jueves, 11 de junio de 2015

5. FRUCTIFICAR - PRECOGNCION


Antes de continuar me disculpo por el error de significado, premonición significa, adivinar en sueños y precognición es adivinar despierto. ESta historia la descifré despierta. 

Ya son 4 meses de esa precognición y todavía la inacción me domina. Me siento más tranquila, pero no comprendo por qué estoy tan cansada, sigo sin poder despertar en las madrugadas. Prefiero quedarme horas durmiendo y no me despierto en el tiempo de siempre. Es como si todavía mi dolor me acompañara. Está siendo fructífero, estoy escribiendo sobre el desarrollo del dolor, pero seguramente en el fondo, todavía tengo algo que lamentar. La aceptación es la que puede hacerte perder, porque nuevamente quieres recuperar la felicidad y aceptarse es encontrarse en guiñapos, es descubrirse en la peor de las fachas, y vivir con esa vergüenza.  Ya no es el llorar y sufrir, ya no es querer escapar, es el sentirse bien, pero descubrir el cuerpo herido. Es verse con nuevos ojos, querer cambiar, sin encontrar el  ánimo para hacerlo, verse con "ropa sucia" pero sin ánimos de lavarla, o de comprar nueva. Es todavía el cansancio para no levantarse temprano, antes que el sol, y en otras ocasiones, tener el insomnio de las 2 de la madrugada, esa hora necesaria para descansar e indispensable para sentirse relajada y eficiente en las horas de vigía. Imposible intentar trabajar a esa hora de la madrugada, todavía el cuerpo requiere descanso, y el subconsciente ya empieza a dar vueltas mostrando que no ha resuelto todo, que todavía algo le preocupa y no puede resolverlo. Es necesario escuchar al cuerpo. No precipitarse a la rutina. Sanar la herida tan profunda para saberla  manejar cuando se vuelva a presentar. Descubrir cómo es para no evadirla pero también para no buscarla intensamente y regresar a mis patrones acostumbrados. Sucede que inconscientemente preferimos vivir en lo conocido aunque nos haga sufrir, que buscar algo nuevo y desconocido. Descansar el dolor, descansar la pena, descansar todo aquello que hoy sufre y me ha hecho sufrir esta herida constantemente toda la vida.  Pasar a otro tema, pasar a otro estado que me ayude a resolver esto que cargo, esto que día y noche me aqueja, y que hasta hoy he tenido las herramientas para resolverlo.

Esa mañana Juan miró aquél árbol, cuán grande y hermoso era. Él lo conocía desde pequeño, lo vió crecer, cómo se molestaba cuando le cortaba el jardinero una rama. El árbol tenía ramas gruesas, que se fueron engrosando mediante él crecía; esas ramas, lo aguantaban y él disfrutaba trepandolo. Aquella mañana, miró que se disponía a po-dar el árbol "qué va a hacer con esa sierra?" "le voy a cortar esa gran rama" contestó el jardinero. -¿Por qué corta esa rama? esa es la que usa mi hermana para subirse. ¿Po-dría mejor cortar la de arriba? Esa la necesita ella, porque es pequeña.  El jardinero mi-ró a Juan, "es que si no la corto, va a perder fuerza arriba, y necesitamos que le salgan frutos no ramas." Juan insistió "Pero es que mi hermana necesita esa rama, no quere-mos frutos, porque son muy feos." Juan recordaba esos horribles duraznos medio po-dridos y con un sabor amargo. Esos duraznos no merecían la pena de  sobrevivir, pero sí la rama de su hermana.  "Este año guardaremos la rama para tu hermana, le corta-remos las puntas y las ramas delgadas, para que tenga fuerza en el centro, pero el año próximo, sí cortaremos la rama de tu hermana, tu le das la tuya y te subes una más arriba". Juan recordaba esta historia mirando la rama que nunca cortaron. Los duraznos eran tan feos, que siguieron cortando las varas delgadas, las puntas largas. Ingenua-mente querían que esos duraznos fueran dulces y sabrosos, el jardinero esperaba que con esta acción, el árbol diera los frutos correctos.

De la misma forma me ha sucedido a mi, todas las ramitas que me han cortado y que me duelen, me han servido para poder brindar una idea a alguien que pase por esto ahora, que haya descubierto, al igual que yo, un rato de tristeza y desasosiego. Un momento de gran dolor, que no encuentra el sentido y quiere salir, pero no puede, porque no sabe.


Esa mañana Juan miró aquél árbol, cuán grande y hermoso era. Él lo conocía desde pequeño, lo vió crecer, cómo se molestaba cuando le cortaba el jardinero una rama. El árbol tenía ramas gruesas, que se fueron engrosando mediante él crecía; esas ramas, lo aguantaban y él disfrutaba trepandolo. Aquella mañana, miró que se disponía a po-dar el árbol "qué va a hacer con esa sierra?" "le voy a cortar esa gran rama" contestó el jardinero. -¿Por qué corta esa rama? esa es la que usa mi hermana para subirse. ¿Po-dría mejor cortar la de arriba? Esa la necesita ella, porque es pequeña.  El jardinero mi-ró a Juan, "es que si no la corto, va a perder fuerza arriba, y necesitamos que le salgan frutos no ramas." Juan insistió "Pero es que mi hermana necesita esa rama, no quere-mos frutos, porque son muy feos." Juan recordaba esos horribles duraznos medio po-dridos y con un sabor amargo. Esos duraznos no merecían la pena de  sobrevivir, pero sí la rama de su hermana.  "Este año guardaremos la rama para tu hermana, le corta-remos las puntas y las ramas delgadas, para que tenga fuerza en el centro, pero el año próximo, sí cortaremos la rama de tu hermana, tu le das la tuya y te subes una más ar-riba". Juan recordaba esta historia mirando la rama que nunca cortaron. Los duraznos eran tan feos, que siguieron cortando las varas delgadas, las puntas largas. Ingenua-mente querían que esos duraznos fueran dulces y sabrosos, el jardinero esperaba que con esta acción, el árbol diera los frutos correctos.

De la misma forma me ha sucedido a mi, todas las ramitas que me han cortado y que me duelen, me han servido para poder brindar una idea a alguien que pase por esto ahora, que haya descubierto, al igual que yo, un rato de tristeza y desasosiego. Un momento de gran dolor, que no encuentra el sentido y quiere salir, pero no puede, porque no sabe. Sin embargo, los duraznos siguen siendo ácidos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario