Al empezar cada día reviso mi persona, verifico si todo está como yo lo deseo, como a mi intuición le corresponde. Así recuerdo lo que el autor de "deja de ser tu" describe en su libro sobre el estado mental de cada quien. Dice que si uno hace bien la meditación y se acomoda de la forma correcta en el mundo, no habrá situación ambiental que haga que cambies ese estado mental.
La física cuántica en el ser humano dice que éste es sólo energía, la cual se puede modificar de la forma que uno quiera. He estado observando, en mi propia vida, nada que ver con los grandes meditadores occidentales, o los que tienen mucha experiencia en este campo, y lo que he notado es la sincronicidad de calma. Por supuesto que hay días en que el mundo exterior, me dice que me despierte, que hay un asunto importante por resolver, que hay una zancadilla que me quieren poner, ahí mi sincronicidad es todo desorden es todo desarmonía, ruido, no hay concentración capaz de meter a la vida. Sin embargo si no hay ningún problema ajeno a mí que resolver, todo es calma, la sincronicidad es de felicidad, de ayuda externa, la gente me ayuda, me acompaña. Es precioso cómo si uno ha conectado correctamente la energía, ésta funciona para uno, como uno desea.
Otra forma de comprobarlo, me ha llegado ahora que estuve en El crucero Austral. Es en definitiva toda una experiencia mística. Como no hay nada que hacer, uno se desconecta completamente y entra en un estado de paz o de aburimiento según uno quiera, pero yo había decidido estar tranquila. Todo empieza cuando uno aborda el barco, te avisan que durante cuatro días, no habrá teléfono, si, no hay señal telefónica, y qué hablar del wifi, eso es para el mundo, no para ese lugar apartado. Cuando uno entra al Estrecho de Magallanes, lo único que ve son montañas, algunas nevadas, algunas áridas, o alguna más con arbolitos pequeños, el clima de la tundra hace que la naturaleza crezca muy lentamente, que la naturaleza viva discreta a su paso, sin gran exuberancia. el agua va calma, como un ancho río con pasadizos y salidas a través de la cadena montañosa que de pronto se corta. Así pasa una hora, y pasan dos, y pasan tres, y fuera de las actividades distractoras de almorzar, conferencia y dormir, no hay nada más que hacer. En algún momento, hay expedición de flora y fauna. Wow! quien dijera todo lo que hay que aprender en un campo de hielo, que haya tanto que saber en un espacio donde alguna vez sólo había hielo y nada de agua, sólo había tierra y agua, cubierta por hielo y glaciares.
Toda la combinación de otra rutina diferente, sin tecnología, sin ciudades que conocer, con gente de otros países con la misma curiosidad de cultura general que uno tiene, en el barco, genera un estado de paz, un estado de desarrollar las células positivas, hacer conexión de los genes correctos para que la vida funcione con felicidad, sin estrés.
Dice el libro que uno al repetir rutinas negativas, tener pensamientos contradictorios y desagradables una y otra vez, refuerza que ciertos genes y células se conecten, estamos hablando de energía, de situación etérea, de aquello que no se ve ni se conoce, de aquello que sucede sin que nuestra vista o nuestra respiración se percate. Son las conexiones sutiles que van formando la personalidad de cada uno, y que al vivir el día a día van haciendo aquello que somos.
Yo iba abierta, con mis ejercicios y mi rutina claros sobre la calma y la felicidad, y el día de hoy, lo que vine a aprender fue que al haber estado en ese lugar y recordar los paisajes, mi estado de stress, desaparece, y puedo enfocarme en lo importante. El asunto aquí es que uno pueda desconectarse, logre entrar en ese mundo de nada, de no tecnología, de pingüinos, cormoranes y guanacos, y entonces le ayude a desconectarse de aquello que a uno le agrede, de aquello que es nocivo para uno y que no lo sabe. Uno quiere vivir en la felicidad, y es algo imposible, el cerebro no lo permite, el cerebro necesita emociones y concentración, traducido en lo que ya conoce porque es lo que ya le enseñamos. El cerebro interpreta este estado de calma como de el que está enamorado, o drogado. Sin embargo, al final del día, cuando uno ha confrontado los deberes, y el estrés que esto conlleva, al dormir, nuevamente se conectan los genes positivos, las células de felicidad, y nuevamente uno medita, y refuerza lo positivo, lo hermoso, lo feliz lo que a uno le genera estabilidad. Acostumbrando al cerebro que la calma es emocionante, que la calma no es la droga excesiva de las endorfinas y xerotoninas en exceso, que eso no es malo, sino es lindo, éste va cambiando y se habitúa a no producir aquello que nos hace enojar que son otras sustancias que contraponen las xerotoninas.
Yo he hecho un tótem, me encontré un paisaje parecido al de las montañas de Tierra del Fuego, le he colocado algunas fotos, y así, al verlo cada día, recuerdo ese hermoso momento y me transporto al estado Magallanes, al estado de calma que mi vida necesita. Este estado me sirve para estar alerta, para entender mi intuición, para funcionar en mi día a día, en mi rutina y mis obligaciones. No estoy tirada, ni sentada en flor de loto mirando árboles, estoy viviendo, con la presteza y la certeza de quien no se equivoca.
