sábado, 29 de agosto de 2015

¿NECESITAMOS UN GURU?

Erase un día hermoso en que volví a ver la vida con claridad, en que todas mis angustias y dolores se quedaron en el pasado, se quedaron enterradas ahí, en donde ya no sirven. Con sonrisa hoy aliviada, me veo fortalecida con las embestidas que he tenido este año. He encontrado nuevas amigas, he reafirmado otras, y he despedido a muchas más. Con tristeza he visto cómo la gente que yo quería está muy lejos, está viviendo un duelo y a mi me ha sacado de su lado. Es más, yo no tengo ganas de cargar con esas penas. Es esa gente que pese a su edad, demuestra una inmadurez notable, perceptible, gente que no sabe cómo moverse en la tristeza, que al evadirla, se encuentra en un atolladero inmenso, tiene poses y actitudes tan desagradables, que en verdad enferman, que en verdad me proyectan mis propias debilidades. Lo triste es que era gente que yo admiraba, era gente que yo consideraba sabia, que en mis momentos de angustia y soledad, me ayudaron, me acompañaron, pero hoy la he visto en el piso, con ese rictus de dolor, de no saber qué se hace en ese mundo en el que han caído.

Hay tantas imágenes que vuelan en mi cabeza, tantas caras de tristeza y desventura, que no es fácil centrarse en una sola idea. Me lleva al punto de analizar su problema, su personalidad vacía. Posiblemente esa es la de los que una vez tuvieron dinero, y hoy no lo tienen, ven en sus hijos personas pobres y egoístas, así como eran ellos, y no han hecho más que imitar a sus padres. Ahora, esos padres adultos mayores, con nuevas necesidades, se encuentran con que sus hijos no los están acompañando, todavía se comportan como adolescentes siendo que ya no lo son, son hijos que en su egoísmo no quieren apoyar a sus padres, aquellos que una vez dieron todo por ellos, hoy se ven abandonados y empobrecidos; esa calavera es tan desagradable, ese vacío de no saber qué hacer sin lo que ellos conocían, es triste y deprimente.

También me he encontrado con gente nueva y creativa. Me encontré con un hombre que da clases de Krishna o algo así. En las empresas, a las personas les enseña a encontrar su centro, a ser mejores padres. Con este hombre empecé a tener una conversación muy profunda. De la nada comprendió mi punto y charlamos brevemente de lo que él consideraba espiritualidad. Yo le decía que mucha gente se estaba dedicando a ser guía, y que muy poca daba en el clavo, incluso hay tantos que quieren imitarlos y seguirlos que empieza a decretar  materialidad, mejor nivel económico y cosas por el estilo. Su respuesta  se centró en su conocimiento: "NO NECESITAS UN GURÚ PARA CONOCERTE, TAMPOCO UN PSICÓLOGO. NO PODÉS ESPERAR QUE EL PSICÓLOGO TE RESUELVA TUS PROBLEMAS, SI ÉL NO TE CONOCE. SOLO VOS TE CONOCES Y SOS VOS QUIEN TIENE LA MANIVELA QUE PERMITA ABRIR LA PUERTA DEL CONOCIMIENTO INTERNO." SIN EMBARGO YO NO ESTOY DE ACUERDO CON ÉL. ESTA ÉPOCA QUE PERSONALMENTE HE LLEVADO ME INDICA QUE UNO SIEMPRE NECESITA UN GUÍA, UNA PERSONA CON QUIEN ORALMENTE EXPRESAR LOS PENSAMIENTOS Y TODO AQUELLO QUE TENÉS DENTRO. NO PODEMOS ESPERAR QUE ASÍ SOLOS, SAQUEMOS LAS CAPAS DE GRASA QUE CUBREN LA CAPA DE CARNITA NUTRITIVA QUE NOS HARÁ CRECER. TODA LA GENTE, LOS MÁS ESPIRITUALES Y LOS PSICÓLOGOS MÁS EXPERIMENTADOS, NECESITAN QUIEN LOS GUÍE Y LES MUESTRE EL "ALTO".

