, los niños se enterarían de la denuncia y la culparían de su muerte. Esa carga no estaba considerada, esa historia no venía en el proyecto de Bernardo, y ella viendo que su marido había quedado destrozado, fue a quitar la denuncia. Había quedado de él sólo un rastro de persona. Estaba deprimido, y sus pellejos colgaban tristemente de su viejo cuerpo. La sociedad, su esposa, todos le habían culpado su error. Había estado encarcelado en su propio infierno. Había aprendido la lección. Quien maltrata a un niño o a una mujer, es acusado por la sociedad, es dedeado como injusto y maldecido por todos.

El día había llegado. Carlota, con su abogado, Dios, y su marido y el abogado Mario Torreblanca, fueron al careo ante la justicia. Ella iba molesta, pero tranquila, el problema ya estaba en otros hombros, pero algo le molestaba, había un escozor que no comprendía.

Carlota anotó su nombre, una larga lista estaba antes que ella, conociendo el procedimiento, tendría que esperar todavía un rato. Ella procedió a sentarse y a observar. Ella esperaba un abogado viejo, con canas, uno con cara de malo. Se asomaba y no aparecía. Entre la gente que había entrado, un hombre joven se acercó al agente Bernardo que le correspondía a ella ver. Con enojo, ella y todas las de la fila, vieron cómo ese joven entraba y era atendido. ¡Qué infamia, siempre está el prepotente que sin pedir permiso, se mete a la fila! observo que mediante charlaba con el joven el agente la miraba constantemente.

Ella estaba nerviosa, no sabía de qué se trataba y por qué la miraba tanto, parecía como apremiado por el tiempo y el trabajo, como si fuera el momento de hablar con ella, y ese hombre y la fila delante, se lo impidieran. De pronto, salió el licenciado Bernardo de la oficina, miró la larga lista y explicó que estaban sólo dos personas atendiendo, que las demás abogadas no habían llegado a esa oficina, que por favor tuvieran paciencia
- Señores, yo tengo citas que atender y que había acordado previamente, esta gente tiene prioridad así como ustedes la tendrán cuando acordemos la cita con ustedes- y mirando a Carlota le pidió que pasara a su oficina. Ella extrañada se limitó  a decir, "pero, ¿el abogado?... ¿Es el señor?". A Carlota se le cayó la cara de la impresión, su marido, sólo había contratado a un jovencito para que lo representara. De manera que ese muchacho tan hábil, era quien había estando metiendo miedo e inventando procedimientos legales falsos, era ése el que le había inventado el juicio y los testigos. ¡Gran decepción! Carlota imaginaba estaría frente a un potentado hombre mayor, no un jovencito de escasos 45 años, con cara de buena gente. El jovencito imberbe se presentó
- Soy Mario Torreblanca, y estoy representando a su marido en este caso. - Carlota asintió evaluando su cara. Había otro abogado más joven aún que a ella le recordó al marido de una conocida. Eso la distrajo, recordar el nombre de esa persona y la relación que tendría con ese segundo joven abogado, la evadieron de la triste realidad.

El abogado, Bernardo, la sacó de sus pensamientos
- "El abogado Torreblanca me he explicado que el Señor Eduardo Conejero ha asistido a las terapias y ha cumplido cabalmente como correspondía la demanda - Carlota asintió informada. El abogado Torreblanca, inquirió rápidamente,
- Pero me parece que usted está dispuesta a desistir, ¿no es así?-  La estrategia perfecta, hacer una charla amena, simple, sin tensiones donde la charla fuera la estrella. El abogado llamó al marido Eduardo Conejero, ya se había resuelto todo, podría salir de su escondite, de su guarida de conejo, donde yacía escondido y temeroso. Lo vieron entrar alicaído, ojeroso, la felicidad que pudiera provocarle quitar esa demanda, no era suficiente para animarlo. Su mirada era tranquila, evaluadora, a juzgar por su apariencia, era un hombre tranquilo, amable, importante, con aquella imagen del hombre incapaz de agredir a nadie, Bernardo lo miró complacido, tenía la cara del sufrimiento, lo mismo que Carlota, quien finalmente se desisitiría. ¿Por qué ahora ella se desistía? Claro, había conseguido que él afrontara los problemas. Bernardo, el agente, seguía en su tren de trabajo,
- Voy a proceder a escribir el desistimiento y todo queda arreglado- su mirada era confusa, pero seria, "¿en verdad era lo correcto? ¿Cuánto tiempo o qué herramienta le quedaba a él para presionar? "Tras escribir un largo texto legal, y escuchar la insulsa charla que entre los implicados y el abogado, procedió a decir : "He recibido los certificados de la terapia del Señor Conejero, no veo ningún problema a cerrar esta demanda, pero sobre todo que sus hijos estén protegidos." Eduardo interesado en que su expediente quedara limpio, insistía
- ¿Ya no quedará rastro de esto?
- No, esto se va a casos resueltos y se termina el proceso - respondió el agente Bernardo con sequedad.

Carlota se sentía tranquila, había depositado  el dolor en quien correspondía, ya no tendría ella que cargar con el secreto de buscar formas de eludir la responsabilidad, ya no era cómplice de la agresión, y algo había castigado. Éduardo estaba tranquilo, no había prueba demostrada de su error, su expediente quedaba limpio, sin mancha, intachable.

La ley de Dios, el abogado de Carlota,  es el perdón, el vivir con la conciencia tranquila, el que cada uno de sus hijos vivan contentos, sin preocupaciones, duerman con el alma en paz, feliz. El objetivo de Dios es muy claro: vivir sin rencillas. Sin embargo ella necesitaba estar protegida. La forma en que ella se haría más fuerte y aprendería a no dejarse manipular, era viviendo con el enemigo y controlando la ira de él. Ella, vivió con una demanda en sus hombros, además sola, sin familia que la apoyara, ella sola sabiendo que su familia la había entregado a ese hombre, ya no tenía más alternativa que decidir lo que a ella más le convenía. Ella estaba sin familia, sin nadie que la acompañara. La única decisión era la mejor que ella tomara. Aquí no había consejos externos, tardíos, nadie vivía con ese marido, nadie sabía con precisión la problemática de ella, y tampoco nadie la asilaría. ¿ A dónde huir? La única familia que ella tenía eran sus hijos, los que ella tenía que proteger, que ella tenía que cuidar y hacer crecer, su marido y ella eran una nueva familia. Nadie más tenía derecho de opinar, sobre todo si nadie la apoyaba, si a cada grito de auxilio, sus seres queridos más cercanos, le daban la espalda, le daban argumentos razonados para convencerla de que ella estaba sola, que no podía contar con ellos. Ella, había pedido apoyo a sus padres, a sus hermanos, a sus tíos. Nadie estaba con ella, lo correcto, lo cultural era estar con su marido, hasta la muerte, no había salida posible o atajo opcional. La única salida para Carlota era desistir, llevar el dolor y encontrar una salida viable para ella.

Carlota triste, desconsolada, viviendo en el camino del dolor, día a día, encontraría la forma de reencontrarse con su felicidad, su paz; Carlota, que era la importante, que era quien debía sostener la fuerza emocional de los hijos, necesitaba de esa fuerza  y mantener una denuncia en su casa, le quitaría todo lo que ella necesitaba para ser feliz.

miércoles, 18 de marzo de 2015

HERIDAS DE INFANCIA - PREMONICIÓN 2

2. Herida de infancia - Premonición 2
La premonición de la bronquitis, era sólo el principio de un largo laberinto que me mostraba lo que ahora se me ha presentado. He tocado una herida de infancia, he llegado al fondo de un dolor que hace muchos años me persigue. Es un dolor tan intenso, que no lo puedo soportar. Todo el cuerpo se está descomponiendo: las muelas se rompen, el corazón se pone débil y los pulmones no encuentran cómo respirar.

Las heridas de infancia se llaman así porque durante la época infantil, el progenitor o algún ser cercano ha generado esa sensación en el infante. Son experiencias de dolor que se repiten en la edad adulta, que marcan y que no se quedan en el pasado, sino que generan ideas raíz, hábitos, formas de mirarnos y de mirar el mundo. El progenitor o  hermano castrante que provoca esta proyección de dolor se recrea en el jefe, la pareja o incluso amigos. En esta acción, interpreto que no me quieres, y en mis acciones, llevo a estos representantes de mis progenitores a que me abandonen, inconscientemente provoco para que recibir aquello que no quiero.

