Antes de continuar me disculpo por el error de significado, premonición significa, adivinar en sueños y precognición es adivinar despierto. ESta historia la descifré despierta.
Esa mañana Juan miró aquél árbol, cuán grande y hermoso era. Él lo conocía desde pequeño, lo vió crecer, cómo se molestaba cuando le cortaba el jardinero una rama. El árbol tenía ramas gruesas, que se fueron engrosando mediante él crecía; esas ramas, lo aguantaban y él disfrutaba trepandolo. Aquella mañana, miró que se disponía a po-dar el árbol "qué va a hacer con esa sierra?" "le voy a cortar esa gran rama" contestó el jardinero. -¿Por qué corta esa rama? esa es la que usa mi hermana para subirse. ¿Po-dría mejor cortar la de arriba? Esa la necesita ella, porque es pequeña. El jardinero mi-ró a Juan, "es que si no la corto, va a perder fuerza arriba, y necesitamos que le salgan frutos no ramas." Juan insistió "Pero es que mi hermana necesita esa rama, no quere-mos frutos, porque son muy feos." Juan recordaba esos horribles duraznos medio po-dridos y con un sabor amargo. Esos duraznos no merecían la pena de sobrevivir, pero sí la rama de su hermana. "Este año guardaremos la rama para tu hermana, le corta-remos las puntas y las ramas delgadas, para que tenga fuerza en el centro, pero el año próximo, sí cortaremos la rama de tu hermana, tu le das la tuya y te subes una más arriba". Juan recordaba esta historia mirando la rama que nunca cortaron. Los duraznos eran tan feos, que siguieron cortando las varas delgadas, las puntas largas. Ingenua-mente querían que esos duraznos fueran dulces y sabrosos, el jardinero esperaba que con esta acción, el árbol diera los frutos correctos.
De la misma forma me ha sucedido a mi, todas las ramitas que me han cortado y que me duelen, me han servido para poder brindar una idea a alguien que pase por esto ahora, que haya descubierto, al igual que yo, un rato de tristeza y desasosiego. Un momento de gran dolor, que no encuentra el sentido y quiere salir, pero no puede, porque no sabe.
Esa mañana Juan miró aquél árbol, cuán grande y hermoso era. Él lo conocía desde pequeño, lo vió crecer, cómo se molestaba cuando le cortaba el jardinero una rama. El árbol tenía ramas gruesas, que se fueron engrosando mediante él crecía; esas ramas, lo aguantaban y él disfrutaba trepandolo. Aquella mañana, miró que se disponía a po-dar el árbol "qué va a hacer con esa sierra?" "le voy a cortar esa gran rama" contestó el jardinero. -¿Por qué corta esa rama? esa es la que usa mi hermana para subirse. ¿Po-dría mejor cortar la de arriba? Esa la necesita ella, porque es pequeña. El jardinero mi-ró a Juan, "es que si no la corto, va a perder fuerza arriba, y necesitamos que le salgan frutos no ramas." Juan insistió "Pero es que mi hermana necesita esa rama, no quere-mos frutos, porque son muy feos." Juan recordaba esos horribles duraznos medio po-dridos y con un sabor amargo. Esos duraznos no merecían la pena de sobrevivir, pero sí la rama de su hermana. "Este año guardaremos la rama para tu hermana, le corta-remos las puntas y las ramas delgadas, para que tenga fuerza en el centro, pero el año próximo, sí cortaremos la rama de tu hermana, tu le das la tuya y te subes una más ar-riba". Juan recordaba esta historia mirando la rama que nunca cortaron. Los duraznos eran tan feos, que siguieron cortando las varas delgadas, las puntas largas. Ingenua-mente querían que esos duraznos fueran dulces y sabrosos, el jardinero esperaba que con esta acción, el árbol diera los frutos correctos.
De la misma forma me ha sucedido a mi, todas las ramitas que me han cortado y que me duelen, me han servido para poder brindar una idea a alguien que pase por esto ahora, que haya descubierto, al igual que yo, un rato de tristeza y desasosiego. Un momento de gran dolor, que no encuentra el sentido y quiere salir, pero no puede, porque no sabe. Sin embargo, los duraznos siguen siendo ácidos.
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