CUENTA LA HISTORIA de un joven que en busca de espiritualidad no hallaba al maestro que le daría todos los conocimientos que él requería. Pasaron años hasta que  pudo encontrar a aquél maestro del que tanto se hablaba. Estaba en casa de ese maestro y éste lo invitó a tomar un té. Trajo dos tazas una vacía y otra llena. El joven intrigado preguntó por qué lo había hecho así.
- una es mía y la otra tuya - contestó el maestro -yo no conozco tus gustos, pero yo sí se lo que deseo.
Así al joven le sirvió una taza y le preguntó si deseaba azúcar, limón, crema o la forma precisa como el joven se sintiera halagado a su lado tomando thé. Después, el maestro en vez de poner la tetera en la mesa, procedió a servir más té en su propia taza colmada; el joven espantado, le hizo ver su error
-maestro, su taza ya está llena, ¿por qué le vierte más? Está tirando todo sobre la alfombra.
El maestro ignorando su comentario, siguió vertiendo el thé dentro de la taza. Cuando el agua de la tetera se hubo terminado, miró al joven con la taza y plato empapados y colmados.
-Esto es para demostrarte tu error joven buscador. Si tu taza esta llena, no podés ponerle más agua, primero te la debes tomar antes de agregarle más. Cuando tu taza está colmada, debes tomar un respiro, ver claro el mundo en que estás, y una vez terminada, entonces podrás nuevamente llenarla. Es lo mismo con los conocimientos, no los podrás aprovechar hasta que hayas aplicado los que ya has aprendido.

Este cuento, resume la idea que intentaba darle al maestro de espiritualidad que conocí. Muestra que aunque cada quien es responsable de sí mismo, siempre necesita de alguien que le indique, que es momento de detenerse a mirar el paisaje y de tomar su té para volverlo a llenar más adelante. Pero sólo exponiendose con la gente es como cada quien encuentra el momento de tomar su té. Cuando uno está metido en su labor y rutina, no tiene la capacidad ni la visión para detenerse a descansar y revisar cómo va quedando aquél emprendimiento. 

viernes, 28 de agosto de 2015

EL CIRCULO DEL 99

Ese  día charlaba con mi amiga, ella acababa de recibir un premio, estaba feliz, porque esos premios no se los dan a cualquiera, estaba encantada, y yo con emoción se lo festejaba. Siendo honesta, no creo que mis palabras fueran las adecuadas, pero lo importante era que mi amiga se sintiera aplaudida por mi. Pasando la conversación le pregunté qué haría con sus hijos, que para recibir este premio los había abandonado un poco. Su respuesta me dejó lívida: "voy a seguir trabajando para ganar el otro premio y les voy a comprar algo o a compartirlo con ellos". Algo no me cuadraba. Ella es una gran madre, me impresiona lo bien que le obedecen sus chicos, lo disponibles que están siempre para ella, pero darles algo material no me parecía la forma de compensar el abandono. Claro que los chicos de hoy quieren lo mismo que los otros, tener viajes, tener electrónicos, pero ellos parecen tenerlo todo pese a que no lo tienen. Uno quiere formar parte de un algo que ya existe, y pierde de vista lo importante. Por otro lado a mi también me tenía abandonada. Ella y yo nos frecuentamos mucho, y por qué no decirlo, ella me busca más que yo a ella, y ya no lo hacía porque estaba buscando su premio. Yo la comprendo porque nada es más feliz que luchar por aquello que anhelas. También me llamó la atención la distancia con su propio marido, había algo que no me gustaba, algo estaba cambiando en ella y no era para mejor.  No estaba disfrutando el premio como un bono, sino que lo estaba haciendo un estilo de vida, uno que podría costarnos muy caro a todos los que estábamos alrededor. 

En el camino de regreso a casa, recordé la historia de 

EL CIRCULO DEL 99 
por: JORGE BUCAY

Había una vez un rey que siempre estaba triste, que por contraposición, tenía un sirviente que siempre estaba alegre.