Las heridas son rechazo, abandono, humillación, traición, injusticia. Uno puede vivir una, dos o más y pueden manifestarse mezcladas en la edad adulta. Pese a que mi razón es el abandono, aquél que no cerré por mi edad infantil, se manifiesta con características del rechazo. Sin embargo, el abandono es lo que me persigue,  es lo que recibo y es lo que siembro y lo que obtengo en cada nueva relación. Al hacerla consciente y descubrirla me ha hecho caer en una inactividad completa.


He leído, que cuando llega el dolor de infancia, o uno muy fuerte, insoportable, el cerebro quiere recuperar esa felicidad que proporcionaban los endorfinas y xerotonina perdidas, las que dan la estabilidad. Entonces, el cuerpo busca ansiosamente en la comida recuperarlas. Los carbohidratos, proveen un placer inmediato, lo mismo que el chocolate. Entonces va la ansiedad dictando que uno coma chocolate y carbohidratos, tal vez una torta de chocolate sea lo mejor.  También está el alcohol y las drogas, que también hacen el papel de reponer las xerotoninas con velocidad y en apariencia. A veces el ejercicio y el cansancio hacen que la persona desahogue esa pérdida de felicidad, que a través del ejercicio, se busque recuperar lo perdido.

Sin embargo, no hay nada físico que el dolor cure. La persona puede comer y comer, para que al saciarse de carbohidratos, chocolates y alcohol, se encuentre gordo, lleno de grasa excesiva, con una resaca y un llanto que no consuelan, que sólo le hacen hundirse más. No hay xerotonina que se reponga con los carbohidratos, ni que halle en el desahogo del ejercicio. Si buscara recuperar esa felicidad en el ejercicio, puede desmayarse, porque el corazón y los pulmones debilitados por este dolor, no van a responder como normalmente lo harían.

Escucho mi cuerpo, y tras rechazar todos los estimulante de la xerotonina siento mi propia persona. Ese abandono es tan triste, la herida de infancia es tan profunda, tan vieja, tan escondida en los laberintos de mi cerebro, que la única forma de reponerlas es haciendo un ejercicio mental. Mentalmente, es cambiar  las ideas. Mentalmente es buscar el centro sano de uno mismo, es alegar a un poder superior, a un dios, que te puede consolar, a aquello que no requiere del uso del cuerpo que está dolido y no se calma cuando uno intenta usarlo. Es la calma mental, en que uno se relaje, y encontrando aquella parte que no ha sufrido, ponga toda esa tristeza en manos de Dios, la transforme en una rosa y la explote al universo, mientras uno se cierra en una burbuja dorada y rosada.

Un dolor de infancia lo transforma a uno, lo convierte en un ser que nadie quiere tener cerca. Me recuerda al villano de los box-trolls. Un hombre que queriendo departir como amigo del alcalde, perseguía a los aparentes enemigos del pueblo, los box-trolls; el premio sería comer queso. Sin embargo el hombre, cada vez que lo ingería, le hacía tanto daño, que se transformaba en un monstruo. Aquello que más anhelaba como placer, como poder, como consuelo, era precisamente lo que lo convertía en un ser detestable, un ser transformado e hinchado por el queso que le hacía daño.

Ese es el efecto que este dolor tiene en mi, si ingiero carbohidratos y alcohol, me inflo y  me transformo en un monstruo, que por más que busco apoyo en la gente, ésta se me aleja, porque ve en mi un ser horrible, deforme, enfermo por aquello mismo que le podría dar placer, que le da su felicidad: los carbohidratos.

Estando tocada por el abandono, transformada en un monstruo, evitada por todos los seres a quienes yo requiero y en quienes me apoyo, me encuentro aislada, encontrando en mi misma soledad, y en mi llanto, el consuelo que nadie me puede dar. Aislada en mi mente, buscando el abrazo divino, poco a poco intento sanar esa herida que hoy sangra, que hoy me genera ansiedad y deseos de huir, deseos de sacar ese dolor, sin sentido. Esa ansiedad voraz que me carcome sólo con mi paz mental, con mis propias herramientas, el tiempo y por qué no un pequeño relajante, me ayudaran a sanar. Termino descubriendo que la única forma de encontrar paz, es con la ayuda de un ansiolítico, uno que me ayude a ahorrar los pensamientos negros que me tiran al precipicio.

La premonición me mostraba confusión, algo turbio o semi-transparente Turbio es algo que se puede distinguir, sin poderse tocar o percibir, es sólo lo sugestivo o relativo que te da una idea llana y que lleva tu imaginación a volar, sin ser preciso o verdadero. Es sólo e tiempo lo que te da la respuesta.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Bronquitis - Premoción

esa historia es vieja, no me atreví a publicarla porque no le encontraba un sentido correcto. Las lecturas propias dan temor, y mejor guardarlas debajo de la alfombra para que no comprometan. Después vino lo que corresponde a una enfermedad así: El duelo. Cuando hay duelo, no hay claridad mental, todo es ver las cosas negras, es ver  que no tiene sentido lo que uno propone y que además no hay objetividad. Todo se ve feo, horrible, detrás del cristal del dolor, no hay aplauso personal, no hay felicidad hacia uno. Es mejor vivir el duelo sin moverse, para que no haya distracción ni influencia que haga que uno se evada y no se resuelva la herida.


Todo empezaba el 1 de diciembre, mi ansiedad me decía que algo en el futuro me preocuparía mucho. Era una sensación confusa, entre laberintos. Estaba por abrir la puerta del aseo, y de pronto me vino a la mente una imagen extraña, me faltaba el aire, abrí la puerta y entré a ese pasillo que desde la entrada se veía largo. Caminaba con seguridad, porque sabía que detrás de esa pared estaría mi destino. Tuve que detenerme porque no estaba a la vista lo que buscaba, había otro pasillo, y al cabo de éste había otro más. Parecía un baño barroco con alguna sorpresa al final del camino. Claro que al final de esos pasillos laberínticos llegué a mi destino, sin embargo algo no andaba bien, me miré en el espejo tratando de ver aquello que mi angustia me mostraba, mi cara era preocupada pero no había alguna razón especial para verme así, estaba a punto de entrar al cine, ¿sería acaso que aquella película, como muchas otras, me daría algún mensaje? Miré mi mano, se veía borrosa, pero luego regresó a su apariencia normal. Realmente, sentirse mal y observarse con tanto cuidado en un aseo, que generalmente no huele bien, no es lo más agradable, y entonces dejé mi preocupación, tal vez era sólo el principio de una historia que próximamente inventaría, y no había de que preocuparse. Me despedí de mi imagen en el espejo  para nuevamente salir por aquellos largo pasillos por donde había entrado, hasta la puerta que me conduciría a mi siguiente estación. El laberinto era premonitorio de un camino arduo y tortuoso que debería pasar. Yo hacía preguntas ¿cuándo sucede? ¿Quien es el actor? y mi respuesta era en Navidad y era yo la actriz.

Generalmente sucede que es muy fácil leer la vida de los demás, uno puede proyectar el problema de otro y así, ése que recibe la lectura, queda favorecido por demás, pero cuando se trata de uno, no hay manera de verlo, hay demasiadas imágenes que se contraponen, sentimientos que se niegan. En resumen, no hay objetividad cuando la lectura es para uno mismo.

Finalmente aquí me veo, hoy 16 de diciembre enferma de: Bronquitis? Pulmonía? Todavía no lo sé, no tengo antojo de ir al médico a que me diga que no tengo nada, que las placas no arrojan ningún resultado, o algún pretexto clásico de médico que teme dar su opinión personal. Según Louise Hay, las discusiones acaloradas causan problemas en los bronquios, y una gran tristeza y depresión, en los pulmones. Yo estoy teniendo ambos. La tos seca sin flemas y lágrimas en los ojos, el cero escurrimiento nasal, me indican que mi problema es más profundo que simple tristeza.

Mi problema se relaciona con mi vida diaria,  con los resultados que llevo cada día con mis proyectos. Uno es peor que el otro, resulta que he tenido que demandar a dos de mis empleados, y eso me ha provocado descompensación. Debo decir, si no se ha visto claro, que soy un ente emocional, que cualquier decisión tiene que pasar siempre por mi filtro de emociones, que mi lógica racional se cancela mucho cuando se trata de tomar decisiones importantes. Una vez tomada, me duele y tengo que vivir esa tristeza por aquello que era lo mejor. Tristemente, hay personas importantes en cada situación, y no es tan simple desecharlas como si fueran cosas, que también tienen su valor por el mismo servicio que han prestado.