La física cuántica en el ser humano dice que éste es sólo energía, la cual se puede modificar de la forma que uno quiera. He estado observando, en mi propia vida, nada que ver con los grandes meditadores occidentales, o los que tienen mucha experiencia en este campo, y lo que he notado es la sincronicidad de calma. Por supuesto que hay días en que el mundo exterior, me dice que me despierte, que hay un asunto importante por resolver, que hay una zancadilla que me quieren poner, ahí mi sincronicidad es todo desorden es todo desarmonía, ruido, no hay concentración capaz de meter a la vida. Sin embargo si no hay ningún problema ajeno a mí que resolver, todo es calma, la sincronicidad es de felicidad, de ayuda externa, la gente me ayuda, me acompaña. Es precioso cómo si uno ha conectado correctamente la energía, ésta funciona para uno, como uno desea.
Otra forma de comprobarlo, me ha llegado ahora que estuve en El crucero Austral. Es en definitiva toda una experiencia mística. Como no hay nada que hacer, uno se desconecta completamente y entra en un estado de paz o de aburimiento según uno quiera, pero yo había decidido estar tranquila. Todo empieza cuando uno aborda el barco, te avisan que durante cuatro días, no habrá teléfono, si, no hay señal telefónica, y qué hablar del wifi, eso es para el mundo, no para ese lugar apartado. Cuando uno entra al Estrecho de Magallanes, lo único que ve son montañas, algunas nevadas, algunas áridas, o alguna más con arbolitos pequeños, el clima de la tundra hace que la naturaleza crezca muy lentamente, que la naturaleza viva discreta a su paso, sin gran exuberancia. el agua va calma, como un ancho río con pasadizos y salidas a través de la cadena montañosa que de pronto se corta. Así pasa una hora, y pasan dos, y pasan tres, y fuera de las actividades distractoras de almorzar, conferencia y dormir, no hay nada más que hacer. En algún momento, hay expedición de flora y fauna. Wow! quien dijera todo lo que hay que aprender en un campo de hielo, que haya tanto que saber en un espacio donde alguna vez sólo había hielo y nada de agua, sólo había tierra y agua, cubierta por hielo y glaciares.
Toda la combinación de otra rutina diferente, sin tecnología, sin ciudades que conocer, con gente de otros países con la misma curiosidad de cultura general que uno tiene, en el barco, genera un estado de paz, un estado de desarrollar las células positivas, hacer conexión de los genes correctos para que la vida funcione con felicidad, sin estrés.
Dice el libro que uno al repetir rutinas negativas, tener pensamientos contradictorios y desagradables una y otra vez, refuerza que ciertos genes y células se conecten, estamos hablando de energía, de situación etérea, de aquello que no se ve ni se conoce, de aquello que sucede sin que nuestra vista o nuestra respiración se percate. Son las conexiones sutiles que van formando la personalidad de cada uno, y que al vivir el día a día van haciendo aquello que somos.
Yo iba abierta, con mis ejercicios y mi rutina claros sobre la calma y la felicidad, y el día de hoy, lo que vine a aprender fue que al haber estado en ese lugar y recordar los paisajes, mi estado de stress, desaparece, y puedo enfocarme en lo importante. El asunto aquí es que uno pueda desconectarse, logre entrar en ese mundo de nada, de no tecnología, de pingüinos, cormoranes y guanacos, y entonces le ayude a desconectarse de aquello que a uno le agrede, de aquello que es nocivo para uno y que no lo sabe. Uno quiere vivir en la felicidad, y es algo imposible, el cerebro no lo permite, el cerebro necesita emociones y concentración, traducido en lo que ya conoce porque es lo que ya le enseñamos. El cerebro interpreta este estado de calma como de el que está enamorado, o drogado. Sin embargo, al final del día, cuando uno ha confrontado los deberes, y el estrés que esto conlleva, al dormir, nuevamente se conectan los genes positivos, las células de felicidad, y nuevamente uno medita, y refuerza lo positivo, lo hermoso, lo feliz lo que a uno le genera estabilidad. Acostumbrando al cerebro que la calma es emocionante, que la calma no es la droga excesiva de las endorfinas y xerotoninas en exceso, que eso no es malo, sino es lindo, éste va cambiando y se habitúa a no producir aquello que nos hace enojar que son otras sustancias que contraponen las xerotoninas.
Yo he hecho un tótem, me encontré un paisaje parecido al de las montañas de Tierra del Fuego, le he colocado algunas fotos, y así, al verlo cada día, recuerdo ese hermoso momento y me transporto al estado Magallanes, al estado de calma que mi vida necesita. Este estado me sirve para estar alerta, para entender mi intuición, para funcionar en mi día a día, en mi rutina y mis obligaciones. No estoy tirada, ni sentada en flor de loto mirando árboles, estoy viviendo, con la presteza y la certeza de quien no se equivoca.
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