 Cada mañana entraba el sirviente alegremente con el desayuno del rey. Un día, el rey le preguntó el origen de su alegría.
– ¿Cuál es el secreto de tu alegría, paje?- preguntó el rey intrigado.
– No hay ninguno, Majestad.- contestó con naturalidad el sirviente.
El rey se molestó y lo intimó a que contestara, pero el sirviente no tenía respuesta para su pregunta. Simplemente explicó cómo se sentía.
– Majestad, no tengo motivos para estar triste. Tengo trabajo, esposa, hijos, casa, comida y ropa. De cuando en cuando, me premias con algunas monedas para gastar, ¿qué más puedo pedir?
El rey despidió molesto al paje y se quedó meditando. No concebía que un ser tan miserable fuera feliz. Entonces mandó llamar al más sabio de sus asesores para preguntarle.
– Majestad, es que el paje está fuera del círculo.
– Explícate.
– ¿Es feliz por estar fuera del círculo?
– No. No es infeliz por estarlo.
– ¿Acaso, estar en el círculo te hace infeliz?
– Efectivamente.
– Y el paje no está dentro.
– Así es.
– ¿Cuándo salió?
– Nunca entró.
– ¿Qué clase de círculo es ese?
– El círculo del noventa y nueve. Para que entiendas, debería mostrártelo en la práctica, haciendo que tu sirviente entre en él.
– Hagámoslo.
– Sólo hay una manera de hacerlo. Debemos dejar que entre por su voluntad.
– Bien.
– Pues prepara una bolsa con noventa y nueve monedas de oro para esta noche. Pasaré por ti. No olvides que sean exactamente noventa y nueve, ni una más ni una menos.
A la noche, el consejero pasó a buscar al rey y se dirigieron a la casa del paje, donde se ocultaron tras unos arbustos y aguardaron al alba.
Cuando vieron la primera luz en la casa, el consejero dejó la bolsa de cuero con las monedas y una nota que decía:
“Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie, cómo lo encontraste”.
Golpeó la puerta del paje y se volvió a esconder para espiar mejor.
El sirviente vio la bolsa y la nota y cuando se percató del sonido de las monedas, entró inmediatamente a la casa, echando el cerrojo.
El paje desparramó el contenido de la bolsa sobre la mesa y no podía creer lo que veía. Estaba embelesado, tocaba y acariciaba las monedas. Comenzó a formar pilas de a diez y cuando llegó a la última, notó que faltaba una. De inmediato comenzó a buscar la moneda faltante, en el suelo, sus bolsillos, los alrededores, en la bolsa. Era imposible, debía estar en alguna parte, no podían ser sólo noventa y nueve, debían ser cien.
– ¡Me robaron!- gritó desconsolado.
No había otra explicación, noventa y nueve no es un número redondo, debía faltar una. Era mucho dinero, pero faltaba una para que estuviera completo. Con cien monedas de oro, no tendría que volver a trabajar.
La cara del sirviente había cambiado, tenía los ojos pequeños y arrugados, el ceño fruncido, la boca con un terrible rictus. El hombre guardó las monedas nuevamente en el bolso, vigilando que nadie de la casa lo viera. Escondió la bolsa entre la leña y comenzó a calcular cuánto tiempo le llevaría conseguir la moneda faltante.
Cuando terminó sus cálculos quedó espantado, tomaría unos doce años juntar lo suficiente para comprar la moneda faltante, siempre que ahorrara todo su salario y algún dinero extra. Debía encontrar la forma de hacerlo más rápido. Tal vez pudiera pedirle a su esposa que buscara un trabajo en el pueblo y también él mismo, podría conseguir un segundo empleo. Haciendo esto, podría tardar unos siete años. Tampoco era suficientemente rápido. Quizás pudiera vender por las noches, los restos de comida. Deberían comer menos para tener más para vender. Tal vez podrían vender la ropa y los zapatos sobrantes. Seguía cavilando sin cesar. El sirviente había entrado en el círculo del noventa y nueve.
Durante los meses posteriores, el sirviente se dedicó a cumplir sus planes. Conforme seguía su estrategia, su humor empeoraba. Hasta que una mañana, el rey le preguntó el motivo de su malhumor. El paje contestó de mal modo. No pasó mucho tiempo, hasta que el rey lo despidió, debido a su mal humor.
Moraleja:
Todos hemos sido educados en la ideología de que siempre nos falta algo para estar completos, y que sólo seremos felices, cuando logremos completarnos. Nos enseñaron que la felicidad debe esperar a completar lo que falta. Y como siempre nos falta algo, nunca podremos gozar de la vida.
Pero, ¿qué pasaría si esas noventa y nueve monedas fueran el cien por ciento del tesoro? Pues noventa y nueve, no es menos redondo que cien. Por tanto, debemos disfrutar de nuestros tesoros, tal como están.

