Lucrecia enojada dijo “otra vez Doroteo.
Si era tan gran hombre ¿por qué tu papá no te casó con el?” Tania una vez más irrumpió en el diálogo. Aquello estaba
poniéndose muy áspero y ya no había mucho que hacer “Lucrecia, deja de atacar a
Brenda. Piensa que ella estaba en esa época en que no puede resolver nada. A
los 18 años una es medio inmadura y las acciones que uno toma no son siempre
las mejores.” Lucrecia respondió “Ella no tiene la culpa. ¿Por qué su papá no
mandó llamar a Doroteo para que lo cuidara? ¿Por qué se dejó embaucar por
Basileo? ¿por qué se dejó morir sin estar seguro que ese hombre era en verdad
la persona que él pensaba? No estoy atacándola, solamente estoy tratando de
comprender qué sucedió, porque no me queda claro por que la casó con un
delincuente si se notaba que lo era. A todas luces era un hombre mentiroso, y
ninguno de los dos se daba cuenta. ¿Qué pasó con Doroteo esos tres años? ¿Por
qué desapareció del mapa sin venir a rescatar a su joven amiga? ¿Por qué los
dos hombres más importantes para ella la abandonaron en ese momento tan
crucial? ¿Por qué pudo entrar Basileo con tanta facilidad a tu casa? ¿Cómo
engañó a tu padre?”
Brenda no pudo más, habían pasado varios
días en ese juego de “te informo, para que te entretengas y yo tenga con quien
platicar” de modo que en ese momento cerró todo acceso a la comunicación. No
podía bajarse intempestivamente del auto ya que se encontraban en media
carretera muy lejos de su casa y camino a no sabía dónde. Así fue como recordó
a Miguel. Su gran psicólogo y amigo que tantas veces le había ayudado a
resolver sus enigmas, que la había calmado, que la había apoyado. Recordó ese
ejercicio que le enseñó para calmar su mal humor, solamente respirando. De esta
forma cerró los ojos, olvidó toda la conversación y se dedicó a respirar.
]2ª parte
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