sábado, 11 de octubre de 2014

SANTIAGO DE CHILE: UNA FUERTE EXPERIENCIA

Finalmente en Chile, aquí mirando la cordillera, en tres horizontes, aquello que limita y no permite ningún cambio, la modernidad de los edificios  que resumen a toda la población en un espacio reducido, y algunos árboles que intentan dejar algo del origen de lo que fue este lugar. Intentan dejar algo de frescura y área verde donde sólo debería haber  edificios, mayor ganancia para algunos. Sin embargo los límites de su cordillera, les recuerdan sus orígenes, su influencia germana que se refiere al orden y a la armonía, la incapacidad de hacer algo correctamente  sin necesidad de salirse de los límites latinos. Es todo en uno, es una ventana abierta, mostrando la primavera, el calor de un clima que se espera ardiente, y la cerrazón de aquello que no se puede cambiar, de aquello que debe aceptarse, porque así fue decidido.

Yo he llegado distraída, con la predisposición que me dieron:  "cuando vas de viaje,  hay que tomar pastillas de energía, para que  esté uno despierta, que esté una al tiro sin que alguien te vea la cara". Así, en cuanto me he instalado en el hotel, y notar mis deficiencias, me he recordado mis células chilenas, y de habla inglesa, todo aquello que me hiciera funcionar correctamente como local, en el ambiente a que he sido llamada; es tan importante que tus movimientos sean como del lugar. Sin embargo, me ha sucedido lo que nunca: me han robado la cartera. Un carterista especializado, me ha dado una nalgada, yo pensaba que era mi bolso que al movimiento me había golpeado, mi guardia baja no me permitió mirar más allá de lo que era mi imaginación. Sin embargo al intentar pagar, me he descubierto despojada de aquello que hacía unas horas, yo tenía en mi poder. Cuanta tristeza, yo siempre tan segura por la vida, siempre imperturbable, todo controlado, al recibir genes chilenos, me robaron. En el shopping, los guardias y la gente a la que preguntaba, todos ponían cara sin expresión, tal vez sea algo común, pero me hicieron creer que no lo es, su expresión era parca, simple, seria, como quien intenta dar tranquilidad a su interlocutor, o sea yo. Sólo me pregunto ¿qué tan común es que a una chilena le quiten la cartera de su bolso? ¿Estaría yo tan distraída que me vi presa fácil? Tal vez al atraer la seguridad de un local, mi persona guardó las antenas que un extranjero  lleva en cualquier lugar. El de mirar alrededor, y estar alerta. Sin embargo, yo no estoy acostumbrada a estar rodeada de gente, de salir en grupo, cambiando de un lugar a otro, esperando darle gusto a todos. Tal vez el hecho de estar en un espacio al que no estoy acostumbrada, me haya bajado las antenas. No es el adquirir seguridad de local, es el estar en un ambiente ajeno a mi seguridad. Mi seguridad es ir sola o con mi familia, yo estar al pendiente y que estén al pendiente de mi, un intercambio de miradas, que aquí no había, porque eran todos extraños a este lugar. Tal vez fuera yo la más segura, pero su compañía e incertidumbre bajaron mis antenas.

De pronto tengo que ir al baño, la manifestación más simple del miedo me tomó, y lo más básico de control se relajó. No pudo guardar lo que debe, lo que acostumbra, lo que le da seguridad. Mi cuerpo ha quedado expuesto, ante lo inevitable, el saber que la incertidumbre de un líder distraído, se me ha pegado, me ha traído la mala suerte de verme vulnerable y más simple víctima.

El ladrón respeta a los hombres viejos, pero no a las mujeres, piensa que un anciano es para cuidarse, y que  la chica que está con él, está tranquila porque se siente protegida por él, y por default la siente y la sabe vulnerable. No es el grupo lo que me bajó la guardia, es la visión del ladrón, que sabe que si el líder abuelo, no está al pendiente, le pasa la incertidumbre al ente más vulnerable del grupo, aquél que el menos respeta. Era un hombre joven  que está molesto con su madre a quien le tiene mucho enojo y a quien está acostumbrado a sacar la plata.  Un joven introvertido y observador quien su abuelo ha sido una figura importante, y a quien respeta, por lo que son las mujeres que lo acompañan, quien merecen su atraco.

Mis historias creativas solo sirven para darme tranquilidad, para mostrarme que siempre hay alguien adelante de mi, que aunque yo esté segura, tengo que compartir aquello que me sobra, aquello que tengo para mi. Aquello que he perdido debí regalarlo con desapego, desear que esa plata que se me ha hurtado,  se le haya dado un buen uso, y que yo no me quedo más pobre, sólo me da la oportunidad de encontrar el motivo de mi desvelo, para seguir adelante, compartiendo lo poco o mucho que pueda tener. Tal vez, sea un recuerdo de mi año 8, el año de recoger frutos, de compartir los frutos remunerados de mi ciclo de laburo que está por terminar. El año 8 es sólo de recibir plata, y efectivamente, la he recibido, y es para mi bien, compartirla, aunque sea obligada.

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