miércoles, 12 de agosto de 2015

EL NUMERO 9: UNA ESTACION DE RESPIRO


Esa mañana estaba yo cansada de caminar, cansada de luchar tras toda una semana por sobrevivir ese martirio a ese infierno en que sin saber me habia metido, en el que mi año 9 me había llevado. El año 9 te despide de la gente que ya no te sirve, son esas relaciones que desde años atrás se vienen rompiendo, porque ellas van cambiando y ya no cazan con vos, porque su nueva forma de ser, sus nuevas experiencias, todo lo que les rodea las ha cambiado tanto, que ya ni ellas se reconocen. Vos mismo has cambiado y esa gente que antes era el hit, ya no te agrada, porque ya no aporta, porque ya no funciona, porque ya es parte del pasado, y es menester desapegarte y despedirte. No es fácil, porque esa gente ha marcado una vida, ha marcado experiencias que siempre han sido positivas. Son esas personas que alguna vez se presentaron en tu vida, y tu les diste tanto, que ellas a cambio te dieron demasiado y por ello las enalteciste, pero que los años, la vida y la distancia las tornaron en algo diferente, en algo desconocido, en alguien que en vez de agradarte, te han lastimado, que ya no son lo que fueron, ni implican toda la importancia que una vez tuvieron. Dentro de tanto dolor y tanta rabia, entre tanta frustración y expectativas rotas, entre tanta crítica y destrucción, de pronto aparece esa isla, que no esperabas hallar, que es sólo una estación, una que te sirve para mostrar que "Dios aprieta pero no ahorca" que te sirve para que como una crema de curación, alivie esa inmensa herida que esa pérdida te ha dejado, pero que al hallarla en ese preciso momento ha servido como sosiego para tanto dolor. Es esa estación que te da calma y felicidad, que te hace sentir que la vida es bella, y que aquello que has sembrado ha rendido frutos en alguien más, y que aunque estás perdiendo, estás ganando en el campo de flores que se ha sembrado gracias a tu trabajo y perseverancia. Aunque has perdido y has llorado, aunque has encontrado una laguna de destrucción, es esa simple estación un sosiego de felicidad y sonrisa. Esa estación merece un aplauso, y por eso se lo dedico a ella, quien sin querer, me ha servido como un sostén, como ese madero que aparece flotando en medio del naufragio, ese madero que no tenía las intenciones de estar, pero que recordando toda la amabilidad y estilo que una vez vos misma sembraste, ha venido a ser el remanso y la salvación en medio de tanta tristeza.


Lety: Muchas gracias por mirarme, gracias por mirarlo a él, gracias por mostrar tanta riqueza, gracias por ser tan amable, gracias por darme un pequeño respiro ante tanta agresión. Me ha gustado mucho tu buena voluntad y apertura para con la situación. En realidad no te conocía, nunca había tenido la oportunidad de convivir contigo. Había oído mucho de ti, pero no había podido conocer tu riqueza. Tal vez haya sido el show y la situación, pero me ha gustado tanto tu forma de ser, tu amabilidad, tu apertura y solicitud, tu buen consejo pero sobretodo la facilidad con que él te aceptó y quiso estar contigo. Tu no sabes el respiro que me dio tu aventura de acercarte a él, tu conciencia de que pese a que te sentías mal, me quisiste ayudar con él, y rápidamente él respondiera. Ha sido en verdad algo emocionante que a través de los días posteriores a tu encuentro he tenido presente y me ha conmovido aún más, saber que frente a la pobreza y el egoísmo, tu bondad y deseos de ayudar hayan sobresalido como un parangón enorme.


