jueves, 6 de agosto de 2015

SER PADRE: EL SACO DE LOS RECUERDOS

A veces me pregunto ?Por qué los padres pretenden aprender de los hijos? Creo que es un tema que alguna vez hablé, que me proyecta y me shockea, tanto que me preocupa caer en él. Veo que un padre llega al club deportivo con su hijo y el niño le dice algo que alguna vez escuchó de su mismo padre. El padre que nunca escucha al hijo más que cuando van al club deportivo, que incluso tampoco se escucha a sí mismo en todo el tiempo excepto cuando asiste a ese lugar, le parece percibir en el hijo las palabras de un profeta, de un sabio, y son sólo las mismas que  él ha dicho pero que no se ha percatado. El chico, como esponja y siempre atento a lo que su padre dice y hace, repite a la perfección la frase que su papá alguna vez dijo y que al escucharla el padre en voz del hijo, le confiere el don de la sabiduría. Incluso le obedecerá en las cosas que ese pequeño sabio, le ordene. -Es que los hijos enseñan tanto- le dirá el hombre a sus amigos. 

Me parece ridículo que los padres pierdan su propia personalidad para parecerse a los hijos. No es sólo que los hijos repitan lo que dicen los padres, son simplemente la esencia básica sin dobleces de lo que era el padre hace unos 30 años, cuando era joven, cuando empezaba a vivir la vida. Es el saco de recuerdos que el padre  lleva cargando para poder caber en la sociedad que vive, y que el hijo, el joven que ya ha llegado a su plenitud, ha rescatado del padre. Sin embargo eso que ha sacado el hijo, es como una piedra sin pulir. Al joven le ha agradado esa cualidad de su padre y por eso la ha rescatado del saco de los recuerdos, sin embargo esa misma piedra es ahora en manos del padre una hermosa obra de arte: la escultura de la experiencia, de la madurez, de la personalidad, el tótem que lo representa. 


Esos padres que les copian a los hijos, no se dan cuenta que están despreciando todo su trabajo y toda su escultura, para imitar en su hijo esa piedra que les proyecta su propia juventud, su personalidad olvidada y transformada en aquello que hoy son. Son tristes padres los que olvidando su escultura, pretenden ir por la vida con la piedra que fueron de jóvenes, porque ya no les agrada el mundo adulto: El mundo de las amistades frustradas, de los trabajos no realizados, de las malas experiencias vividas, pero también el entender el por qué de las cosas, el que de un vistazo como un águila encontrar el terreno apropiado para un negocio, algo que no podían hacer cuando eran piedras. Por eso son tristes los padres que imitan a sus hijos, no trascienden, regresan a lo que eran, buscando un mundo mejor, pero lo que en verdad son, son adultos infantiles, inmaduros, desagradables, inadaptados que nadie de su mundo los comprende. Sus hijos los rechazan porque esa es su función negar el acceso real a los padres, sólo copiarles lo subliminal, esa es la tendencia de todos los jóvenes; ni tampoco sus amigos porque encuentran en él una persona desconocida que ya no hayan cómo tratar porque no es lo que conocían, ni es lo que acostumbraba ser. Esos tristes adultos imitadores de sus hijos, pierden tantos años buscando recuperar su juventud, que cuando regresan a su realidad, se ven solos, sin la gente que conocían, sin la gente de su edad, sin nadie que los acompañe, porque ellos en su afán de imitar a sus hijos, se volvieron repulsivos para sus contemporáneos. 

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