Te agradezco tu sonrisa, tu charla, tu deseo de ayudar, y sobre todo lo que tu no sabes que causaste en mí, que fue un muelle amable y seguro en quien pude descansar y tomar el pequeño respiro que necesitaba, donde pude encontrar aquello que fui a buscar. Gracias por aportar tanto, sin querer. Gracias por ayudarme a respirar, a cargar, a sonreír, a encontrar la paz entre tanto dolor.


jueves, 6 de agosto de 2015

SER PADRE: EL SACO DE LOS RECUERDOS

A veces me pregunto ?Por qué los padres pretenden aprender de los hijos? Creo que es un tema que alguna vez hablé, que me proyecta y me shockea, tanto que me preocupa caer en él. Veo que un padre llega al club deportivo con su hijo y el niño le dice algo que alguna vez escuchó de su mismo padre. El padre que nunca escucha al hijo más que cuando van al club deportivo, que incluso tampoco se escucha a sí mismo en todo el tiempo excepto cuando asiste a ese lugar, le parece percibir en el hijo las palabras de un profeta, de un sabio, y son sólo las mismas que  él ha dicho pero que no se ha percatado. El chico, como esponja y siempre atento a lo que su padre dice y hace, repite a la perfección la frase que su papá alguna vez dijo y que al escucharla el padre en voz del hijo, le confiere el don de la sabiduría. Incluso le obedecerá en las cosas que ese pequeño sabio, le ordene. -Es que los hijos enseñan tanto- le dirá el hombre a sus amigos. 

Me parece ridículo que los padres pierdan su propia personalidad para parecerse a los hijos. No es sólo que los hijos repitan lo que dicen los padres, son simplemente la esencia básica sin dobleces de lo que era el padre hace unos 30 años, cuando era joven, cuando empezaba a vivir la vida. Es el saco de recuerdos que el padre  lleva cargando para poder caber en la sociedad que vive, y que el hijo, el joven que ya ha llegado a su plenitud, ha rescatado del padre. Sin embargo eso que ha sacado el hijo, es como una piedra sin pulir. Al joven le ha agradado esa cualidad de su padre y por eso la ha rescatado del saco de los recuerdos, sin embargo esa misma piedra es ahora en manos del padre una hermosa obra de arte: la escultura de la experiencia, de la madurez, de la personalidad, el tótem que lo representa. 


Esos padres que les copian a los hijos, no se dan cuenta que están despreciando todo su trabajo y toda su escultura, para imitar en su hijo esa piedra que les proyecta su propia juventud, su personalidad olvidada y transformada en aquello que hoy son. Son tristes padres los que olvidando su escultura, pretenden ir por la vida con la piedra que fueron de jóvenes, porque ya no les agrada el mundo adulto: El mundo de las amistades frustradas, de los trabajos no realizados, de las malas experiencias vividas, pero también el entender el por qué de las cosas, el que de un vistazo como un águila encontrar el terreno apropiado para un negocio, algo que no podían hacer cuando eran piedras. Por eso son tristes los padres que imitan a sus hijos, no trascienden, regresan a lo que eran, buscando un mundo mejor, pero lo que en verdad son, son adultos infantiles, inmaduros, desagradables, inadaptados que nadie de su mundo los comprende. Sus hijos los rechazan porque esa es su función negar el acceso real a los padres, sólo copiarles lo subliminal, esa es la tendencia de todos los jóvenes; ni tampoco sus amigos porque encuentran en él una persona desconocida que ya no hayan cómo tratar porque no es lo que conocían, ni es lo que acostumbraba ser. Esos tristes adultos imitadores de sus hijos, pierden tantos años buscando recuperar su juventud, que cuando regresan a su realidad, se ven solos, sin la gente que conocían, sin la gente de su edad, sin nadie que los acompañe, porque ellos en su afán de imitar a sus hijos, se volvieron repulsivos para sus contemporáneos.